El lunes pasado, el Secretario del Tesoro de los Estados Unidos, Steven Munchin, anunció las nuevas medidas con respecto al robo de tecnología estadounidense. Es importante tomar seriamente esta acusación, pues se trata de una de las pocas veces en que Donald Trump realiza una incriminación a China que presidentes anteriores ya habían manifestado.

El servicio de inteligencia chino tiene, según fuentes oficiales de la Casa Blanca, más de 100 mil espías tecnológicos alrededor del mundo. Al igual que toda guerra, una guerra comercial requiere de redes de espionaje dignas de una película de James Bond. No te equivoques: China no se limita a plagiar películas y logos, sino que también tiene como objetivo de estado extraer tecnología del resto del mundo. Para poner un caso particular, ¿te has preguntado de dónde salen los pigmentos blancos de todos los productos comerciales? Lo más probable es que se trate del dióxido de titanio, presente en la pasta dental y la crema de las galletas Oreo. El secreto de la sintetización de este compuesto se encuentra guardado bajo siete llaves por el grupo DuPont, que obtiene substanciales ganancias nada más de la fabricación de este. O por lo menos, así era hasta el 2014, año en el que espías de una compañía china se encontraban trabajando para DuPont, donde lograron robar la fórmula. Dado que los espías eran en realidad espías del gobierno, era legalmente imposible perseguir la infracción sin antes llevar al gobierno chino a una corte internacional.

tfw te enteras de que el dióxido de titanio se trata con cloro

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Hasta acá, existe un consenso entre la mayoría de países occidentales de que esta situación amerita represalias contra China, pero la línea es a veces más sutil, como le sucedió a Siemens, empresa alemana, en el 2004. China todavía era una nación que, a pesar de su vertiginoso crecimiento, no se había ganado la confianza del mercado extranjero. Por tal razón, en necesidad de fomentar su sistema de conexión interregional, llegó a un acuerdo millonario con Siemens para construir puentes, carreteras y rieles, bajo la condición de que hubiera un ingeniero chino por cada ingeniero alemán. China obtuvo lo que buscaba -tecnología-, y hoy tiene seis de las diez empresas de construcción más grandes del mundo. Si Alemania hubiera restringido tal acuerdo, habría permitido que China siguiera necesitando contratar a más empresas alemanas a futuro para desarrollar la economía alemana.

Ambos casos se han tratado de una competencia económica y de cómo China ha sabido facilitar su desarrollo jugando sucio. Sin embargo, no podemos ignorar los motivos siniestros puestos en evidencia en el caso de las Hummer, carros blindados empleados por el Ejército Estadounidense y fabricados por General Motors. Aunque la mayor parte de la inversión extranjera de China se centra en países en desarrollo como Etiopía o Brasil, mucho más importantes para el gobierno son las inversiones en empresas europeas o estadounidenses. Imagina lo que sucedió con DuPont, excepto que no necesitas espías. Cuando General Motors se encontraba por quebrar, llegó una empresa china para “salvar” la compañía. En las negociaciones, China terminó recibiendo dos Hummers para evaluar la viabilidad del negocio. No importa que el gobierno prohibiera la compra, pues China había recibido ejemplares de tecnología militar estadounidense en perfecto estado para que el ejército chino los replicara a la perfección (el típico “copy paste” chino).

Y no son los únicos carros que se plagiaron

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Lo que estos sucesos abren al debate es si el libre mercado debería también aplicarse a casos en los que hay un claro componente de amenaza existencial. Probablemente no sería tan sospechoso si una empresa francesa hubiera sido la que obtuvo las Hummer, pero es muy distinto en el caso de China, pues ya se sabe que intenta conseguir tecnología a través de estos métodos. No es momento de ofrecer la otra mejilla cuando, por ejemplo, China limita las ventas de acciones en empresas locales. Si lo hacen, es precisamente para evitar que sucedan los casos ya mencionados. La pregunta es dónde se encuentra la línea divisoria. Tal vez no deba permitirse estas maniobras con compañías militares, ¿y qué tal con los microchips que podrían operar el cañón de los tanques chinos? ¿Debería llegarse al punto del embargo? No se trata de que tengas que estar de acuerdo con Trump, la cuestión es que muchos hacen un análisis estrictamente económico para entender las razones de su razonamiento.

Editado por: Pierina Paytán