Enzarzarse con la literatura de George Orwell, sin saber por qué la escribió, es como intentar ver «Donnie Darko» o «Inception» sin tener la más mínima noción de lo que evocan. George Orwell fue un escritor y periodista británico del siglo XX, que junto con Ray Bradbury (escritor de «Fahrenheit 451») y Aldous Huxley (creador de la novela «Un mundo feliz»), pertenece a los grandes literatos del género distópico.

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Agobiado por el imperialismo y los regímenes totalitarios que tuvo que transigir en su época (como el nazi y el estalinista), escribió novelas como: «La rebelión en la granja» y «1984». Ambas tomaron como insumo y pólvora para sus temáticas los sentimientos, las ideas y la cosmovisión del autor en mención.

En sus escritos, los aspectos políticos, sociales y psicológicos del hombre en sociedad son tratados y cuestionados con determinación y clarividencia. A menudo, son descritas situaciones donde hay subyugación y los personajes deben tomar decisiones a consciencia para poder sobrevivir.

La sociedad orwelliana describe, por ejemplo, cómo la prensa manipula la información, convirtiéndose en un eco de los intereses del poder económico y político —en lugar de convertirse en una voz propia que se expanda de maneras infinitas—.

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El escritor británico presagiaba que en el futuro las sociedades modernas desearían influir (o mejor dicho controlar) la mente de sus habitantes, no mediante amenazas ni violencia; sino mediante la educación limitada, la propaganda que influya en el inconsciente, el control del pensamiento y la degeneración sistemática de la realidad.

De hecho, esto no dista mucho de nuestra condición actual donde, verbigracia, la enseñanza escolar y universitaria esta prescrita, las profesiones y trabajos responden a algo que nos supera y somos bombardeados repetitivamente de anuncios que intentan despertar necesidades o influir en nuestra conducta.

A su vez, es importante resaltar que Orwell tomaba en cuenta la lucha de clases capitulada por Karl Marx. Él reconocía que las clases dominantes siempre tomaban el poder por el poder mismo y lo hacían para perpetuarse en el yugo de un pueblo. Para Orwell, sea cual sea el nombre del régimen, capitalismo o socialismo, y sean cuales fuesen los ideales característicos de un partido; en el momento en que este se vea finalmente instaurado en el gobierno, serían establecidas jerarquías sociales inequívocamente —y beneficios políticos y económicos nada equitativos entre ellas—. Esto coincide con lo que afirmaba Robert Michels (sociólogo alemán del siglo XX) al decir que la oligarquía y la organización social eran sinónimos. En otras palabras, la igualdad para este visionario era un ideal imposible: siempre habrá dominantes y dominados; y los dominantes siempre contarán con beneficios que los dominados no.

Por último, George Orwell describía en su novela distópica “1984” que…

las sociedades modernas necesitarían de la pobreza y de la ignorancia de sus pueblos para evitar que estos se sublevasen, piensen críticamente, se moralicen y deseen el poder (y el cambio).

¿Acaso algunas de estas afirmaciones no se asimila a la mecánica de la prensa y televisión, con sus programas, y la gran masa de la población hipnotizada? ¿Acaso no le dan placeres, distracciones, entretenimiento y consumo desmedido al pueblo para así arrebatarles su capacidad de pensar, de ser críticos, de sublevarse y de anhelar el poder para hacer cambios?

Reflexionemos al respecto. Profundicemos.

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