Recientemente, al Perú han llegado unos invitados muy especiales (y no me refiero al Papa) que han reabierto el debate en el país sobre la migración. Nuestros vecinos venezolanos, mejor conocidos como “venecos”, atraviesan una de las peores crisis de su historia, por lo que se han visto obligados a dejarlo todo y empezar de cero en distintos países de la región, principalmente en Latinoamérica. Si bien nuestro país se está adaptando a esta nueva ola de inmigrantes, ¿todos estamos felices de recibirlos y comer arepas o existe un problema de fondo?

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Ante la difícil situación que atraviesa Venezuela, muchos ciudadanos buscan refugio y un nuevo comienzo en nuestro país. La Superintendencia Nacional de Migraciones estima que, a la fecha, hay aproximadamente 100 mil venezolanos en el Perú, de los cuales, 21 mil recibieron el Permiso Temporal de Permanencia en nuestro país en 2017 y, tras la ampliación del plazo para obtenerlo hasta junio de 2019, se espera que muchos más regularicen su situación. Este permiso permite a esta comunidad regularizar su situación migratoria durante un año y desarrollar actividades dentro del marco de la legislación peruana, como trabajar, estudiar, acceder a servicios de salud, entre otras.

¿Cuándo surge el problema entonces? Cuando se empiezan a hacer recurrentes comentarios despectivos, cuando se acaba la tolerancia y empieza a hablar la envidia y el resentimiento y cuando, finalmente, las palabras se tornan en maltratos físicos y sicológicos.

La actitud de miedo que se ha apoderado de algunos peruanos es entendible hasta cierto punto. Es normal que, después de un tiempo, un host se canse de proveer cosas que, muchas veces, incluso faltan en su hogar. A esto se suma la inestabilidad política, el desempeño del mercado laboral y la agenda aún pendiente del Gobierno y de cuya ejecución necesitan muchos peruanos (ej: la Reconstrucción del Norte). El principal cuestionamiento y miedo que surge a partir de la llega de los venezolanos es debido a la necesidad de empleo, motivo por el cual están dispuestos a aceptar salarios más bajos en determinados puestos. En el corto plazo, se estima que esto sí tendría un efecto negativo en la economía, pues la situación de los venezolanos los hacen susceptibles de caer en la informalidad (la cual bordea el 70% en nuestro país). Sin embargo, en el largo plazo la economía, en su conjunto, se vería beneficiada.

Por otro lado, no debemos olvidarnos que, así como hoy nos toca ser hosts, alguna vez fuimos (e incluso, seguimos siendo) huéspedes. Sin ir muy lejos, ¿cuántos peruanos decidieron ir en busca del famoso “sueño americano” y abandonaron nuestro país en búsqueda de mejores oportunidades? Según la Oficina del Censo de Estados Unidos, en 2016 se registraron más de 600 mil peruanos en dicho país. Un dato que también cabe resaltar es que aproximadamente 80 mil peruanos se encuentran actualmente residiendo en Venezuela. Una de las migraciones más grandes de la historia de nuestro país se dio durante los años 80, en medio del terrorismo y una hiperinflación que nos recuerda lo que actualmente viven nuestros hermanos venezolanos.

Si hay algo que se puede rescatar de la situación que actualmente viven nuestros hermanos venezolanos son el esfuerzo, las ganas y el empuje que tienen por salir adelante. No debemos cerrarle las puertas a nadie que busca escapar de una situación insostenible en su propio país y que solo quiere progresar por sí mismo o por su familia. Al fin y al cabo, uno nunca sabe qué puede pasar de acá a unos años en el Perú. Los motivos de emigración son diversos y, así como quisiéramos encontrar oportunidades, es nuestro momento de ofrecerlas.

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