“Estoy aburrido, comeré algo.” Probablemente es una frase que alguna vez has dicho o pensado, sobre todo durante esta cuarentena. Por más que no tengas hambre, te levantas del sofá, vas a la cocina, abres la refrigeradora y chequeas que hay para comer. Puede que elijas un snack o muchas veces regresas sin nada en mano, repitiendo este mismo proceso minutos después. Alguna vez te has preguntado: ¿Por qué nuestro cuerpo tiene ese instinto de buscar alimento, aunque no tengamos hambre? Pues la respuesta va más allá de tus necesidades fisiológicas de alimentarte y en este artículo hablaremos un poco de aquella conducta, conocida como el hambre emocional.

Como todo ser humano, tenemos una necesidad fisiológica de cubrir nuestros requerimientos nutricionales; es por ello que nos da hambre y comemos nuestras tres comidas principales más una o dos meriendas (snacks) al día. A esto lo conocemos como hambre física. Pero, a veces, solemos agregar alimentos extra a nuestra dieta diaria, y estos no son para satisfacer las necesidades de nuestro organismo. Esas ganas de comer sin un hambre física son causadas por nuestro apetito. El apetito es la búsqueda de un alimento para satisfacer el deseo de un sabor específico, causado por un factor principalmente psicológico, el cual puede ser porque sentimos ansiedad, angustia, frustración, alegría, desánimo, etc.

Una situación de estrés, como la que estamos atravesando durante la cuarentena por el COVID-19, puede llevar a desencadenar diversos efectos hormonales que preparan a nuestro cuerpo para que pueda resistir aquella situación a la que se encuentra expuesto y, ¿cómo nos prepara? Pues frente a aquel escenario, nuestro cuerpo manda un estímulo al cerebro para que este libere glucocorticoides, hormonas que regulan el metabolismo de los carbohidratos de nuestro organismo. 

Los altos niveles de estas hormonas maximizan nuestras ganas de realizar actividades placenteras y/o compulsivas. Entre estas actividades se encuentra el consumo elevado de azúcares, grasas, alcohol, entre otras. A estos alimentos se los conoce como “comida reconfortante”, alias comida chatarra. 

Otra forma en la que el cuerpo responde ante la cantidad elevada de glucocorticoides es el aumento de depósitos de grasa. Esto facilita el hecho que una persona aumente su peso corporal. Es por ello que, aunque comer “comida reconfortante”, como dice su nombre, nos reconforte, es un riesgo para nuestra salud cuando es consumida de manera habitual y en exceso, ya que puede terminar en una obesidad abdominal, la cual está asociada con enfermedades cardiovasculares y diabetes tipo II.(1)

Pero, ¡no te preocupes! Hay muchísimas maneras de controlar nuestros niveles hormonales e impedir llegar a ese extremo. Debemos aprender a diferenciar entre un hambre física y un hambre emocional. Si en algún momento del día tienes un antojo, ¡no hay problema en comer algo! Lo único que debemos procurar es no acostumbrarnos a que este antojito sean siempre alimentos altos en azúcares y/o grasas y su consumo se vuelva habitual. Unas buenas opciones para saciar el hambre son: frutos secos, nueces, frutas, alimentos proteicos como el huevo, té verde, palta, avena y verduras. Estos harán que, después de unos minutos, no te estés volviendo a levantar para ir a revisar el refri.

Las características para poder diferenciar entre hambre física y hambre emocional.

Asimismo, durante la cuarentena, nuestro gasto energético disminuye, pues realizamos menos actividades que gastan energía (como caminar al paradero, salir a correr, etc.) y nuestro estilo de vida se vuelve aún más sedentario, por eso es muy importante que hagamos ejercicio. Siguiendo los consejos de la OMS, lo ideal es que hagamos 30 minutos de actividad física diarios.(2)

Hay muchas opciones para realizar ejercicios en casa: bailar, jugar, buscar videos de ejercicios en YouTube, subir y bajar escaleras, etc. Estas actividades no solo ayudarán a poder balancear el gasto energético, y así evitar el aumento de peso, sino que también ayudará a disminuir las concentraciones de glucocorticoides y, como habíamos visto, esto nos conviene pues así nuestro instinto de querer comer alimentos poco saludables será menor. Comienza haciendo actividad física y verás como esos antojitos van siendo cada vez menos.(3)

¡No olvides realizar actividad física desde casa!

Asimismo, un factor primordial para disminuir los niveles de estrés o ansiedad es poder conversar aquellas preocupaciones con alguien, tratar de identificarlas y aceptarlas.  También, para lidiar con el malestar, podemos realizar actividades recreativas que nos ayuden como bailar, cantar, escribir, pintar, etc. Reconocer estas actividades es un trabajo de autodescubrimiento, es decir, debes averiguar cuál actividad te gustaría aprender o experimentar. 

Si bien estar en cuarentena es algo muy difícil y sentimos que el COVID-19 nos está quitando muchas cosas, debemos rescatar que también nos está dando la oportunidad de estar más unidos que nunca como seres humanos; trabajando juntos, aprendiendo juntos y creciendo juntos. Por eso, por ti, por tu familia y por todos nosotros: #QuédateEnCasa. 

Edición: Diana Decurt

  1. Dallman M, Pecoraro N. (2003). Chronic stress and obesity: A new view of “comfort food”. Proceedings of the National Academy of Sciences. Obtenido de: https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC208820/ 
  2. OMS. (2010) Recomendaciones mundiales sobre la actividad física para la salud. Obtenido de: https://www.who.int/dietphysicalactivity/publications/9789241599979/es/
  3. Harvard Medical School. (2018). Why stress causes people to overeat. Obtenido de: https://www.health.harvard.edu/staying-healthy/why-stress-causes-people-to-overeat