Ya desde el año pasado, venimos observando tumultuosas protestas en una compañera nación latinoamericana. En esta ocasión, no se trata de Venezuela, sino de Nicaragua, cuyo líder Daniel Ortega bien podría ser llamado como el Hugo Chávez de los ochenta. Hace más de diez años, este singular personaje retornó al cargo y ha prohibido a todos los medios nacionales transmitir los disturbios que se están dando en las calles, lo cual, añadido al recelo que le tiene a la prensa y otros observadores internacionales, implica que todas las grabaciones que puedes encontrar al respecto son de sencillos ciudadanos con su celular a la mano.

A pesar de lo que la intuición de más de uno pueda decir, estas protestas no se han dado en respuesta a la gran pobreza en la que vive Nicaragua. De hecho, Ortega ha liderado sorprendentemente a Nicaragua en un camino de tasas anuales de crecimiento del PBI superiores al 4.5%. Cuando analizamos sus políticas económicas, si bien ha tomado medidas populistas como un sistema de salud financiado íntegramente por el gasto público, no ha habido las estatizaciones y/o expropiaciones masivas que cualquiera esperaría. Además, su gobierno ha tenido una política activa de buscar tratados de libre comercio, a pesar de que se regule con escrutinio la actividad extranjera, más o menos como hace China. Incluso las relaciones con los Estados Unidos no se acercan a lo que hay en Venezuela, pues este país dona millones del presupuesto público en apoyo frente a huracanes y la balanza de pagos, mientras que recibe apoyo con respecto a la lucha contra el narcotráfico.

Todo esto es muy distinto de la anterior experiencia de Nicaragua bajo Ortega, cuyas medidas casi redujeron el PBI per cápita a la mitad y generaron una hiperinflación de por encima del 30 mil por ciento. En sus cinco años, logró lo que a Venezuela le tomó más del triple de tiempo y otro que sigue sin alcanzar. Ahora, después de Haití y Honduras, Nicaragua es el país más pobre de América, y de esto el claro responsable es el actual presidente. Sin embargo, ya no parece estar dañando la economía de modo tan severo, ¿por qué de repente todos están tan molestos? Bueno, el PBI de 13 mil millones de dólares de Nicaragua puede ser considerado como patrimonio de la familia Ortega y sus amigos, lo cual convierte a este país en la definición de una república bananera.

Por ejemplo, Laureano Ortega es un tenor quien llevó a la ópera italiana hasta Managua para poder interpretar al estelar ante un minúsculo público. Y este no es el único artista de la familia, pues Juan Carlos Ortega es un rockero cuya banda hace videoclips muy bien trabajados y transmitidos en Canal 8, del cual es director. Y no sólo está interesado en la música, pues hace poco viajó a Hollywood para hacer una película que promovería a Nicaragua como destino turístico y sin embargo, fue un total fracaso comercial. Por último, tenemos a Camila Ortega, la modelo que no sólo va a todas las pasarelas, sino tiene una propia llamada Nicaragua Diseña. Esto, en un país donde la quinta parte de la población se encuentra en pobreza extrema. Ah, ¿y recuerdan ese proyecto del “canal de Nicaragua” que iba a costar miles de millones de dólares? Al parecer, nunca se llegó a concretar debido a la insolvencia del empresario chino Wang Jing, quien no tenía ninguna clase de colateral, mientras que Nicaragua puso las reservas del Banco Central para respaldar este proyecto. De todos modos, ambas partes continúan diciendo que están interesadas en continuar el proyecto.

Pero sin los impuestos, ¿quién haría las mejores pasarelas del país?

¿Tienen hambre? Déjales tener una pasarela

Entre todo esto, es fácil imaginarse que no todos estén contentos. No sólo los grupos políticos liberales en contra del autoritarsimo que ha mostrado Ortega o su gran gasto público que impide que la economía se dirija a áreas más importantes. Ahora las políticas no precisamente socialistas del gobierno han puesto a los más devotos sandinistas en contra del gobierno, pues exijen que se empiece a nacionalizar las grandes industrias que tan ligadas están con el gobierno. Por el momento, no se puede observar ningún liderazgo organizado detrás de esta oposición civil, y en mi opinión ese es gran parte del problema con nuestra sociedad latinoamericana. Viendo a Venezuela por un momento, a pesar de que Guaidó claramente sea una mejor opción que Maduro, es importante saber lo que él y aquellos en su plataforma proponen. Desean subsidiar la producción petrolera y emplear los ingresos para crear un “Fondo Solidaridad”, que servirá para gastos sociales del Estado. A fin de cuentas, el gobierno y la oposición no son tan distintos, pues ambos están en contra de las políticas que bajo Carlos Andrés Pérez llevaron a Venezuela a lo que habría sido una nueva era de crecimiento económico. Es momento de pensar en quiénes son los que se están oponiendo a Ortega y por qué lo hacen, pues ellos serán la próxima generación en el gobierno.