En los últimos meses excepto por la pachotada del Congreso, casi todas las noticias en los medios se relacionan con la COVID-19. Esto se debe a que, entre otros efectos, la crisis sanitaria y económica ha desnudado las debilidades de los Gobiernos, y ha acentuado las desigualdades a las que se enfrentan sus ciudadanos, como la brecha de género en el mercado laboral. Hoy en Freak, te contaremos cómo la pandemia ha configurado un panorama laboral más complicado para las mujeres de lo que ya era.

El confinamiento ha sido una medida que procuraba reducir la velocidad de contagios al costo de una desaceleración económica. Es claro que esto ha afectado a toda la población; sin embargo, la composición de la oferta y demanda laboral para las mujeres ha ocasionado que el deterioro de sus ingresos y bienestar sea superior. Para profundizar en ello, resulta conveniente describir sus determinantes a través de un modelo teórico como el diseñado a continuación.

Para simplificar el planteamiento, la demanda de trabajo para el individuo i depende de cuatro determinantes: el panorama macroeconómico en el exterior E, el panorama macroeconómico en el Perú P , el estado de variables microeconómicas m y las características individuales de la persona c. Antes de la pandemia, la forma funcional de f o la valoración de los cuatro determinantes ya era diferenciada entre hombres y mujeres. Por ejemplo, en el caso de c , ocurría que la contratación de mujeres con hijos o casadas era menos atractiva que la de un par masculino con características similares.

Una vez iniciada la pandemia, es indudable que las tres primeras variables han sido perjudicadas. A pesar de ello, la tercera variable m — asociada a entornos sectoriales, como los tipos de actividad económica — ha contraído S en una magnitud superior para las mujeres. Esto se debe a que el grueso de actividades en las que se emplea la población femenina requiere del trabajo presencial. Prueba de ello es que mientras que las mujeres se dedican principalmente al sector servicios y comercio (68% de mujeres) – los sectores más afectados por el confinamiento–, los hombres se concentran en un espectro más amplio de actividades, específicamente, agricultura (26.9% de hombres), servicios (23,5%), transportes y comunicaciones (13,7%), comercio (13,3%) y construcción (10,3%) (INEI, 2019).

Dicha diferenciación sexual de m no solo impide que para las mujeres sea más complicado desarrollar labores a distancia, sino que, dadas las fases de reactivación del Gobierno peruano, los sectores que se han incorporado con mayor rapidez a sus actividades cotidianas son los que están ocupados principalmente por varones.

Otra división sectorial plasmada en m es la de empleo formal e informal. En este aspecto, destaca que el 75,3% de las mujeres que trabajan lo hacen en el sector informal – terriblemente amplio en nuestra economía y el más afectado durante la crisis – cifra que es 5.2pp.[1] superior al porcentaje de varones que lo hace (INEI, 2019). Esto constituye una traba no solo para la obtención de ingresos, sino para el empoderamiento femenino, ya que la literatura demuestra que aquellas mujeres capaces de generar ingresos tienen mayor poder de decisión dentro del hogar.

Con relación a la oferta de trabajo y sobre la base de un modelo clásico de las clases de macro,  se podría decir que depende de tres determinantes: el consumo C , las horas de trabajo remunerado R y las horas de trabajo no remunerado N. Las horas de ocio no se incluyen porque para muchas mujeres no existen se obtienen por residuo (horas restantes del día que no se dedican a trabajar).

Al igual que en el caso de la oferta, antes de la pandemia la forma funcional de g era diferenciada entre hombres y mujeres. Por ejemplo, en el caso de  N , mientras que los hombres dedican 16 horas semanales a actividades no remuneradas, las mujeres destinan cerca de 40 horas a las mismas. Por el contrario, en el caso R , los hombres destinan 50 horas a tareas remuneradas; y las mujeres, solo 36 (INEI, 2019).

Una vez iniciada la pandemia,  N se ha incrementado en mayor proporción para las mujeres. Probablemente en estos meses tu vida académica, laboral y personal se han fusionado los ladridos de tu perro ahora son parte de tus reuniones y es complicado manejar esos aspectos sin sentir que te vuelves loc@. Ahora, imagina eso para la mujer promedio del país que, además de su jornada laboral, debe encargarse de cocinar, limpiar, ayudar a sus hijos con las tareas y dedicarles más tiempo, dado que ahora no asisten al colegio.

El resumen de estos cambios en los determinantes de la oferta y demanda de trabajo es que las mujeres no solo se enfrentan a un entorno laboral contraído principalmente en los sectores que más las ocupan, sino que también deben asumir la mayor carga de tareas del hogar desastre total.

Por lo expuesto, es evidente que se requieren medidas que contribuyan desacelerar la ampliación de la brecha de género y, eventualmente, cerrarla. El sector público cumple un rol fundamental en este proceso, pues debe ser ejemplo de empleador flexible y justo para otras entidades. Asimismo, junto con el sector privado, deberían incorporar la participación femenina no solo para cumplir con una cuota de género, sino para que su voz sea escuchada durante la formulación de políticas que atiendan a las necesidades de las mujeres en el contexto actual.

Un paso grande para el cierre de la brecha de género es que se discutan estos temas; sin embargo, el debate no será suficiente si no es acompañado de acción. Probablemente, una medida fundamental sea la generación de información que permita comprender la dinámica actual de la sociedad entorno a las mujeres y sea base para la formulación de políticas efectivas y realistas. Mientras tanto, es útil que seamos conscientes de que las mujeres seguimos enfrentándonos a mayores retos, como el acoso sexual o los prejuicios de una sociedad tradicionalmente machista.

Edición: Claudia Barraza


[1] Puntos porcentuales