Yo he visto caminar muertos, por las calles frías de Lima, que arrastrándose con rostros pálidos miran el suelo realizando remilgos insensatos. Ellos andan, a medias, con sus largos brazos desganados metidos en los pantalones o agarrando con firmeza sus carteras. Si se les pregunta cómo están responden que bien, y a continuación se distraen leyendo el periódico como digiriendo la pregunta. En su camino a la rutina, todos los días yace una caléndula que se muestra hermosa al mundo, sobre todo en su temporada veraniega donde califica como radiante e intensa. Lástima que nadie la vea con profundidad ni rescate de ella sus secretos y enseñanzas, ya que hasta una flor tan pequeña quiere enseñarnos cuál es el sentido de su existencia frente a la amenaza de ser pisada o serle indiferente a todo aquel que camine cerca de ella. Ella es intensa como toda la naturaleza, y apasionada. Muy apasionada.

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Cuando joven, un día mis padres me preguntaron: pero hijo, ¿de qué vas a vivir? No tenía ni idea, yo solo quería hacer arte, aunque también aspiraba independencia. Confundí, en aquel entonces, el ganar dinero con el vivir. Vivir debió ser un acto intenso de pasión consciente y de compromiso fidedigno. Motivo que es nuestra vida, esta ha de conllevar la mayor de las determinaciones. Sin embargo, yo sé que me equivoque como muchos otros, escogí ver mi futuro como una obligación dolorosa, husmeando y acotando mi campo de acción. Hay que trabajar, hay que pagar las cuentas, hay que obedecer el jefe, hay que buscar otro trabajo que dé más dinero, hay que comprar un carro, una casa, hay que consumir y hay que seguir trabajando.

¿Cómo es que nos engañamos con el mañana o el quizá, como nos convencemos de que el statu quo puede que sea lo mejor por ahora? Insana religión de lo seguro, por ti vivimos aferrados a lo fácil, y el corazón siempre fue lo más arduo. Todo el mundo quiere estar protegido del fracaso, del error y del tiempo perdido. Nunca hay tiempo perdido para el que como águila se arroja al vacío. No pierde tiempo el que viaja, el que emprende un negocio, el que hace voluntariados, el que cura animales y tranquiliza bestias, no pierde tiempo el que hace teatro, danza, estudia cocina o debate en un concurso inter universitario. Si es que todo esto lo hace con avidez. No pierde tiempo el que sigue los dictados de su corazón. ¿Qué es lo que se puede perder? Siempre sentimos que perdemos cuando nos abandonamos… cuando no es así.

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Séneca en su opúsculo “Sobre la brevedad de la vida” dice lo siguiente: “Los hombres creen que tienen un tiempo escaso de vida, y se quejan, cuando en realidad es lo contrario, el tiempo es largo, el problema es que pierde demasiado”.

El presente ya se fue en este mismo momento, es como la sombra que queremos asir; no obstante, es etérea. Todo es tan raudo. La vida… es un reloj de arena, ni tan gigante, que transcurre sin detenerse. Yo veo en los crepúsculos los shinigamis volar, con sus enormes alas sombrías, a la espera de lo suyo. En las madrugadas me despierto con Anubis dentro mío, y en mis pesadillas veo a Artropos expectante de mi acallar. La voz del silencio opera en mis días, maquinando ideas extrañas, y una de cada mil nubes amorfas me traen la nostalgia de las malas decisiones. Nunca es tarde para vivir en acorde a lo añorado o soñado. El futuro es pues, ni tan grande ni pequeño. La recompensa ni siquiera está garantizada en yenes, rublos o denarios, ni el reconocimiento tendría que ser presente. Uno puede ser feliz hasta dando su vida por liberar a una alondra. La promesa solo es para uno mismo, y al final, en el último suspiro la satisfacción más grande será el hacer lo que siempre se quiso hacer por siempre y para siempre.