Mientras tú estabas celebrando que eligieran a Muñoz, ese mismo día hubo otras elecciones en Brasil, en las cuales pasó a segunda vuelta el ultraconservador Jair Messias Bolsonaro, o el Trump brasilero. Este nombre lo lleva con buena razón, dadas sus opiniones con respecto a la inmigración y constantes menciones al cristianismo como la base de la identidad brasilera (su eslogan de campaña fue Brasil acima de tudo, Deus acima de todos). Es más, si las opiniones sociales que en Estados Unidos hacen de Trump un retrógrado extremista pasarían por moderadas en un ambiente latinoamericano (se encuentra a favor del aborto en casos de violación, incesto y por motivos terapéuticos), cabe imaginarse lo que haría Bolsonaro de estar en la presidencia.

Ahora, lo que me interesa más destacar como similitud entre Bolsonaro y Trump es la estrategia que han utilizado, en la que hay una desviación con respecto a las estrategias que vienen usando los movimientos neofascistas y demás extremistas –es decir, ocultar sus posiciones para “marketearse” como moderados–, en favor del shock value como elemento central de sus discursos. Las frases de Bolsonaro recordarán a más de uno a la propuesta del muro. Y creo que está de más mencionar que los que apoyaron a Trump no lo hicieron porque de verdad querían que se gastaran millones de dólares en un muro enorme, sino que lo que representa el muro es importante. Es decir, a Trump no le importan las apariencias y va a hacerse cargo de los problemas que todos ignoran porque sería “políticamente incorrecto”. Es decir, no es un político.

Sería incapaz de amar a un hijo homosexual. Prefiero que muera en un accidente a que aparezca con un bigotudo por ahí.
-Jair Bolsonaro

Mientras que ya tenemos un Trump brasilero, un Trump indio, una Trump francesa, un Trump filipino, un Trump italiano, un Trump chileno, un Trump húngaro, el verdadero Donald J. Trump, y por supuesto nuestro propio Trump peruano (o eso es lo que dice Voz Actual), es evidente que hay una tendencia acá sobre una nueva estrategia de los conservadores y autoritarios. Esto ya tiene un nombre, y es la posverdad. Los hechos sobre la practicalidad de la construcción del muro pasan a un segundo plano con respecto al hecho de que Trump esté hablando de ello. Pasamos de estar leyendo las noticias a estar leyendo una historia. No es que se ignoren los hechos, sino que se construye una narrativa para que estos sean reformulados. Entonces, si acusan a Keiko de ser la señora K, no importa si ella estuvo o no involucrada con César Hinostroza porque esta es una historia en la que ella es la heroína, y como los héroes tienen que ser los buenos, esto no es más que un intento de desprestigiarla. No es que tenga que negar su participación; esta se ha convertido en un detalle circunstancial, como también lo han hecho los inconvenientes con el muro. Trump es el héroe de este cuento y por eso hay que votar por él.

Este sistema, la verdad, no es nada nuevo. Durante la mitad del siglo XX, un grupo de filósofos de izquierda argumentaron que la realidad no es un fenómeno percibido tanto como esta es construida por nuestra experiencia. De tal modo, decía Foucalt, los grupos de poder pueden definir aquello que es cierto o falso según lo que sea más beneficioso. Mientras que teorías anteriores como el marxismo especificaban quiénes eran los buenos y quiénes los malos, el posmodernismo cuestiona la existencia de estas categorías como tales. En su lugar, dichas nociones son parte de narrativas que podemos crear para establecer otras escalas de valor. Del mismo modo, las narrativas existentes deben ser atacadas, no por ser falsas, sino porque refuerzan nociones “anticuadas”.

Vuelvan para el zoológico
-Jair Bolsonaro, a militantes afrobrasileros

Entonces, ¿por qué no desacreditar áreas científicas como la psicología evolutiva , por estar reforzando la hegemonía social existente? Esto puede traer recuerdos sobre la crítica a la “física aria” en la Alemania Nazi, que tenía como objetivo reemplazar teorías judías como la relatividad. Ignorar y silenciar los hechos es una tradición milenaria, pero este grupo de intelectuales creó una estrategia para ello. Todo lo que no te guste puede ser ignorado, pues es una creación de los grupos de poder. Enseñar creacionismo en los colegios no se trata del creacionismo, se trata de que estás defendiendo los valores y la religión frente a “ellos”.

Lo que sí se le ha agregado al posmodernismo es la ilusión de honestidad. No importa que Bolsonaro defienda la dictadura militar –ya no hay escalas de valor–, sino que él no está ocultando nada. En un ambiente en el que se ha desvelado tanta corrupción por casos como Odebrecht, se tiene por sentado que nadie es bueno, pero Bolsonaro no nos está engañando. Él tiene un mensaje claro y no le importa la clase política. Mientras tanto, el resto son un montón de hipócritas que ven la paja en el ojo ajeno porque salió un audio de hace diez años en el que Trump dijo algo. Esta estrategia es preocupante, sobre todo para aquellos que la inventaron y vieron cómo sus enemigos la usaron con mayor habilidad.