Existe una pequeña similitud entre un historiador del arte y la máxima representante peruana de la chismografía: Ambos hurgan gustosamente en los secretos de las personas que  estudian. Una gran diferencia, sin embargo, es que los historiadores del arte no lo hacen para llenarse los bolsillos (saben bien que nadie hace plata en la academia).

¿Vida privada?

¿Vida privada?

Los seres humanos siempre hemos tenido interés por entender qué es lo que lleva a una persona a generar grandes obras, o realizar grandes hazañas. Una anécdota famosa cuenta que Sócrates explicaba a sus discípulos que la fuente de su sabiduría era la conversación con su daimón, una suerte de espíritu o dios personal. Más de dos mil años más tarde (1836), un biógrafo de Sócrates decidió que su daimón era producido por alucinaciones, y realizó un estudio de su vida centrado en la creencia de que la genialidad de Sócrates provenía de su locura. Los estudios de este tipo han existido por mucho tiempo, y siempre ha predominado su enfoque hacia lo extraño, lo alienante, en una constante búsqueda de las causas de la grandeza. Con el tiempo, el método para entender mejor la vida de los personajes históricos se fue perfeccionando. En el proceso, Sigmund Freud, la barbita que parió al psicoanálisis y el máximo fan de Edipo el rey, incrementó las herramientas teóricas disponibles para estudiar a los personajes famosos más relevantes, aunque estos diagnósticos fueron pulidos posteriormente con el desarrollo de la psiquiatría.

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¡No, mentira mami, con el cable no!

En 1993, fue publicado un libro llamado Marcados con fuego: La enfermedad maniaco-depresiva y el temperamento artístico, escrito por una prominente psicóloga estadounidense. Este libro usó métodos contemporáneos para garantizar científicamente que sí existe un vínculo entre los problemas mentales y la genialidad creativa,

Artistas como Edgar Allan Poe, Robert Schumann, o Van Gogh son estudiados en el libro por la importancia de sus aportes revolucionarios a la cultura universal. En particular, la autora encuentra una asociación entre los poetas, artistas y compositores más destacados de diferentes épocas y la predisposición a padecer del trastorno bipolar (antes conocido como la enfermedad maniaco-depresiva). En algunos casos, la naturaleza hereditaria de la enfermedad es observada desde la construcción de árboles genealógicos que revelan que no solo el artista de interés se enfrentó a los problemas mentales, sino que estos tenían una presencia notoria en toda su familia. Dentro de los hallazgos que comparte en el libro, la autora identifica una conexión entre los episodios de alta actividad creativa y cambios bruscos de humor que son identificados psicológicamente como hipomanía, incrementos en la velocidad de asociación mental, la energía, la sensación de bienestar, y otros aspectos que predisponen a las personas a desempeñar con mayor ímpetu las tareas que acostumbran realizar. En el caso de los artistas entrenados, este ímpetu espontáneo se traduce en un aumento en la producción de arte.

Apaga tu optimismo, no hablamos de cualquier tipo de problema mental.

Apaga tu optimismo de hiperactivo sin diagnosticar: No hablamos de cualquier tipo de problema mental.

El trastorno bipolar también ha sido ampliamente estudiado desde la biología molecular y la neurobiología, mediante el análisis de metabolitos involucrados en la neurotransmisión, y las proteínas que participan en su producción, como la triptófano hidroxilasa (TPH). En 1998, Frank Bellivier encontró polimorfismos del gen que codifica para la TPH asociados a un grupo de pacientes diagnosticados con trastorno bipolar [8]. Sin embargo, este y los siguientes descubrimientos asociativos entre polimorfismos genéticos y el trastorno bipolar tienen una alta variabilidad entre familias, por lo que resulta difícil replicar los resultados en otras regiones [9]. La neurobiología contemporánea reconoce que existen varios genes de riesgo para el trastorno bipolar, pero no son definitivos en el diagnóstico de la enfermedad y su utilidad es baja a la hora de definir los mecanismos que subyacen a la psicopatología [10].

 

Oulala

¿Pero, qué es la creatividad y cómo la definimos sin equivocarnos? Existe un conflicto filosófico sobre la relación entre arte y locura. Desde la ciencia, tiene valor cualquier descubrimiento; sin embargo anticipar la repercusión de las conclusiones alcanzadas y el nuevo conocimiento que representan es también parte del quehacer científico. En este caso, el conflicto se crea porque el efecto de este conocimiento sobre la forma de entender el arte no necesariamente es positivo. Puede promover la idealización romántica de las enfermedades mentales, una malinterpretación a la que ya se enfrenta el mundo del arte por la difusión de datos retocados y tergiversados sobre artistas icónicos [13]. Para combatir la romantización o estigmatización de las enfermedades mentales sufridas por los artistas, es necesario que el arte sea promovido desde una perspectiva amplia que no se centre únicamente en la relación del artista con la enfermedad, incluso aunque la fijación morbosa en esta sea altamente rentable [14].

 

Si bien las enfermedades mentales, en específico la esquizofrenia y el trastorno bipolar, están asociadas a la capacidad creativa de quien las sufre y esto ha sido determinado científicamente varias veces, estas no son causa concreta del potencial de un artista. El rigor de un artista profesional construido a partir del esfuerzo es el componente determinante que puede convertir los factores de riesgo relacionados a enfermedades mentales en factores benéficos. Una comprensión a medias de este principio puede hacernos perder de vista que las mentes brillantes no son las que más abundan en los hospitales psiquiátricos.