¿Ya pasaron varias semanas en la universidad y aún no te pones las pilas? ¿Solo piensas en salir de fiesta cada fin de semana? ¿Se acercan tus primeros exámenes y aún no tienes cuaderno #SoloLlevoLapicero?

Una de las etapas más duras que una persona puede afrontar durante su vida universitaria es la semana de exámenes, trabajos, exposiciones, entre otros. La procrastinación es un factor que afecta negativamente a las responsabilidades de la universidad. Según Rodríguez, la materia académica que se está cursando no influye en la procrastinación; es decir, por más que se lleven cursos “difíciles”, esto no hará que la postergación de las responsabilidades disminuya (Rodríguez, 2017).
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Cuando un nuevo ciclo comienza, uno ya tiene bien definidos sus costos y beneficios de procrastinar. Ahora bien, una pregunta que surge en este punto es la siguiente: ¿Por qué se comienza un nuevo ciclo universitario con baja preocupación por los cursos y termina con un nivel de estrés al máximo y de crecimiento exponencial? Para tener una respuesta concreta a esta pregunta es importante poner en una balanza los costos y beneficios de procrastinar durante la etapa universitaria.
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En primer lugar, se analizarán los costos de la procrastinación. Por un lado, se tiene el costo académico, antes de iniciar un nuevo ciclo, uno escoge sus horarios y sus profesores, siempre está presente la frase: “este ciclo sí la rompo en todos mis cursos”. Sin embargo, los “elementos distractores” limitan estos deseos de autosuperación. El costo reside en dejar todo a última hora y amanecerte para dar el examen de ese curso difícil con tu profesor “machetero”. Esto de postergar las obligaciones solo traerá como consecuencia estrés y lágrimas. Es normal para un estudiante universitario dejar todas sus obligaciones estudiantiles. El ejemplo más común es el típico alumno que se pone a hacer su trabajo final 24 horas antes del deathline. Es en ese momento cuando se trabaja bajo presión y se obtiene un mágico don que permite escribir 100 palabras por minuto y sin errores teóricos ni ortográficos. En consecuencia, la aversión al riesgo a jalar permite elaborar un floro trabajo de alta calidad.
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También está el costo monetario, si bien este fenómeno de la procrastinación puede ser pensado solo como ver Netflix o videos en Youtube, siempre está la opción de las infaltables saliditas a esas “reus tranquis” o a la discoteca. Esta última opción incluye los costos monetarios de taxi, el trago, el pago para la desintoxicación por exceso de alcohol.
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Entre los beneficios de este fenómeno se tienen los beneficios sociales. El dejar las responsabilidades de lado, pueden ayudarte a expandir tus horizontes y red de contactos, en esas salidas lujosas puedes conocer a tantas personas que tu Facebook pasa de tener 50 amigos a tener una cantidad impensable. Ahora puedes ser el/la “manyadit@” de tu universidad.
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Otro de los beneficios de procrastinar es liberar el estrés académico que uno tiene #Khé(?). Este estrés puede ser creado por dejar que todo se acumule hasta último momento, en el que se juntan exámenes, trabajos y el fin del mundo, etc. El invertir tiempo en realizar las actividades que más te gustan es una forma de liberar el estrés académico.
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Posiblemente, las primeras semanas de clase uno solo toma en cuenta los beneficios del ocio, sin tener en cuenta los costos y el riesgo académico que esto implica. Sin embargo, cuando llega la semana de exámenes, por ejemplo, los estudiantes valoran más sus calificaciones y tratan de minimizar su procrastinación lo máximo posible #YoTambiénQuieroSacar20. En este punto, el ocio se hace muy costoso, puesto que la satisfacción académica de obtener buenas calificaciones es más valorada por uno mismo que algo de corto plazo como salir de fiesta.

Referencias:

Rodríguez Camprubí, A., & Clariana Muntada, M. (2017). Procrastinación en Estudiantes Universitarios: Su Relación con la Edad y el Curso Académico. Revista Colombiana de Psicología, 26(1), 45. https://doi.org/10.15446/rcp.v26n1.53572

Editado por: Sofía Flores