El primer significado de la palabra pasión corresponde al vivo deseo por una acción o por una persona. ¿Quién no ha sentido pasión al realizar algo que realmente nos fascina? Nos conectamos con nuestro interior, sonreímos para nosotros, y sentimos tanta calma como emoción recorriendo por nuestro cuerpo. Cuando sentimos pasión, creemos que tenemos la respuesta a cuál es el sentido de la vida. Es simplemente mágico, esto de ser humanos. Sin embargo, otra de las acepciones de la bella palabra también es padecimiento. Un claro ejemplo es la pasión que vivió Jesús de Nazaret en una semana como esta, hace casi dos mil años. Hoy no quiero hablarte sobre la pasión de Cristo, con todo el respeto que se merece. Sino más bien, sobre la pasión de Cristian, un pequeño niño que he dejado de ver.

Como es habitual para mí, cada vez que me dirijo de la universidad a mi hogar, el bus que tomo se detiene en el cruce de las avenidas Canadá y Nicolás Arriola. Sin embargo, en una tarde que parecía de las más rutinarias, pude ver desde mi ventana una voltereta impresionante sobre el cruce peatonal. “Cristian” pude leer en la descosida camiseta deportiva que llevaba aquel niño, quien luego de culminar su espectáculo, pasaba con una sonrisa a recoger las monedas que podía obtener de su público motorizado. Después de cambiar la luz a verde, los autos avanzaron pero mi bus no, una mala costumbre de las frecuentes. Aquel niño estaba ya sobre el jardín de en medio de las vías con otros pequeños, tomando un respiro para la siguiente función que empezaría en unos segundos. Luego de frotarse las manos raspadas, sacudirse el polvo de encima y coordinar con su amigo que ya estaba al otro lado del cruce, esperaban que el ámbar pase a rojo para empezar la nueva función. Algo pasaba con mi bus, seguía detenido.

Esa segunda vez sí pude ver la función completa, los primeros cuarenta segundos del minuto en rojo consistían en piruetas que mi ignorancia en gimnasia no podría clasificar, pero que requerían de una agilidad que solo Cristian y su amigo tenían. Luego de hacer unas reverencias para agradecer al somnoliento y ligeramente sonriente público, pasaron a recoger las monedas. Hasta ahora llevo conmigo la pena de no poder colaborar.

Después de no verlo por varios días, subió repentinamente a mi bus. Esta vez con una pequeña amiga, o tal vez era su hermana. Las palabras fueron las que uno suele escuchar de quienes lamentan incomodar nuestro viaje. Él llevaba una caja de frunas Ambrosoli y ella una bolsa de los caramelos de yogur de fresa que siempre me han gustado. Una parte de su discurso me conmovió realmente. Dijo que hacía todo por su pasión: entrar al circo que se presenta por su barrio durante cada julio. Las saltos y los aplausos, llenaban de vida su pequeño pecho. “La práctica hace al maestro” le enseñaron en la escuela, y a nosotros nos contó sobre la suerte que tenía, pues su familia le dejaba practicar en las calles de La Victoria. Conmocionado compré ambos tipos de golosinas, deseando que mis monedas como panes puedan multiplicarse; luego los vi descender. Tras agradecer nuevamente al conductor y a la cobradora que los dejaron entrar, fueron a la espera del siguiente bus, uno que yo deseaba que los lleve a casa, como la suerte que yo tenía con el mío. Hasta ahora no lo he vuelto a ver.

Me he mantenido atento cada vez que he pasado por el mismo cruce, a la misma hora de siempre, y nada. Me reconfortaría saber que están haciendo tareas escolares o que están en su hogar abrigados, pero me desconsuela ver a más niños de junto al cielo como él, por varios cruces que tiene esta enorme ciudad. Sigo preguntándome si la pasión de Cristian es la del significado más alegre o del más triste. Claramente para mí es algo infausto, pero no sé si él lo sentirá así. ¿Hay acaso un sueño más vivo que el de un niño? Espero que su pasión sea más de la primera que de la segunda acepción. Que si es más como la segunda, que acabe en victoria. Que sea pronto su Domingo de Gloria.

Espero verte pronto, Cristian. Yo con más monedas y tú con uniforme.

Editor: Renato Hurtado.