“La opinión es la forma más básica de conocimiento humano. No requiere tomar en cuenta o entender. La mayor forma de conocimiento es la empatía, pues requiere que suspendamos nuestro ego y vivamos en el mundo de alguien más. Requiere un propósito profundo más grande que el entendimiento individual.”
Bill Bullard.

Este 15 de agosto se cumplieron 10 años desde esa fatídica tarde de otoño en la cual el suelo de Pisco, a las 6:40 p.m., tembló hasta dejar 596 víctimas mortales, 2 220 heridos y 432 000 damnificados. La ciudad de Pisco no volvería a ser la misma, hasta ahora.

¿Elegimos no recordar?

¿Elegimos no recordar?

Tal vez estas congestionadas semanas de huelgas en nuestro país expliquen la poca importancia que le dimos a la conmemoración de los que fallecieron y, más aún, de los que siguen siendo damnificados de una reconstrucción que nunca llegó. O tal vez no.

Conmemorar nos permite dar un espacio especial para el recuerdo y reflexión, más allá de lo que logran titulares en periódicos o noticieros. ¿Qué le toma a una sociedad el poder ser empática y recordar, a modo de respeto, un evento lamentable que afectó en muchos ámbitos a sus propios compatriotas? Resaltemos la palabra empatía.

¿Por qué los peruanos, como nación, ejercemos una empatía un tanto laxa con las víctimas de desastres?”

Planteo esta cuestión en relación a la frívola manera en la que recordamos a las víctimas no solo de Pisco, sino también del más reciente Fenómeno del Niño Costero que azotó al norte peruano este año. ¿Por qué preocuparnos más por el precio de los limones que por quienes solían vivir gracias al cultivo y comercialización de este? ¿O por qué hacer más ruido basados en los matices políticos de las contrataciones estatales por las casas prefabricadas, en vez de hacer ruido por la situación humanitaria, calidad de vida e higiene pública en los sitios aún en emergencia? ¿Dónde quedó #UnaSolaFuerza?

Hay una parte de Perú que aún no está a salvo.

Hay una parte de Perú que aún no está a salvo.

Este punto me lleva, inevitablemente, a pensar en cómo otras sociedades han ejercido la empatía con víctimas de desastres o hechos lamentables en sus propios países. Por ejemplo, en Turquía, este año se cumplió el 18º aniversario del sismo que sacudió la región de Marmara. En la localidad se conmemoró a las víctimas con una ceremonia que constó de una misa, una exposición de fotografías sobre el desastre y llevar coronas de flores al monumento con el nombre de las víctimas mortales, así como una tradicional celebración de luto dejando claveles al mar. Funcionarios del gobierno también participaron de esta ceremonia.

Memoria.

Memoria.

Por otro lado, Japón sufrió en el 2011 un terremoto de magnitud 9.0 y un tsunami que afectó a las regiones norteñas dejando más de 18 000 fallecidos y desatando una crisis nuclear en Fukushima. Las conmemoraciones anuales incluyen homenajes a las víctimas en todas las regiones del país, y a las 2:46 p.m. de la hora local de donde ocurrió el terremoto, guardan un minuto de silencio recordando el momento exacto del terremoto. Si bien este 2017 los emperadores no pudieron asistir a las ceremonias en las regiones más afectadas, los años pasados, los dos asistieron. Incluso en ciertos países que suelen sufrir de terremotos constantemente, como El Salvador, las embajadas japonesas también realizan ceremonias conmemorativas, reafirmando su compromiso de apoyo económico y técnico a países de escasos recursos cuando también sufran los estragos de estas catástrofes.

Emperador y emperatriz dirigiendo el homenaje anual a las víctimas del terremoto y tsunami de Fukushima.

Emperador y emperatriz dirigiendo el homenaje anual a las víctimas del terremoto y tsunami de Fukushima.

Y por último, pero no por eso menos importante ¿qué hay de la empatía demostrada por el gobierno bajo el cual ocurrió este terremoto? Si es que poseen algo de empatía en sus filas… Quizás lo más adecuado –y respetuoso- habría sido que el APRA, como fuerza política que aún cree ser, enfatice la necesidad moral de promover espacios de conmemoración y homenaje a las víctimas del terremoto de Pisco.

Este año, una vez más, somos testigos de otro aniversario de nuestra falta de empatía colectiva como peruanos, tanto de los ciudadanos como de la clase política. Cabe preguntarnos, como lo hicimos líneas arriba, ¿qué le hace falta a una sociedad para ser capaz de pensar más allá del individualismo inherente de la persona y sentir empatía por la situación particular del otro? ¿Es acaso esta característica de nuestra sociedad resultado de la educación que recibimos? Lo cierto es que instituciones de la más alta reputación mundial en educación, como lo es el MIT, reconocen el rol fundamental que cumple el estudio de humanidades, tales como artes, filosofía, sociología, etc; en la formación moral y cívica de las personas. ¿Está en el mayor y mejor estudio de humanidades la vía hacia una sociedad más empática y compasiva?