No es por la benevolencia del carnicero, del cervecero y del panadero que podemos contar con nuestra cena, sino por su propio interés – Adam Smith en La Riqueza de las Naciones

La probabilidad de que hayas escuchado esta frase al menos una vez en tu vida universitaria #LoQueCallamosLosEconomistas no dista mucho de la unidad. Bueno, quizá sea únicamente superada por la probabilidad de escuchar el clásico “No hay lonche gratis”.

Mano invisible

¿O quizás la mano invisible de Adam Smith?

Ya sea que estudies o no estudies economía en la UP, has tenido que llevar el curso de Economía General 1 (ECON 101, a lo gringo), en el que el primer supuesto que te presentaron (y quizá uno de los más difíciles de entender) fue el del agente racional.

Todo bien hasta aquí: Un agente racional es un individuo con preferencias claras y cuyo objetivo es maximizar su utilidad. Es decir, se asume que los individuos son egoístas y que todo individuo tiene la capacidad racional, el tiempo y la independencia emocional (que tú no tienes) necesaria para elegir la mejor línea de conducta desde su punto de vista.

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¿Yo racional? ¿Preferencias claras Is this a meme?

Lejos de cuestionar si las últimas características son o no son cercanas a la realidad (Tarea de Behavioral), vamos a centrarnos en la primera premisa: El egoísmo.

Egoísmo vs benevolencia, ¿qué somos?

Es fácil digerir el concepto cuando pensamos en una firma maximizando sus beneficios -el típico ejercicio que te acompaña en las “micros” y aun así no sabes resolver-. No obstante, cuando pensamos en personas simples y corrientes (como tu ex) como nosotros vale la pena preguntarnos: ¿Nos movemos solo por incentivos como nuestro bienestar individual?

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Mi vida 24/7

Así como (papá) Adam Smith habla del egoísmo de los agentes en La Riqueza de las Naciones, habla de la simpatía en la Teoría de los Sentimientos Morales. Esta refiere a una capacidad inherente a los seres humanos que les permite identificarse con otros, aún al punto de descuidar el interés propio.

Bewley, et al. (2006) sostiene que Adam Smith no fue bien interpretado, pues muchos autores lo criticaron por contradecirse en sus dos obras. Sin embargo, Bewley sostiene que, lejos de una contradicción, lo que el autor formulaba era más bien un complemento: Adam Smith quería decir que el ser humano puede cooperar mediante incentivos (materiales) pero también puede ser motivado por la sensibilidad. Junto con otros autores, realizó algunos experimentos que resultaron en el mapeo de 3 tipos de individuos en nuestra sociedad: Con preferencias malévolas, benévolas y neutrales en cuanto a sus semejantes.

No obstante, en varios experimentos realizados por Camerer (2003) a través de juegos de negociación llamados Ultimátum se llega a la conclusión -tras evidencia empírica abrumadora- que en realidad los individuos tiene preferencias por ser benévolos y que las personas poseen principios de imparcialidad y de reciprocidad.

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Tu corazoncito antes de ser destruido por él/ella

PERO, antes de continuar y creer que el mundo es rosa, Smith también decía que esta “simpatía” disminuye cuanto más lejos consanguíneamente estabas de las personas.  (Datito FREAK: Dando ideas intuitivas de lo que sería La Regla de Hamilton de la Biología de fines del siglo XX)

Y para darle YAPA: Más allá de la familia (Línea directa sanguínea) otros autores (Fehr y Fischbacher (2002), y la profesora E. Ostrom- en el texto de Gintis y otros autores (2005)) destacan que las personas sienten esta simpatía por grupos pequeños a los que pertenecen: Gremio, organizaciones, sindicatos e incluso vecinos de barrio. -¿Quizá mucha simpatía por tu vecinit@?-

Finalmente, la reciprocidad es distinta del intercambio mercantil, pues no busca intercambiar equivalentes sino generar conductas de cooperación para la preservación de algún bien colectivo. ¿ShooCK? No realmente.

Luego de leer este texto seguramente todo esto suena un poco más lógico ¿o no?. Llegamos al punto en el que quizá escuchar que nos movemos también por el bienestar de lo que sentimos algo cercano se sienta mejor que pensar que lo único que nos mueve son intereses personales. La próxima vez que te digan que los individuos somos meramente egoístas quizá lo pienses dos veces.

Bibliografía

Bewley, T., Gintis, H., Bowles, S., Boyd, R., & Fehr, E. (2006). Moral Sentiments and Material Interest.

Camerer, C. (2003). Behavioural Game Theory: Experiments in Strategic Interaction. New York: Rusell Sage Foundation & Princeton University Press.

Cante, Freddy. (2013). ECONOMÍA POLÍTICA DEL AMOR. Cuadernos de Economía32(59), 43-66. Retrieved November 19, 2018, from http://www.scielo.org.co/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0121-47722013000100004&lng=en&tlng=es.

Smith, A. (1759). Teoría de los sentimientos morales (Vol. 2). Fondo de Cultura económica.

Smith, A. (1794). La riqueza de las naciones (Vol. 1). Oficina de Viuda e Hijos de Santander. Valladolid 1794.