Parece ser que el ser humano es sociable por naturaleza. Este necesita de individuos con los cuales relacionarse y así formar sociedad. Socializar es una acción que se realiza desde pequeño, etapa en la cual uno elige con qué niños jugar, con qué niños hablar. Es así como se va construyendo el círculo social. A medida que uno crece, se va encontrando con más personas, y, según parámetros propios de amistad, se van creando lazos con algunas de ellas.

La amistad es un concepto muy amplio y cada uno tiene su propia definición, pero en rasgos generales, se basa, para la mayoría de individuos, en simpatía en primera instancia y en afecto, compromiso y confianza en segunda, si con el paso del tiempo ambos individuos logran conectarse.

Claramente, estas características se van asentando y son importantes para mantener la relación. Sin embargo, es importante recalcar que estas tienen un peso distinto para cada individuo, es decir, que cada uno le atribuye un grado de importancia que puede no ser el mismo para el otro; se genera entonces conflicto. Esto no quiere decir que, al atribuirle diferentes grados de importancia a cada atributo, no se pueda uno volver amigo de otra persona, mas sí significa que se va a tener que negociar y tratar de encontrar un punto medio para que la amistad persista.

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Por lo general, estas discrepancias se dan cuando los dos individuos ya poseen un cierto grado de amistad y han vivido suficientes circunstancias como para darse cuenta que califican la amistad de diferente manera. Ante esta situación, lo mejor es conversarlo y, como dicho anteriormente, encontrar el equilibrio.

La amistad, más precisamente, la amistad cercana, permite y genera sensaciones de seguridad y protección, pues uno sabe que la otra persona lo va a escuchar incondicionalmente por más que uno le repita sus dilemas pesados y monótonos mil y un veces. Uno sabe que esta le va a dar consejos para sentirse mejor e, igualmente, va a estar ahí para pasarla bien.

 La primera amistad cercana que suele formarse es, por lo general, aquella con los amigos de colegio. Es una amistad que algunos llaman inigualable, mas cuando uno se gradúa, muchas veces se degrada. Uno pasa de ver a estos amigos todos los días de la semana, a verlos únicamente los fines de semana o incluso solamente a través de una pantalla, si decidieron seguir sus estudios en el extranjero.

Lo cierto es que tener una amistad de este tipo, a larga distancia, es complicado, ya que a veces no se trata solo de hablar y ser escuchado, sino que es necesario un abrazo, un contacto físico con la otra persona. Sin embargo, a la larga, uno se termina acostumbrando a esta dinámica y la distancia termina siendo un factor casi irrelevante. El verdadero problema surge cuando las dos personas tienen diferentes conceptos de amistad a larga distancia, pues muchas veces el concepto se modifica e influye directamente en la relación. Es decir, que uno puede comportarse de un cierto modo cuando vive en la misma ciudad que el otro individuo, pero al mudarse, este comportamiento puede variar y crear un distanciamiento, claramente más allá del físico.

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A pesar de los inconvenientes, uno tiene que ser consciente que las relaciones sociales son fundamentales para estar, día a día, motivado y así alcanzar las metas propuestas; en particular la amistad cercana, por ser una especie de pilar. La amistad cercana es un elemento que se tiene que apreciar, que se tiene que cuidar, porque esta es realmente aquella que nos mantiene en una línea recta y que forma parte de nuestro máximo soporte ante cualquier caída. Por ello, hay que valorarla. Si bien todos los individuos tienen la posibilidad de tenerla, gozarla y mantenerla, no todo el mundo es consciente de esta y, por lo tanto, no logra acceder a ella.