¿Quién no ha visitado la capital histórica del país y no ha quedado encantado con su experiencia? Puede que hayas ido con tus padres, con tus amigos, tu pareja o tu promoción de colegio. Da igual, Cuzco es Cuzco, y estas son algunas de las razones por las que este departamento, su ciudad y sus alrededores tienen un encanto inefable.

1. Sus atractivos turísticos

Cuzco goza de numerosos destinos turísticos. Los hay en la misma ciudad y fuera de ella. Lo más popular es la plaza de Armas, lugar de gran concentración. Podemos encontrar, en sus proximidades, museos que salvaguardan la historia cuzqueña (como el museo de Qoricancha), arquitecturas con estilo incaico y calles empedradas con una belleza arcaica que nos invitan a transitar expectantes (siendo una de las más conocida la calle donde se encuentra la piedra de los 12 ángulos: Hatun Rumiyoc). Cada tienda nos precipita a curiosear que hay dentro, cada vendedor nos transmite una historia sobre lo majestuoso, cada persona sentada o parada nos hace aprender algo. Hay en cada paso de sol o de sombra, de frío o de calor, una nostalgia, una cultura, algo que serena y exalta.

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Fuera de la ciudad, existen múltiples destinos que se pueden aprovechar, bien, en un paquete turístico (con transporte incluido) o, para los más amenos, con un transporte propio o alquilado. Destinos frecuentes como, por ejemplo, Tambomachay, Qenqo, Sacsayhuaman, Pisaq, Urubamba, Ollantaytambo, Chincheros, Maras Moray, Salineras y Macchu Picchu.

En la mayoría de los espacios turísticos se distinguen: muros formados por el encaje perfecto de rocas pulidas (algunas de ellas gigantes), los cuales, en su tiempo, formaron parte de templos o fortalezas; andenes que facilitaron el cultivo a los Incas; refrigeradores naturales y extraordinarias obras hidráulicas. Cada lugar contagia una energía distinta porque conlleva su propia biografía. Indudablemente, sentiremos una sensación de aventura constante.

 

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2. Su naturaleza

Los valles de Cuzco dejan maravillado a quien ose a apreciarlos. Basta, solamente, salir fuera de la ciudad, para gozar del privilegio. Si estás acostumbrado a ver día a día autopistas, tráfico y personas caminando compulsivamente para llegar a sus trabajos, este escenario realmente te despeja. No obstante, no es solamente la tierra ubérrima la que nos seduce, sino también el cielo diáfano y celestísimo con sus nubes tan bien formadas que parecen algodones flotando en el aire y, a su vez, los imponentes nevados siempre presentes y disponibles a la vista -si se observa a lo lejos-. Igualmente, hay sublimidad en contemplar uno que otro animalito por ahí suelto (alpacas, vicuñas, llamas, ovejas) e intentar dilucidar cómo es que funciona la vida en las sobrias casitas que están dispersas entre los ganados, como sobreviven esas modestas familias, a que se dedican, con que sueñan. Es comprensible concluir: «la vida rural tiene su propio modo de ver la vida».

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3. Su gente

Los cuzqueños dieron con la fórmula: «Turista feliz, turista que posiblemente vuelva, y si no lo hace pues recomienda». Posiblemente no sea esa la intención en toda interacción con un turista, pero el hábito de tratar con afabilidad y con remilgos a sus clientes lo llevan en la sangre. Gracias al turismo, muchos negocios en la ciudad prosperaron. Y no solamente porque incrementaron los clientes por temporada, sino porque estos tenían mayor capacidad de gasto, lo que permitió a restaurantes y tiendas invertir para mejorar sus productos y servicios, y consecuentemente aumentar sus precios. No es extraño que los negocios cercanos a la plaza, vendan platos o bebidas un poco por encima del presupuesto de un mochilero; tampoco es que se aprovechen, sino que acomodaron sus negocios a un tipo de target: el turista que viene con efectivo. Sin embargo, si se busca bien, si se recorren las calles, se encuentran platos desde S/6.00. Inclusive los bares, los hay económicos, con calefacción y una excelentísima atención. Todo es posible para el que busca y el que es preguntón. La gran mayoría de los cuzqueños responden tan agradablemente que uno siempre quiere quedarse conversando.

Cuzco, es definitivamente un lugar para conocer y volver. Para quedarse, tal vez, unas semanas o un mes. Definitivamente imperdible.