Uno de los pilares para preservar la democracia en los Estados Unidos fue la inclusión de la segunda enmienda en la Declaración de los Derechos, que permite a los ciudadanos portar armar libremente. Fue establecida para prevenir que una administración se vuelva tiránica y que los ciudadanos estadounidenses puedan formar una milicia que les permita luchar contra ese supuesto. Sin embargo, algunas personas con sentido común opinan que esta enmienda se ha vuelto anticuada y no debería seguir siendo aplicada.

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Es obvio que los liberales hablan en contra de esta enmienda, y los conservadores y la Asociación Nacional del Rifle (NRA por sus siglas en inglés) se ríen se sus intentos. Otra vez el bipartidismo norteamericano genera una traba en el congreso que es tan eficiente como PPK negociando con la izquierda #VacanciaPresidencial. Pero el problema es más profundo que el típico discurso de Duck Dynasty vs Black-ish (el programa de TV más liberal según Conservapedia).

La NRA tiene tanta influencia dentro de la política norteamericana que incluso las instituciones que se encargan de investigar las estadísticas de las externalidades del uso de las armas se les otorga un presupuesto reducido y sus sistemas de análisis no han sido actualizados desde los noventas. Esta influencia se debe a que la NRA financia las campañas políticas de varios senadores del partido sin sentido común republicano como la de Marco Rubio, representante de Florida. La segunda enmienda dejó de ser una protección para la sociedad y se volvió en su contra.

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Tratemos de poner un ejemplo en la realidad peruana. Si Peluchín pudiera comprar un arma de asalto en el Jockey, ¿cuánto se demoraría en dispararle a Renzo Costa? Ahora viéndolo en una escala más grande, y tomando en cuenta que los niños tienen peleas tan ridículas como las de Peluchín con mínimo tres personas, la tendencia de que alguien decida ir a comprar un arma y abrir fuego en una escuela no es tan descabellada. Y esto fue lo que pasó la semana pasada en Parkland, lo que pasó el año pasado en Las Vegas, lo que pasó hace seis años en Sandy Hook. Hay una frase conocida que siempre resuena cada vez que hay uno de estos tiroteos y es que nadie prepara a un padre a enterrar a sus hijos, pero eso pasa cada vez que entran con armas a un colegio o universidad.

El argumento principal de los conservadores es la frase “las armas no matan personas, las personas matan personas”. El problema de la frase es que es cierta, pero sacada de contexto, como cuando Alan García dijo que los indígenas eran de segunda categoría… espérate #OkNo. Si bien, las armas son una herramienta, es una herramienta que se construye pensando, generalmente, en matar a otra persona. Y los que dicen que hay armas de caza, es cierto, pero los que manufacturan los AR-15, el arma que se usó en Florida, no pensaron que se usaría para cazar a Bambi. Y la limitación es que sí, el AR-15 no es un arma militar, pero con las modificaciones que puedes comprar en cualquier Wal-Mart (imagínate Makro, pero por la zona de licores puedes pasar y comprar una escopeta) puedes acercar su velocidad de disparo.

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La libertad de portar armas generó una militarización de la policía, y con justa razón. ¿Cuántas veces se te ha ocurrido solo atropellar al policía de tránsito que no te deja mover a pesar de tener la luz verde que te da pase #NoSoyPsicópata? La situación empeoraría si tuvieras acceso a armas. La mayoría dice que eso no le pasaría o se le ocurriría, pero no se puede predecir la actitud de un ser humano individualmente. Por eso es que los policías buscan tener más fuerza de respuesta; es por eso que hay tantos disparos de policía a civiles. Piensa en el nerviosismo de salir a patrullar las calles sabiendo de que cualquiera saque un rifle y dispare, la desconfianza se maximiza, no es sólo una cuestión de racismo, aunque eso influye también.

 

Si he sido un poco más serio con este artículo es porque la muerte de personas no me parece un tema político o que se deba discutir en el congreso, y menos, que los intereses económicos de la NRA tengan algo que ver con eso. Las instituciones políticas fallan cuando sobreponen sus intereses al bienestar común, y es algo que como peruanos podemos entender y aprender. Los estudiantes de Parkland no aceptan seguir con el status quo. Nosotros tampoco deberíamos.