“Violencia”, “víctima”, “ataque”, “violación”, “amenaza de muerte”. Duele y preocupa la constante aparición de estas palabras en los medios, refiriéndose a violencia y/o abuso entre parejas, contra niños o contra personas atacadas por su orientación sexual.

Hace unos días, los peruanos vimos indignados el video de la cobarde agresión de Camino Forsyth a su enamorada en Miraflores, agresión muy similar a la que padeció Arlette Contreras en un hotel en Ayacucho en el 2015. Solo al respecto de violencia contra la mujer, los casos atendidos en los Centros de Emergencia Mujer entre el 2002 y el 2014 crecieron en promedio 5.11% anualmente.

En respuesta a la violencia de género, en varios países de Latinoamérica se han organizado marchas bajo el slogan #NiUnaMenos.

En respuesta a la violencia de género, en varios países de Latinoamérica se han organizado marchas bajo el slogan #NiUnaMenos.

Esta atemorizante serie creciente de eventos violentos, cuya data existente no es exacta puesto que muchas víctimas deciden no denunciar, deberían incentivarnos a reflexionar sobre los desaciertos que nos hicieron llegar a esta presente situación donde la violencia parece normalizarse. A continuación, va una reflexión que busca entender por qué es que se llega a experimentar violencia en nuestra sociedad peruana en particular; y también por qué es  que esta violencia parece no tener limitantes válidos para frenarla.

Los errores previos

Ernesto Sábato, en su libro El Extranjero, presenta una potente historia en la cual un hombre pierde los estribos debido al calor excesivo del sol de verano en una playa y llega a asesinar a otro hombre.

En el mundo real, hace falta mucho más que estrés momentáneo para decidir asesinar. La capacidad que tenemos de controlar nuestro comportamiento depende, en gran medida, de nuestra inteligencia emocional. Un estudio en la India en el 2015 con reos presos por violencia concluyó que estos tienen en promedio menor puntaje en exámenes de inteligencia emocional que individuos normales . ¿Está el sistema penitenciario peruano acertando en mejorar la inteligencia emocional de criminales violentos?

De acuerdo a la Facultad de Salud Pública del Reino Unido (FPH), hay probabilidad de comportamiento violento para sobrevivientes de violencia doméstica y abuso infantil. En este sentido, y dadas las cifras actuales de violencia doméstica y abuso infantil en el Perú, se hace necesario el correcto diagnóstico de la situación de la salud mental de la población para, a partir de ello, planear una política de Estado para la salud mental y educación emocional, que busque a largo plazo disminuir la incidencia de violencia en la sociedad.

 

Él es Daniel Goleman, médico americano pionero en postular la inteligencia emocional en su libro Emotional Intelligence, publicado en 1995.

Él es Daniel Goleman, médico americano pionero en postular la inteligencia emocional en su libro Emotional Intelligence, publicado en 1995.

Por lo pronto, de acuerdo al Instituto Nacional de Salud Mental, existe escases de servicios de psiquiatría, y como lo indica la UPCH, no hay suficientes profesionales de salud mental, ni recursos financieros para la atención, cuidado y prevención .

Los errores posteriores

Ya se dio la situación de violencia. Quizás no haya sido la primera vez, quizás esta sea la última vez que la víctima lo permite; pues hoy tomó valor y fue a denunciar a su agresor a la comisaría.

Sin embargo, al llegar al mencionado recinto encuentra un escenario casi tan frívolo como el pintado por su agresor: los policías minimizan la agresión, o le dicen a la víctima que no es acreedora de la protección a la que tiene derecho por su condición sexual, o peor aún, llegan a burlarse de la situación de la víctima. Si es que no hay empatía de los policías, representantes de la Ley ante los ciudadanos, con las víctimas ¿Cómo esperamos que la ley permita que la violencia siga siendo monopolio solo del Estado y no una conducta normalizada de los ciudadanos violentos?

domestic violence

Las instituciones tales como la Policía son las primeras llamadas a dar asistencia a víctimas de violencia doméstica.

O puede que la historia sea distinta. Los policías acceden rápidamente a elaborar la denuncia, pero el burocrático proceso posterior no da garantías a la víctima por su vida, como resguardo policial u órdenes de alejamiento. Entonces, el agresor se venga de su víctima con más violencia, o incluso ocasionándole la muerte. ¿Está la ley protegiendo adecuadamente a las víctimas que denuncian?

O quizás, y finalmente, se logra el encarcelamiento del agresor. ¿Qué mecanismos existen en el sistema penitenciario para reformar a los agresores y asegurar que su reinserción en la sociedad garantice que será un buen ciudadano? ¿Está segura la víctima una vez que el agresor sale libre? Quizás nunca pueda sentirse segura.

El círculo vicioso

Si queremos acabar con algo, debemos primero comprenderlo. La violencia no es solo el acto del “pegalón” de mujeres, o del violador de menores. La violencia es parte de un círculo vicioso entre lo que la causa, y lo que la castiga (o debería castigarla, pero no lo hace). Podemos atacar la violencia atacando nuestras necesidades de salud pública mental y de instituciones poco empáticas e ineficientes.