El espíritu de Freakonomics dice que la teoría económica puede usarse para entender cualquier fenómeno de la vida cotidiana. Llevando este razonamiento al extremo, me he animado a analizar una actividad que realizamos literalmente todos los días: hablar. En concreto, creo que la actividad de hablar se rige por los principios de la oferta y la demanda.

Prometo que la idea tiene más sentido de lo que parece.

Prometo que la idea tiene más sentido de lo que parece.

Pensemos en que hablar es un bien que tiene valor en sí mismo y que las personas lo intercambian en un mercado imaginario: algunos hablan (ofertan su habla) y otros escuchan (demandan habla). Además, consideremos que la unidad de medida del intercambio es el tiempo destinado a hablar o escuchar y que el precio que rige el mercado es un valor subjetivo atribuido al habla. Este valor subjetivo constituye un costo de oportunidad: cuánto valoro la mejor actividad que dejo de lado por dedicarme a hablar (en el caso de los ofertantes) o a escuchar (en el caso de los demandantes). Así, si la mejor actividad que uno deja de lado por hablar con “alguien” (ustedes sabrán quién) es ver un partido de la selección, y uno valora mucho poder ver el partido de la selección, entonces el precio de hablar con dicha persona es muy alto.

Cuando la cantidad ofertada de habla es igual a la demandada, se dice que el mercado se encuentra en equilibrio. Esto se encuentra ilustrado en el siguiente gráfico:

En este modelo, existe una oferta de habla compuesta por habladores, y una demanda por habla constituida por oyentes. En el equilibrio, la cantidad de habla que se ofrece es igual a la que se quiere recibir.

En este modelo, existe una oferta de habla compuesta por habladores, y una demanda por habla constituida por oyentes. En el equilibrio, la cantidad de habla que se ofrece es igual a la que se quiere recibir.

Ahora bien, ¿es razonable pensar que el mercado está en equilibrio? De hecho, no. Por un lado, pueden existir desequilibrios entre la oferta y la demanda por habla: las personas tendemos o a hablar de más, lo cual constituye un exceso de oferta de habla; o a hablar de menos, lo cual implica un exceso de demanda por habla. Por otro lado, pueden existir fallas en el mercado tal que la cantidad de equilibrio socialmente deseable no sea igual a la que efectivamente se obtiene por el libre mercado: el caso más conocido es el de externalidades. Para entender mejor por qué muchas veces no estamos en equilibrio, veamos cada uno de estos casos con ejemplos:

i) Exceso de oferta: cuando hablamos de más

En este caso la cantidad de habla que los oyentes desean recibir (demanda por habla) es menor a la que efectivamente reciben (oferta de habla), porque quienes hablan lo hacen de más. Consideremos el ejemplo de invitar a salir a alguien: en el intento por tratar de causar la mejor impresión posible podemos caer en el error de hablar más que lo debido, y así acaparar la conversación e incluso llegar al extremo de decir cosas completamente fuera de lugar. Un ejemplo ficticio es el de Ted Mosby:

Ted Mosby es un caso emblemático de sobreoferta de habla…

Ted Mosby es un caso emblemático de sobreoferta de habla…

ii) Exceso de demanda: cuando hablamos de menos

En este caso la cantidad de habla que los oyentes desearían recibir (demanda por habla) es mayor a la que efectivamente reciben (oferta de habla), porque quienes hablan lo hacen de menos. En el ejemplo de invitar a salir alguien, podríamos pensar en que si se generan silencios incómodos que no son propiamente llenados con small talk entonces se está hablando de menos.

Di lo que sea. Solo habla.

Di lo que sea. Solo habla.

iii) Externalidad negativa por el lado de la oferta

En economía, una externalidad negativa por el lado de la oferta se produce cuando el productor de un bien no asume el costo total de su participación en el mercado, por lo que una gran parte de esos costos son asumidos por la sociedad en conjunto. Para entender la existencia de este fenómeno en el mercado del habla, consideremos el caso de Donald Trump.

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Trump está ofertando bastante habla en los últimos tiempos…

Siguiendo la lógica de oferta y demanda, podemos pensar en que existe un mercado del habla para las elecciones presidenciales en Estados Unidos: quienes ofertan habla son los candidatos, y quienes la demandan son los electores estadounidenses y un grupo adicional de personas interesadas en política a nivel mundial. No obstante, pareciera que en estas elecciones el mundo entero está al tanto de las desfachatadas declaraciones que realiza Trump.

Incluso aquellos que usualmente no tienen interés en la política han tenido que tolerar desubicados comentarios del candidato republicano como proponer construir un muro entre EEUU y México, y hacer que este último pague por él; jactarse de que evadir impuestos demuestra poseer una inteligencia superior; o quejarse de que el sistema electoral está amañado y amenazar con no reconocer la validez del resultado de las elecciones, entre muchos otros. Por lo tanto, se podría decir que la cantidad de equilibrio de habla en este mercado, debería ser mucho menor a la que actualmente se tiene: la mayoría se contentaría con que Trump hable menos o con que calle para siempre. En este sentido, podríamos pensar en que el costo que la sociedad asume por las declaraciones de Donald Trump es mayor al costo en el que él incurre al hablar (en Economía se dice que el costo social es mayor al privado).

A veces, hay que intervenir en el mercado (?)

A veces, hay que intervenir en el mercado (?)

¿Qué podemos extraer de todo esto? Si somos pesimistas, que incluso una actividad tan simple como hablar puede convertirse innecesariamente en compleja. Pero, si nos animamos a pensar fuera de la caja, que literalmente cualquier cosa puede ser entendida mejor con herramientas económicas tan básicas como el modelo de oferta y demanda: aunque nadie efectivamente piense en ofertar o demandar habla al hacerlo, esto no quita que la actividad de hablar se pueda explicar de manera completa y ordenada siguiendo este modelo. Así, cualquiera puede animarse a realizar un análisis económico simple de bienes, como el habla, que no suelen ser vistos desde esta perspectiva.

Información adicional para los realmente interesados:  

Dejé para el final un análisis más detallado de cómo se construye la oferta y la demanda en el mercado del habla. Esto podría profundizarse incluso mucho más, pero probablemente estaría sobre ofertando la explicación (?).

Por el lado de la oferta, las personas que hablan se enfrentan a una disyuntiva: cuanto más tiempo dedican a hablar, menos tiempo les queda para realizar otras actividades. En este sentido, se podría decir que cada minuto adicional dedicado a hablar entraña un costo cada vez mayor (lo que en economía se conoce como costo marginal creciente). Por ejemplo, si tienes que terminar un trabajo, cada minuto adicional que utilizas en hablar por Whatsapp es un minuto menos disponible para concluir dicho trabajo (a menos que estés hablando sobre algo relacionado al trabajo, que no es el caso). Si consideramos que al disponer de menos tiempo para realizar una actividad, las personas tendemos a apresurarnos y hacer las cosas con menos cuidado, podría argumentarse que cada minuto adicional que dedicamos a hablar por Whatsapp reduce cada vez más la calidad del trabajo que debemos realizar.

Mientras que por el lado de la demanda, las personas que escuchan también se enfrentan a una disyuntiva: cuanto más tiempo se dedican a escuchar, menos tiempo les queda para realizar otras actividades. Por lo tanto, se podría decir que cada minuto adicional dedicado a escuchar es menos valioso (lo que en economía se conoce como utilidad marginal decreciente). Para ilustrar este punto, pensemos en que no es lo mismo escuchar a hablar a alguien que está contando un chiste por un minuto, que hacerlo por 15: llega un momento en el que te cansas.

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Cuando estás obligado a escuchar de más…