Hace exactamente un año, PPK y Keiko sostuvieron una amena charla con el Cardenal Juan Luis Cipriani. Allí acordaron que las diferencias entre los partidos que cada uno lidera serían dejadas de lado para anteponer el beneficio del país. Una de las declaraciones más importantes fue la que pronunció Keiko Fujimori, respecto a la labor que tendría su bancada en este gobierno:

Fuerza Popular respetará y fortalecerá la democracia y respetará el orden constitucional. (…) Vamos a continuar con nuestro mandato, que es ser una oposición constructiva”.

En el último año, y sobre todo en las últimas semanas, hemos visto que a estas palabras se las llevó el viento. Si bien la labor del Ejecutivo tampoco ha sido excepcional, sí se ha visto limitada por el accionar fujimorista en distintas oportunidades. Ejemplo de ello son los cinco ministros designados por PPK que abandonaron sus cargos o se vieron obligados a hacerlo por decisión del Congreso. A este saldo se suma la reciente moción de vacancia presidencial que se debatió hace unos días y la cual confirma el poder que tiene el partido de Keiko Fujimori en el actual gobierno, tanto que logró pactar un “negociazo” histórico de vacancia por indulto al expresidente Fujimori.

No duró mucho el pacto

El país fue puesto en el ojo de la tormenta con el reciente pedido de vacancia presidencial encabezado por el fujimorismo, y luego por el indulto al expresidente Fujimori. En este evento, el clima político parecía ubicarnos nuevamente en época electoral, donde los candidatos de segunda vuelta disputaban voto a voto la presidencia. La incertidumbre generada tuvo efectos de corto plazo como la subida del tipo de cambio a raíz de la especulación y la postergación del proyecto minero Michiquillay, cuya inversión asciende a US$ 2,000 millones. La inestabilidad en el panorama incluso hizo eco en los medios internacionales que, en su mayoría, defendían al gobierno. Por otra parte, algunos de los principales medios locales instaban a defender la democracia de lo que podría ser considerado como un golpe de estado encabezado por los congresistas de la oposición.

Las decisiones que finalmente se llevaron a cabo, principalmente las de Kenji Fujimori y del partido de izquierda Nuevo Perú, fueron decisivas para el futuro de PPK. De igual forma, dejaron entrever la fractura de la bancada fujimorista, la cual, al parecer, ya no sigue a un único líder. Por otro lado, partidos como el Apra y Acción Popular, que en un inicio decidieron votar en bloque, también se vieron divididos, siendo el caso del Apra el más resaltante, pues siempre se expresaron en contra de que el presidente continuara al mando del país. Hoy, tenemos como resultado fuertes discusiones entre miembros de las distintas bancadas, lo cual es una clara señal de que existen diversos y fuertes intereses dentro de cada partido que pueden llegar a fraccionar decisiones tomadas en conjunto.

Hoy también ya sabemos por qué Kenji Fujimori y sus diez congresistas votaron en ámbar. El indulto de Alberto Fujimori en Nocheno tan Buena días después del debate de vacancia dejó en clara evidencia – por si no había la sospecha – la existencia de un intercambio de regalos (?) entre PPK y la oposición. A pesar de haberlo negado en reiteradas ocasiones, PPK no solo otorgó el indulto, sino también el derecho de gracia, con el cual Fujimori se libra de todo proceso o juicio pendiente que afronta. Los políticos también mienten, duela a quien le duela.

Estos sucesos tienen diferentes ganadores y perdedores dependiendo del ojo con el que se vea. En mi opinión, los grandes ganadores fueron Alberto y Kenji Fujimori, el primero porque sale en libertad y el segundo porque se perfila como sucesor de su padre al 2021. PPK, por su parte, ganó tiempo al mando pero perdió a la mitad del Perú+1 que lo eligió, principalmente representada por la izquierda en el Congreso. Finalmente, perdemos todos, no por la liberación de Fujimori o la permanencia de PPK, sino porque nos convertimos en ciudadanos de un país en el que no se puede confiar en la palabra de nuestro máximo mandatario ni en la mayoría congresal que nos representa. Así, volvemos a sentirnos decepcionados de nuestro gobierno y seguimos acostumbrándonos a las bajas tasas de aceptación presidencial.