«Juega Perú. A veces, gana; otras no. No importa el resultado. Importa que juega».

Es así. Es la bola que curva. Es el tiro desviado. Es la atajada fenomenal. Es el chute que impacta el travesaño. Es la definición magistral. Es la jugada conjunta. Es la colocadita. Es la genialidad, la chiripa, la frialdad, la elegancia, el jugadón, el amage, el taco, el one-two, el pique, el chanfle, el rebote, la anticipación. Lo es, también, el pásala, el llévatelo, el patea, el tapa, el sal, el corre, el pícala, el marca, el cabecea. Es con quien ansiosamente lo viste, con quien la alentaste, con quien lo gritaste. Es todo un conjunto de conductas y una cultura compartida. Líneas arribas mencionado, son expresiones, situaciones, ironías, escenarios, conflictos, momentos, son dolores y son angustias.

Y la selección, su juego es pasión compulsiva, masoquismo psicológico, idealización idílica, ruleta rusa. Juega Perú. Los colegas lo comentan, las radios lo narran, los televisores lo repiten, las redes se llenan de videos, los bancos hacen preventa, el Estadio revienta de revendedores, los hinchas se juntan, las hermanas buscan sus almas gemelas, las parejas se entienden, los adultos bien creen o se hacen los duros. Pero es inevitable. Desde el vendedor de caramelos hasta el practicante profesional. Desde el limpiador de autos hasta la ama de casa. Desde el gobernador regional hasta la profesora de natación. Desde el escolar hasta el taxista. Desde el ministro hasta el lustrador de botas. Los canales que emiten el partido revientan en audiencia. Los bares se llenan de gente. Las casas conservan a las familias. El transito se evapora. Y si un carro avanza en el desierto, tiene la radio prendida: “Quería pasar Carrillo. Lo aguanto bien Arboleda. Pero ha quitado Perú con Flores. La tiene Flores. Flores se toma su toma su tiempo. Sigue Flores. Flores al arco…”

Cuando juega Perú, todos somos iguales. Los niveles de solidaridad, compañerismo, hermandad y comunidad se precipitan ¿Quién no ha celebrado un gol con un hincha anónimo, y hasta lo ha abrazado, en el estadio o en algún bar?

Cuando juega Perú, somos un solo corazón. Vencer para ser vencedores. Ambición y sueños, aspiraciones que colindan entre lo real y lo milagroso. Y todo en manos de once guerreros. Guerreros que han madurado con lágrimas. Guerreros que se han entendido en la cancha. Guerreros que blandirán la blanquirroja con orgullo. Mañana y el próximo martes, 31 millones de habitantes sentirán lo mismo. Juega Perú. Definirá su posición en la tabla. Definirá su clasificatoria. Definirá su presencia en la Copa Mundial de la FIFA Rusia 2018.

La fe me ciega, el amor me enloquece. Quiero alentar. Quiero amar. Y gritar como todo hincha: «¡¡Vamos Perú, carajo!!». Al diablo la historia, las estadísticas y el pesimismo resignado. Y tú, ¿alientas o te das por vencido?