“¡Se acabó, no hubo más!” Son las palabras usadas por un narrador colombiano cada vez que acaba un partido y que encajan perfectamente con lo sucedido recientemente tras firmarse el Acuerdo de Paz en La Habana. En el siguiente artículo explicaré cómo surgen las FARC y daré unas posibles razones sobre por qué esta vez sí se da pese a que ya se había intentado en ocasiones anteriores.

Entre 1948 y 1958, la violencia entre los partidos liberal y conservador dejó un saldo de 300,000 muertos y más de dos millones de damnificados. En 1958, se formó el Frente Nacional. Este fue un pacto político que hubo entre los dos partidos tradicionales con el objetivo de dar fin a dicha violencia. No obstante, durante el tiempo de lucha política entre esos dos partidos, surgieron distintos grupos guerrilleros cuyo objetivo principal era brindarse protección en una guerra donde la mayoría del país no tenía nada que ver. En 1964, durante la época del Frente Nacional, se crean las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Ya no es una necesidad de seguridad la que impulsa su creación, sino fue la búsqueda de fuentes de subsistencia tras un olvido total del Estado hacía algunas zonas del país. Pero al igual que en muchas otras partes de Latinoamérica, estas usaron el narcotráfico como su principal fuente de ingreso; al mismo tiempo, que se declaraban una organización con ideologías “leninistas-maoístas”.

Hubo tres razones importantes para que se haya dado el acuerdo (sin con esto querer decir que son las únicas). En primer lugar, la Ley de Justicia y Paz con paramilitares durante el gobierno de Álvaro Uribe demostró que estos acuerdos sí funcionan. Este buscaba su desmovilización y desmantelamiento; y por lo que se vio, cumplió con su objetivo. Para ello fue muy importante que se creara la Jurisdicción Especial para la Paz (que sería el análogo a la Ley de Justicia y Paz); solo que a diferencia de las demandas de las autodefensa
s sobre rebajas de penas e inserción en la vida laboral, las FARC también exigieron participación política.La guerra entre las FARC y el Estado causó la muerte de más de 220,000 personas y obligó la migración forzosa de más de 2 millones de personas durante los últimos 50 años. Sin embargo, el pasado 23 de junio el Comunicado Conjunto #76 anunció el acuerdo sobre el “Cese al fuego y de hostilidades bilateral y Definitivo y Dejación de Armas”. Dicho de otra forma, hace algunos días habría acabado la guerra interna en Colombia de manera definitiva.

En segundo lugar, La Constitución política de 1991 atacó los problemas de democracia e inseguridad. Por un lado, esta se caracterizó por ser una que promovía mayor participación democrática. Por el otro, desde que se creó esta nueva constitución, cada presidente que ingresó al Palacio de Nariño siempre tuvo en su agenda buscar una solución al conflicto con los distintos grupos guerrilleros y, a diferencia de antes, el diálogo ahora sería una opción. Además de que el surgimiento de las BACRIM (bandas criminales), conformadas por exparamilitares y exguerrilleros, demostró que a estos grupos no se les destruye únicamente por medio de la fuerza.

Por último, la percepción sobre el proceso para la paz es distinta gracias a dos razones principales. Primeramente, una de las cosas que más ayudó a los colombianos a brellevar el Proceso de Paz fue el reconocimiento del conflicto armado interno por parte del Estado[1]. Es así, como se pasó de pensar que tantos muertos
, secuestros y extorsiones fueron culpa únicamente de un grupo “terrorista” (ya que para muchos lo es, aunque no para todos) a que el Estado también tuvo parte de esa culpa. También, los acuerdos que se habían alcanzado hasta antes de ser firmado el documento final demostraron que las FARC estaban dispuestas a colaborar. Especialmente, esto se vio reflejado en dos puntos: drogas ilícitas y víctimas del conflicto. En el primero, se hicieron pactos para la sustitución de los cultivos de drogas y estrategias contra el lavado de activos. El otro, quizás más importante, buscó reducir una pequeña parte del resentimiento de los colombianos por tantos muertos y damnificados que han dejado.

Así es como la realidad colombiana hoy es distinta. Si lo vemos desde un punto de vista económico este acuerdo puede generar altas expectativas. De cumplirse en su totalidad dichos acuerdos, el turismo se vería incrementado y los países extranjeros tendrían mayores incentivos a invertir en Colombia. Además, los efectos sociales también serían favorables, especialmente en un país donde nos acostumbramos a pensar que la violencia es la mejor herramienta para solucionar los problemas. Por otra parte, el impacto ambiental también sería positivo de cumplirse los acuerdos referentes al cultivo de drogas ilícitas.

Los colombianos deberíamos sentirnos orgullosos por lo alcanzado hasta el momento por nuestro país y ser un poco más optimistas respecto al futuro de este. Por lo menos aquellos que no pasamos los 50 años, es la primera vez en nuestras vidas que podemos decir que Colombia es un país libre de guerra. Eso sí, nadie ha dicho que el camino es fácil ni, mucho menos, que ya esté terminado.

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[1] Palabras de Javier Garzón, politólogo de la Universidad Javeriana de Bogotá.