“Hay muchas bocas y poca comida”

– Calle 13

El 15 noviembre del 2022 algunas alarmas empezaron a sonar en el panorama internacional: la ONU había estimado que, dicho día, la población en el mundo había alcanzado los 8.000 millones de habitantes. Como era de esperarse, la preocupación respecto a la sobrepoblación se manifestó de inmediato (sí, otra vez), pues nos tomó tan solo doce años pasar de 7.000 millones a 8.000 millones.

La sobrepoblación ha sido uno de los tópicos más debatidos desde hace ya un par de siglos. Es fácil imaginarse por qué: tiene consecuencias como la presión sobre los recursos naturales (agua, alimentos), la degradación del medio ambiente, el agotamiento de energía y otras dificultades en la provisión de servicios básicos como educación y salud. Sin embargo, hoy profundizaremos en un análisis menos convencional para demostrar de una vez por todas que la situación es definitivamente menos temible de lo que aparenta.

Tranquilo, querido lector, hoy te demostraremos que no necesitas llorar: la sobrepoblación no es algo que deba asustarte.

Pañales y tasa de reemplazo

Para empezar a entender este pequeño embrollo, es primero necesario hablar de un ingrediente fundamental: la tasa de reemplazo. Esta se define como el número de hijos que cada pareja (o mujer, strictu sensu) debería tener para que la población pueda sostenerse a lo largo del tiempo. Es decir, dicha tasa permite que el mundo no experimente una disminución en la cantidad de personas con el pasar del tiempo. Tradicionalmente, este número ha sido fijado en 2.1 (cifra un tanto mayor a 2.0 para compensar la posibilidad de fallecimientos prematuros).

Precisado esto, podemos proceder con el giro de la trama: el crecimiento demográfico del que habla la ONU podría ser nada más ni menos que una ilusión. ¿Cómo podemos darnos cuenta de ello y sustentarlo? De una forma muy sencilla: analizando las ventas de pañales. Si la ratio de pañales para bebés y pañales para adultos mayores cae sin interrupción, esto significa que en el futuro nuestra sociedad estará más compuesta por la tercera edad que por jóvenes. Si bien la población mundial ha aumentado recientemente, los pañales delatan que esta subida se debió al incremento en la longevidad de las personas y no a una elevación acelerada en la tasa de la natalidad. Dicho de otro modo, el denominador de la ratio aumenta porque se venden más pañales de adultos que de bebés; ergo, hay más personas mayores que nuevos nacimientos.

Entonces el análisis de pañales nos permite obtener la siguiente conclusión: incluso en el hipotético caso de que el mundo se estuviese acercando al límite de sus capacidades, esta situación no duraría mucho, pues se vería mitigada por una pronta y futura caída demográfica. De hecho, el siguiente gráfico ilustra esta situación bastante bien. La tasa de fecundidad ha estado cayendo consistentemente al menos durante los últimos cincuenta años: hoy las personas deciden tener cada vez menos hijos y la ONU advierte que esta tasa de fecundidad alcanzará el mínimo indispensable de 2.1 aproximadamente en 2050.

Fuente: Banco Mundial. Elaboración: propia

Subpoblación y sus propios obstáculos

Pero ¿acaso esta subpoblación sería positiva? Es decir, si la sobrepoblación es mala, la subpoblación entonces debería ser buena, ¿verdad? A fin de cuentas, se supone que menos personas en el mundo significan una carga menor para el planeta… ¿O no? Veámoslo:

La menor tasa de fertilidad se traduce después en una fuerza laboral con una proporción más pequeña de jóvenes. Son justamente ellos quienes, a diferencia de los adultos mayores, pueden permitirse emprender proyectos riesgosos. Esto se debe a que por ejemplo no tienen familias a su cargo y les espera mucho tiempo por delante; para ellos hay mucho por ganar y poco que perder. En síntesis, una menor tasa de natalidad significa menos “poder cerebral” en la sociedad para dedicarse al progreso tecnológico.

Otro de los inconvenientes de la subpoblación se refiere a los cambios que esta implica para la jubilación y los sistemas nacionales de pensiones que son frecuentes en los países alrededor del mundo. Para que haya un funcionamiento adecuando, es necesaria una buena proporción de jóvenes que perdure en el tiempo. ¿Por qué razón? Sus contribuciones subvencionan a las pensiones de los adultos mayores que ya no trabajan. Es como si los jóvenes ayudaran económicamente a los mayores para que puedan tener dinero cuando se jubilen. Con menos nacimientos, este apoyo disminuiría y las personas mayores se verían forzadas a laborar más tiempo.

La baja tasa de natalidad parecería traernos buenas y malas noticias, pero al fin y al cabo nuevos desafíos para la sociedad en conjunto.

¿Y ahora quién podrá ayudarnos?

Puede que hoy no lo parezca, pero en el futuro probablemente atravesemos un período donde debamos ingeniarnos nuevas formas de mantener el correcto nivel de población y que este no se precipite. Una vez que las personas han empezado a decidir tener menos hijos, es muy difícil convencerlas de actuar al contrario. El caso de China con su política del único hijo demuestra esta idea: su implementación tan radical ha modificado el pensamiento colectivo a tal punto que las personas ya no se imaginan con familias grandes.

La subpoblación podría ser como el enemigo silencioso de la humanidad que una vez descubierto ya es muy tarde para revertirlo. Sin embargo, los economistas (máximos nerds de los incentivos) tratan de encontrar formas de estimular a las parejas a traer más hijos al mundo haciendo que la paternidad luzca más sencilla y atractiva. Por ejemplo, algunos países nórdicos ampliaron el tiempo que duran las licencias de paternidad y los gobiernos crearon centros estatales para el cuidado infantil de buena calidad. Quizás estas políticas nos ayuden a entender que nuestros héroes del futuro no usarán capas, sino pañales.

Elon Musk pone su granito de arena para repoblar el mundo: al mes de hoy (agosto de 2023), tiene diez hijos en total.