El diccionario promedio define al anarcocapitalismo como una filosofía política que promueve que la amplia variedad de servicios en una sociedad (dentro de los cuales predomina el de la seguridad, que implica, a su vez, el monopolio de la fuerza) no sea brindada por el Estado, a través de nuestros impuestos, sino por competidores dentro de un mercado organizado. Dicho de otra manera, cuando el Estado demuestra que, por su ineficiencia en el cumplimiento de sus funciones, debe ceder su papel a nuevos entes que puedan cumplir mejor dichas tareas, como empresas privadas o funcionarios específicos; obviamente cobrando lo justo por ello.

Pensemos en esto por un segundo: ¿una sociedad en la que los servicios públicos se puedan conseguir sin tener que recurrir al Estado? Esa historia suena un tanto conocida, pues se presenta tanto en países del primer mundo como en los del tercero. Por ejemplo, en el caso de países emergentes, el sistema judicial tiene suficientes falencias como para ser explotadas por quien pueda conseguirlo. Es más, puedes llegar a pensar que “todos al final tienen un precio”, ya que si tienes lo suficiente como para pagar tal precio, cabe la posibilidad de que otros también lo tengan, por lo que un ente por encima de todos nosotros (como Shaggy el Estado) no tendría cabida en la decisión de si tal o cual persona merece tener justicia, seguridad o educación de manera eficiente. Y eso, por mucho que cueste pensar, es una señal de que se vive en anarquía.

¿Todos tenemos precio?¿cuál sería el tuyo?

¿Todos tenemos precio?¿cuál sería el tuyo?

Ejemplos a lo largo de la historia abundan. La evidencia más notoria del anarcocapitalismo, en nuestros días, puede ser encontrada en el mercado de criptodivisas (en cristiano, dinero digital), en el cual puedes comerciar con cualquiera que desee hacerlo contigo. Según muchos simpatizantes, este movimiento tiene el potencial de desterrar no a un Estado ineficiente sino al colectivo de Bancos Centrales y Privados, que han monopolizado la emisión de valor desde su concepción y la realidad no les da la contra. Con esto, los que creen en el anarquismo dentro de internet buscan no ser supervisados por algún ente que emita el valor del dinero (que no ha demostrado ser imparcial o eficiente), sino que más bien el valor de sus divisas sea decidido por un libre mercado y por las personas que en este se desarrollen. Otro ejemplo, más apegado a la realidad, son los Estados cuasifallidos como Somalia o Siria, en los cuales el rol del Estado se ha visto enormemente reducido por los conflictos que han tenido que soportar. Dentro de estos, cualquiera con el poder suficiente como para monopolizar la fuerza será el que tenga la última palabra en distintos aspectos que le corresponderían normalmente al Estado. Finalmente, un ejemplo ya caducado es el Wild West norteamericano hacia fines del siglo XIX. Como conocemos por muchas películas, este es un lugar que garantiza la supervivencia del más fuerte, en el cual la ley no ostenta un rol más que de simple imagen. Es decir, estos son escenarios en los cuales no existe (o se busca que no exista) un ente que supervise las acciones de las personas y sus comportamientos.

¿El mercado del bitcoin? ¿Seguía existiendo?

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Los casos descritos anteriormente nos permiten analizar las consecuencias de un sistema anarcocapitalista en sociedades como la de un país emergente. El hecho de que la justicia y la seguridad sean commodities en estos países; es decir, que tengan un precio, ha dado pie a que surja un sector de la sociedad (o la economía) que tenga un papel en la toma de decisiones tanto o más que los Estados en sí. Si bien el anarquismo nace de una búsqueda por la libertad absoluta, este necesita del concierto de un alto porcentaje de la población para extender sus alas. Si es que solo un pequeño porcentaje (que justamente serían los que concentran la riqueza) toma control de la justicia, los bienes públicos o la seguridad, lo que se estaría gestando es una concentración del poder mucho más dura que la ejercida por el dictador promedio. Es decir, ¿se imaginan vivir en un país en el cual la justicia y el Estado, como un todo, solo responden a las necesidades de un sector de la población? Eso sería extremadamente preocupante, felizmente no se da en la realidad.

Editado por: Pierina Paytán