«Terremoto de 8.4 grados hundirá Lima», alcanzo a leer en el puesto de periódicos que está justo en el cruce de las avenidas Tacna con Emancipación. Me detengo a revisar los titulares mientras espero por un desayuno económico, siempre para llevar. En veinte minutos me reuniré con Henry Montalbán.

Dos pares de zapatillas viejas colgadas en el cableado eléctrico me reciben en la entrada del Jirón Chancay. Henry Montalbán vive en una quinta, de esas antiguas que salen en los reportajes de la prensa local como zonas de alto riesgo en caso de terremoto. Quiero preguntarle tantas cosas, pero no puedo, debo ir paso a paso.

Entrada Callejon 2

Vive en la última casa de un conjunto de viviendas de aproximadamente ocho familias. No necesito tocar: no hay timbre y además la puerta del callejón siempre está abierta, salvo en las noches, donde se cierra con una tabla de madera que se pone atrás para que no se abra, por el viento de la madrugada. No roban, difícil que lo hagan. Paso por el baño –el único que hay– y por el lavadero con tres baldes de agua en el piso. Según me comentan los vecinos hay un problema con el agua desde hace dos meses y Sedapal aún no responde sus llamadas.

Henry Montalbán me recibe en su casa. Llego con el desayuno en la mano. Suspira, sospecho que de alivio. Quieres desayunar bien, me dice. En la mesa hay dos panes con mantequilla y una taza de cocoa, recién servida. El desayuno es para ti, le digo. A mí dame los panes con mantequilla y la cocoa. Además te compré lo que te gusta: tres panes con torreja y un emoliente tibio.

Te vi en la televisión hace años, le digo, para romper el hielo. Sonríe. Sí, me dice. Pensé que saldría un poco más gordo y feo. Reímos. ¿Qué ha pasado, Henry? ¿De cuándo acá eres famoso? No lo sé, me responde. La prensa siempre que hay un terremoto viene a esta quinta. Es la más antigua y está por caerse. Mi casa es la última y yo soy el más hablador del barrio, así que siempre me agarran para las declaraciones. Es bien bacán, me dice, me siento bien.

barrio

—Si hay un terremoto tu casa se caerá en pedazos. ¿Por qué no te vas de ahí?

—No puedo. El barrio me va a matar. A veces pienso y digo: me gusta vivir aquí. La gente me conoce, me saluda, soy alguien. Los domingos son mis días favoritos: las familias en las esquinas, conversando, comiendo, y las cervezas en el piso y las bromas y las risas y los chismes y ahora, que me pongo a pensar en todo eso tengo que confesarte algo: tengo miedo. Sobre todo en las noches. Un terremoto y estoy frito. Me quedo pensando eso y a veces no puedo dormir. De qué sirve todo el barrio, si al fin y al cabo el barrio me va a matar. No sé. Quisiera irme también, a cuidar mi vida. Tengo miedo de morir. Este techo parece que tuviera un reloj de arena. Un terremoto y todo se viene abajo, sobre mí, y adiós Henry Montalbán. Con esta artrosis ni correr puedo. Ojalá que me agarre durmiendo, así ni lo voy a sentir. Debe doler un techo en la cabeza, ¿no lo crees? O quizás unos vidrios en el pecho. Que sea rápido, si es que pasa, claro está. Y que me encuentren, no importa si es varios días después, pero que lo hagan. ¿Tú podrías darme una mano con eso? Es solo hacerles acordar, no te pido que vengas a buscarme, vives muy lejos. Que me entierren al ladito de mi madre para estar juntos. Promesas son promesas.

Le pido permiso a Henry para ir al baño. Pero si no hay agua, me dice cuando ya le di la espalda. No importa, le respondo con la voz entrecortada.  En realidad me he ido para llorar, lejos de él, así puedo llorar de verdad.

Me limpio las lágrimas de tristeza y rabia y regreso y le pregunto: ¿Nunca ha venido alguien a ofrecerte ayuda? Sí, a veces vienen, pero es más para la prensa y la foto. Luego de eso no los vuelvo a ver. De momento no hay nada concreto. ¿Y te irías?, le pregunto entusiasmado. Se queda pensando. Piensa mucho tiempo. No lo sé, me responde. Ya no hablemos de eso, no va a pasar nada, soy inmortal, me dice. No va a pasar nada, también le respondo. Si hay terremoto te agarrará en la calle. En la noche no hay muchos, lo acabo de leer en el periódico de la esquina. Sí, me dice, esos periódicos investigan bien sus cosas. Así es, Henry, le digo, por algo son periodistas, así que algo deben saber de lo que escriben. Si dicen que no será en la noche, pues será en el día, así que trata de estar más en la calle, molestando a la gente, como te gusta. Y cuídate, por favor, Henry. Cuídate mucho.