¿Había o no una respuesta (políticamente) correcta? ¿’Normal’ si respondí mestizo? Luego de un buen descanso de 9 horas el domingo, es momento de cranear un poco y saber qué marcamos realmente.

Una de las escenas que más rescato de Fragmentos, obra que actualmente es presentada en el Centro Cultural de la PUCP, es aquella que retrata lo que muchas veces puede suceder en una reunión de jóvenes de clase media. De pronto, sale a colación el controversial tema de la homosexualidad. La representación es bastante verosímil: cuando se le pregunta al actor que asume el estereotipo del bacancito del grupo qué es lo que opina de un homosexual o, más aún, cómo se sentiría si tuviera un amigo homosexual, este atina por responder esa palabrita que ya casi se ha vuelto cliché cuando salen temas como este. Normal.

 

Sin títuloEl gran revuelo que en las últimas semanas ha venido causando el censo nacional, llevado a cabo el domingo pasado, no se debe precisamente a la controversia que generó la obligación de inmovilidad de 8 a 5, sino, sobre todo, a la famosa pregunta 25 de la cartilla que todos los peruanos debíamos contestar. Por sus costumbres y sus antepasados, ¿usted se considera…? De entre las ocho casillas a elegir, es innegable que la séptima, ‘mestizo’, fue la preferida por la mayoría. Pero, ¿qué es lo que verdaderamente hay de malo en esta elección?

Así como la gran mayoría atina a escoger el comodín ‘normal’ para responder preguntas sobre temas tan controversiales y cargados de conflicto como el de la aceptación de la homosexualidad, así también ‘mestizo’ es el comodín de la pregunta sobre la autoidentificación en el censo nacional 2017. ¿Cuál es el problema con sentirse así? ¿No somos un país pluridiverso, un conjunto de razas y estamos orgullosos de ello? El problema es que, con mestizo, lo que uno precisamente hace es evitar e incluso ocultar y negar esta ‘pluridiversidad’.

Para sustentar con un poco de historia, el término ‘mestizo’ fue sumamente usado allá por el siglo XIX, en el contexto post-independencia, cuando los proyectos de diversos grupos se peleaban por alcanzar el reconocimiento de ser la propuesta más “nacional” y por el de ser los más aptos para asumir la conducción de la reciente nación. ‘Mestizo’ fue entonces la estrategia para homogeneizar e invisibilizar las especificidades, sobre todo indígenas y afroperuanas, que podía suponer un obstáculo a defender intereses que, al fin y al cabo, siempre terminaban por ser los particulares de cada grupo. El tiempo pasó, las formas de gobierno cambiaron, pero el discurso homogeneizador llegó para quedarse. El resultado es que aún pensemos que reconocernos de esta manera es demostrar orgullo de nuestras diferencias.

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‘Mestizo’ es una palabra muy vaga. Si uno se pone a pensar detenidamente, ¿qué es lo que realmente implica ser mestizo? La potencialidad del término radica justamente en esta indefinición, en que puede asignar muchas cosas, en que cada persona le puede adjudicar la carga de significados que quiera dependiendo del contexto en que se encuentre; generalmente, contextos en que se quiere evitar ‘problemas’ o ‘malentendidos’. Si lo pensamos de este modo, es posible entonces que los habitantes de ambos lados del internacionalmente conocido ‘Muro de la vergüenza’ de Lima, ese que divide Las Casuarinas y Pamplona Alta, se reconozcan, de igual modo, como mestizos. Pero claro, es evidente que hay una razonable diferencia entre casas de más de 5 millones de dólares y aquellas armadas con plásticos y maderas que a las justas alcanzan los $300.

Ahora, haber colocado ‘mestizo’ no es un pecado. Uno realmente puede sentir que proviene de una mezcla de muchas cosas, que posee costumbres de distintas culturas, etc. Posiblemente más de la mitad de los encuestados piense de eso modo. La idea está en que seamos un poco más conscientes que existen ciertas palabras o discursos ‘normalizados’ que, al fin de cuentas, pueden tener el efecto contrario al que pensábamos.

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Algo que rescato como parte del revuelo de la pregunta es el despliegue de todo un arsenal de creatividad en las redes sociales que ya no se caracterizaba por seguir el típico mensaje ‘inclusivo’ o que no quería avivar la polémica de temas “tan complejos que es mejor evitarlos”. Los posts y memes más compartidos eran aquellos marcados por el cinismo, el sarcasmo y posibles clasificaciones para los que se sienten ‘marrones’ o ‘color puerta’. Esta obscenidad no censurable y, al contrario, celebrada, hay que verla como una opción más ‘saludable’ frente a las típicas respuestas o frases políticamente correctas: esas que homogeneizan, esas que prefieren términos tan vagos  como ‘normal’. El ‘racismo progresista’, en términos de Zizek, permite deshacernos de aquellos velos que, al generalizar, evitan enfrentarnos a conflictos profundamente anclados en nuestra sociedad desde hace bastante tiempo.

La pregunta 25 no solo ha permitido visibilizar la diversidad étnica del país y dar más elementos -tanto al Estado como a la ciudadanía- para comprender a las comunidades y pueblos indígenas. La pregunta 25 ha permitido aflorar conflictos que solo se profundizarán aún más si continuamos reprimiéndolos. Entonces, luego de la tormenta censal, no hay que dejar que llegue la calma. Al menos para seguir vacilándonos un poco más.