Lunes. 12:14 a. m. Mi artículo sale este miércoles. No tengo tema. No tengo ganas de escribir. Estoy sentado y acabo de tirar un borrador más a la basura.

Este artículo no es una telenovela más que (posiblemente) pueda haber salido de mí. Es una reflexión sobre la falta de motivación y cómo solucionarla. ¿Que para qué sirve eso? Para trabajar bien, para amar bien, para estudiar bien. Para ser emocionalmente eficaces. ¿Dónde se encuentra la falta de motivación? Se encuentra en la falta de sensibilidad con uno mismo. Hoy quería escribir de una manera forzada; y en, consecuencia, lo hice pesimamente, con desgano. Después de unos intentos, comencé solamente a escribir lo que realmente quería escribir. Así de sencillo. Comencé con algo honesto: <<Lunes. 12:14 a.m. No hay tema. No hay motivación.>> Con esas palabras encontré mi tema. La verdad hace mucho que no escribo. El trabajo me absorbe; y, también, los cursos tan lejos de mi casa, mi pareja, mis amistades. Todos tenemos miles de cosas que nos alejan de alguna actividad en concreto. Y ese distanciamiento con nuestro oficio nos quita la motivación por ejercerlo. La dispersión es buena, pero su exceso provoca el olvido. Quizá por eso se tiran a la borda proyectos, sueños. Y quizá amores.

Esa es la segunda causa de la falta de motivación. La falta de enfoque. Mi vida apunta a miles de cosas. Hasta dejé de leer. El mes pasado terminé Cándido de Voltaire. Buena; pero deje Crimen y Castigo a medias, La muerte feliz a medias, El hombre rebelde a un tercio. (Usualmente tengo como meta leer cuatro libros al mes). Para colmo, mi jefe, sabiendo mis hábitos de buen lector solitario y esmerado, me regalo Conversación en la Catedral de Mario Vargas Llosa. Gracias, jefe. Pero estoy priorizando. Me suceden cosas que ameritan mi presencia. Vivir también es salir de las páginas.

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Hoy debo escribir y quería hacerlo como antes. Tenía muchas ideas. ¿Cómo sería Concepción Carhuancho en una dictadura? Se construirían más cárceles definitivamente. Lástima, que me faltaban todos los insumos para escribir sobre él. No soy abogado, pero con un par de entrevistas, un poco de televisión y unos libros, uno puede parecer perito en derecho procesal penal si su texto tiene el suficiente poder de persuación. He ahí la tercera causa, la falta de coherencia con uno mismo. Para redactar un artículo sobre Richard Concepción Carhuancho tendría que haber estado haciendo las cosas que mencioné; sin embargo no las hice. Hay personas que quieren salir a correr y no pueden. Claro, si se pasan la semana chorreados en la chamba, comiendo grasas día tras día y juergueando los fines de semana, como quieren decir el domingo: <<Ahora sí, hora del deporte>> No hay forma. Hay que ser coherentes. La cosa es mentalizarse, ser consecuentes.

La motivación es como una carga emocional. Cuando la tenemos, echamos chispa, somos como un sol que ilumina a otros. Pero, ¿cuándo no? Somos como un abismo, un mutismo andante. Un insolente agujero negro. Alguna vez hasta perdí motivación por conversar con las personas. Felizmente la recupere al cabo de un tiempo. (Pero de vez en cuando vuelvo a olvidarme de cómo conversar, en serio). ¿A qué se debe la falta de motivación? A esos factores que he mencionado: la falta de sensibilidad, la falta de enfoque y la falta de coherencia. Y ¿cómo recuperar la divina, sublime y deseada motivación? Invirtiendo la fórmula: sensibilidad, enfoque y coherencia. ¿Cuál es tu objetivo? ¿Ser el mejor en tu trabajo? Primeramente, sensibilízate contigo mismo, toca tu alma, ¿te gusta lo que haces? Segundo, enfócate si quieres ser el mejor. Levántate temprano, ponte metas, cumple objetivos. Tercero, se coherente, no chupes entre días de jornada, no estés coqueteando con la flaquita de Recursos Humanos en horario laboral, ni juntándote con los mediocres que solo quieren llegar al fin de semana.

¿Quieres terminar tu empresariado o llegar a quinto superior? ¿Quieres aprender un idioma? ¿Quieres escribir o leer más para el año que viene? ¿Quieres motivación? Pues búscala, yo te di mi formula, encuentra la tuya. Y no vayas a creer que esta cae como agua cuando abres la ducha.