Para la mayoría de nosotros, cuando se acerca el fin de año, es inevitable pensar en aparte de las fiestas y celebraciones todo lo que vivimos estos últimos 365 días. Así, se hace algo como “el resumen del año”. Este, entre otras cosas, incluye todos los planes que logramos concretar y los que podríamos haber logrado si es que tal vez nos las hubiésemos planteado con una mayor motivación. Lo sorprendente es que, a pesar de que pasar del 31 de diciembre al 1 de enero no signifique nada realmente crucial en nuestras vidas, el cambio de año nos hace pensar que tenemos una nueva oportunidad para todo #BorrónYCuentaNueva. Entonces, cuando sentimos que somos una hoja en blanco lista para crear nuevas historias es que comenzamos a proponernos las famosas resoluciones para el año nuevo. Esta es una práctica muy sana y recomendable para todos porque, gracias a ella, podemos tener objetivos claros y realizables para un horizonte en el corto plazo; sin embargo, es necesario que sepamos planteárnoslas. Es importante que, a la hora de elegir una tarea, tomemos en cuenta todo lo que será imprescindible para poder decir, al final del año, que “lo hemos logrado”. Felizmente, existe un concepto económico que nos ayudará a saber si nos estamos olvidando de algún detalle al momento de que nos prometamos algo: el sesgo por variable omitida.

El sesgo por variable omitida es un error que se comete cuando un factor no es tomado en cuenta dentro de un modelo estadístico y este sí resulta ser importante para la significancia del modelo. Se da, generalmente, en modelos econométricos cuando se quiere explicar qué factores determinan el comportamiento de una variable y, sin querer, no se considera un determinante crucial de esta variable dependiente. De esta forma, cuando no se tienen todos los verdaderos factores, el modelo falla.

En una regresión lineal, podemos encontrar a la variable y explicada tanto por x como por z. Ambos factores tienen un coeficiente de regresión diferente de 0, que sería la relación que tienen con la variable dependiente. Esto significa que ambos son determinantes de la variable que buscamos explicar o estimar, y, en la práctica, ninguno debería dejarse de lado. Sin embargo, podemos omitir una de ellas por simple olvido o tal vez conscientemente como veremos pronto. Y, cuando ya no la tomamos en cuenta, la relación implícita que existe entre x y z afecta al último modelo en el que solo se toma en cuenta a la variable x.

Por ello, es que el solo hecho de olvidarse de z hace que el estimador calculado (b + cf) no sea tan exacto como en la primera ecuación. Ahora, existe un sesgo.

El sesgo es notorio porque hay una diferencia entre el coeficiente que explicaba x en la primera y en la segunda ecuación. El cf que los diferencia, que puede ser negativo o positivo, representa el error en el que se incurre cuando no se toma en cuenta la variable z. Pero ¿cuál es la relación de todas estas fórmulas con las promesas y metas que me estoy proponiendo? Pues, si comenzamos a ponerle nombres a estas variables con los ejemplos típicos de las resoluciones para el año nuevo, podremos ver por qué el omitir z puede hacer que, el siguiente 31 de diciembre, no estés tan satisfecho contigo mismo.

Empezaremos por la variable independiente y, llámese “objetivo”, y podríamos decir que la meta que nos planteamos para este año es mejorar nuestras calificaciones o, en todo caso, mantenerlas en el nivel en el que están. Entonces, para definir a los determinantes, hay que pensar en los factores necesarios que nos ayudarán a lograr el cometido. La cantidad de estudio dedicado a los cursos que estemos planeando llevar este año sería x, mientras que z sería las horas de descanso no juerga ni vaciloncito recomendadas para poder ser productivos. Resulta obvio que existe significancia de los coeficientes de las variables independientes, dada la experiencia empírica #VidaUP. Por lo tanto, si buscamos una buena predicción y grandes resultados, lo mejor sería tomar estos dos factores, los cuales nosotros podemos elegir y combinarlos de la mejor manera para tener los mejores resultados. Sin embargo, podemos “olvidar” uno de estos, como se dijo antes, y crearnos un problema.

El resultado de no tomar en cuenta las horas de verdadero descanso es que el papel que le damos a las horas de estudio en los resultados que vamos a obtener no es el correcto. Podemos creer que mientras más horas nos encerremos en la biblioteca, mejores serán nuestras notas al final. Pero ya sabemos que no debemos olvidarnos del efecto que estamos dejando de lado cuando tratamos de organizarnos. El cf muestra la distorsión del efecto real de las horas de estudios, lo cual puede explicar por qué toda esa dedicación no será tan productiva si es que no descansamos correctamente.

Y este mecanismo se da con muchas otras metas que nos venimos trazando año tras año: el ser fitness (nos olvidamos de la dieta balanceada y solo pensamos en el ejercicio), el conocer y conectar con más personas (buscamos encontrar a muchas de ellas y nos olvidamos de mejorarnos a nosotros mismos), el juntar dinero para realizar un viaje (nos concentramos en ahorrar y no pensamos en que podríamos generar mayores ingresos), entre otros.

Pero no hay que sentirse mal con todo. Como ya se dijo, a veces solo nos olvidamos de algún factor importante porque en realidad no lo queremos tomar en cuenta y eso ya depende de nosotros. Si empezamos a tomarnos más en serio nuestras promesas, y todo el esfuerzo y sacrificio que estas van a demandar, podemos lograrlo. Veamos el futuro como el resultado de muchos esfuerzos pequeños. Ya sabes: “un paso a la vez”.

Editado por Claudia Barraza