En las últimas semanas, Latinoamérica no ha sido la única región donde se han presentado manifestaciones en contra de un gobierno. En Francia, los chalecos amarillos, conformados por personas de la clase media francesa, han alzado su voz contra las políticas del presidente Emmanuel Macron.

Hace dos años aproximadamente, durante las elecciones presidenciales, se observó cómo la población francesa se encontraba dividida en la decisión de elegir a su presidente. La segunda vuelta enfrentó a Macron, cuyos seguidores pertenecían a las ciudades más importantes de Francia, con la ultraderechista Marine Le Pen (el terror de la Unión Europea) que recibía el apoyo de las personas que habitaban en las zonas rurales del país; no obstante, muchos franceses decidieron no ir a votar pues no se sentían representados por ninguno de estos dos candidatos.

590f88aedb037

Una de las razones que mencionaban los franceses para no apoyar a Macron en las elecciones

Estos hechos nos llevan a pensar que cualquier política significativa tomada por Macron podría causar revuelo entre aquellos que inicialmente no lo apoyaban. En efecto, en noviembre del año pasado, el alza de los precios de los combustibles fue el detonante para que las personas de clase media baja, que habitan en zonas alejadas y que deben realizar recorridos largos para llegar a sus trabajos, se alcen en protesta vistiendo chalecos amarillos (de ahí el título del artículo, no confundir con la serie Vis a Vis). Los manifestantes señalan que la política fiscal ha sido injusta, pues favorece al sector de la población más adinerado.

Ante esto, no está de más preguntarnos qué hay detrás de la reforma fiscal de Macron y si realmente el balance neto de aplicarla muestre que los costos superan a los beneficios. Como parte del paquete de la reforma fiscal, además del alza de los precios de los combustibles, Macron planteaba como medidas que el descuento por el impuesto a la renta sea descontado directamente del salario de los trabajadores y alzas al precio de la electricidad.

El lado negativo de la primera medida, que ha entrado en vigor en enero de este año, radicaba en que podía causar un impacto psicológico en los trabajadores al ver un menor salario neto en sus boletas de pago, ya que antes se hacía el descuento del impuesto a la renta con el ingreso del año anterior. Sin embargo, el malestar de esta medida era mínimo, pues no afectaba el poder adquisitivo de los franceses. Por otro lado, la justificación del gobierno sobre el alza de los precios de los combustibles y la electricidad recaía en hacerle frente al cambio climático. No obstante, resultaría difícil para los que habitan en las provincias de Francia y trabajan en las grandes ciudades, encontrar un sustituto de los autos para realizar los trayectos hacia su centro de labores, por lo que continuarían movilizándose en autos. Esto ocasionaría que esta medida tenga un impacto adverso en el poder adquisitivo de este sector. Ante las protestas, en diciembre del año pasado el gobierno de Macron decidió suspender por seis meses las subidas de los precios.

37329523870_118711b42d_b

¿A qué juega Macron?

Las últimas protestas de este año han ido más allá del rechazo de las políticas fiscales de Macron, pues reclaman ante la falta de justicia social en el país. Todo esto es una clara señal de que las diferencias políticas en la población persisten y que Macron no ha podido cumplir su promesa de reducir las divisiones cuando fue elegido. Ello a pesar de que, en diciembre del 2018, Macron comunicó una serie de medidas para frenar las protestas, como el incremento en 100 euros del salario mínimo, que el pago de horas extras no afecte impuestos, el pago de aguinaldos a trabajadores, entre otros beneficios.

Entonces, ¿qué le falta a Macron para poder captar el apoyo de la población manifestante? Mucho­ Más allá del aspecto económico, la interacción entre el gobierno francés y la población debe ser crucial; es decir, antes de aplicar reformas que tengan un impacto en un sector poblacional, el gobierno debería preocuparse en conocer la opinión de la población mediante el diálogo o encuestas, a fin de evitar situaciones extremas como las protestas violentas.