Lo que más disfrutaba de mis viajes a España era comer unas tortillas de patatas. Sí, en muchos lugares de América también las preparan, pero no es lo mismo. Muchas veces le echan demasiada cebolla y se pierde el sabor de las papas. Nada como lo hecho en casa, en el país de origen. Por eso tengo un poco de envidia sana. No solo por las tortillas, sino porque hace casi dos meses se estrenó Tenet en tierras españolas. La nueva película de Christopher Nolan es –quizá– el último gran estreno de lo que resta en este apocalíptico 2020 y, lamentablemente, no hay fecha para los cines latinoamericanos (al menos hasta el día de hoy). Sin embargo, eso no ha evitado que la haya visto hace algunos días gracias al auspicio de unos amigos que residen en Barcelona.



Como se puede observar en sus traileres, Tenet va acerca del tiempo. No diría específicamente de viajes en el tiempo (como así afirmó su director), sino de la existencia de un mundo donde el tiempo va de forma inversa. Así –por ejemplo– si ahora ando en los primeros ciclos de mi carrera universitaria, allá, en ese otro mundo, mi yo alterno estaría graduándose a través de una reunión de Google Meet. En nuestro planeta, el tiempo va del pasado hacia el futuro; allá, en la otra, del futuro hacia el pasado. Y este aditivo es lo que le hace diferente a las demás películas de espías, porque –además de la ciencia ficción–, es un filme que recoge mucho de la serie cinematográfica de James Bond y Mission: Impossible. Su trama es un fiel reflejo de estas influencias, pues Tenet trata acerca de unos agentes especiales que intentan evitar que un billonario ruso intente destruir el mundo. Sí, algo típico, pero este billonario está aliado con personas del otro mundo –en donde el tiempo transcurre de forma adversa–, quienes nos odian porque hemos destruido paulatinamente a nuestro planeta. Mindfuck.

El tiempo siempre ha sido un tema relevante en la carrera de Christopher Nolan. Quizá no de forma tan explícita como en Following, su opera prima acerca de un stalker, o Dunkirk, donde existen diferentes temporalidades en su narración, pero sí en otros: Inception, Interstellar o Memento. En el primero, toma mayor importancia cuando se llega a la parte final, donde el transcurso del tiempo se deforma cada vez que los protagonistas de adentran más en los sueños de las personas. En el segundo, los viajes interestelares retrasan el envejecimiento de sus tripulantes. De esa forma, para los que están en la nave espacial solo ha pasado horas, en la Tierra ha pasado siete años. El tiempo, según la mirada del director, siempre ha sido un enigma y un antagonista en nuestra historia.



Asimismo, hay otros aspectos que se han vuelto recurrente en las últimas obras del director británico, y son los diálogos de exposición. Largos momentos donde se nos habla a nosotros y, usualmente, al protagonista acerca de las reglas del juego, leyes físicas o sucesos que ocurrieron fuera de cámara. Puede resultar confusos debido a la carga del léxico científico, pero ayudan a darle mayor veracidad a la narración. En Tenet hay mucho de dónde escoger porque también hay mucho qué explicar. Toma minutos recibir y comprender toda la información que te echan. Nolan complica la sencillez de una trama de espías hasta llegar al tramo final.

Es interesante, pues el director repite la forma de dirigir los minutos finales de sus últimos filmes. A este punto, el espectador ya entiende los conceptos que Nolan muestra, acerca de los sueños, los viajes interestelares o la existencia de un mundo invertido. Entonces los exprime para que siempre se vean visualmente espectaculares, emocionantes. Tenet no es la excepción. Hay varios planes ocurriendo a la vez, casi siempre difíciles de ser exitosos, pero siempre lo son. Incluso en Interstellar, donde un desenlace trágico aumentaría la emotividad a sus momentos finales. Me extraña, pero no se puede negar lo esperanzadores que son.



A pesar de que cada nueva película tenga un concepto diferente al pasado, las fórmulas y los aspectos del cine de Nolan están latentes. Tenet, en opinión propia, no es la mejor película del director, pero siempre intenta algo nuevo. Combinar la imaginación, creatividad con el éxito financiero no es algo que se pueda ver en cualquier director de cine. Y eso le ha permitido complejizar e innovar a su gusto, y eso es algo de agradecer en un ambiente lleno de secuelas, remakes o superhéroes. Aunque –claro– algunas veces no siempre innovar es lo mejor. Sino diles a las personas creyeron que sería una buena idea echarle más cebolla que papas a un plato que se llama –específicamente– tortillas de patatas.

Edición: Kelly Pérez.