Dar es dar, y no explicarle a nadie, no hay nada que explicar. Admiro mucho a las personas que son capaces de donar su tiempo o dinero para cumplir objetivos que no los benefician. La caridad puede parecer ilógica; sin embargo, existen razones para creer que, económicamente hablando, la filantropía es racional en este mundo capitalista. Disclaimer: este artículo no se encuentra a favor del socialismo ni del comunismo ¿o sí? Existen personas que recurren a la caridad por motivos egoístas como aligerar sus impuestos o mejorar su publicidad, pero ahora no hablaré de ello #IdeaParaOtroArtículo, sino de la manera en que la microeconomía nos muestra que a veces el desprendimiento material logra maximizar el resultado económico.

La caridad no solo es regalar dinero, se puede invertir en proyectos con objetivos sociales que no necesariamente generen ingresos para el inversionista.

En primer lugar, hay que recordar el objetivo principal de la economía para algunos: la administración de los escasos recursos para encontrar la mejor distribución para la sociedad #AlgoAsíMásOMenos. Entonces, con un poco de sentido común, se puede llegar a pensar en dos cosas: algunas personas no necesitan realmente todo el dinero que tienen y que esos recursos podrían ser usados de mejor manera por otras personas con no tanto dinero, obviamente. Esto lo pensó Andrew Carnegie en 1889 cuando escribió The Gospel Of Wealth (La palabra de Dios sobre la riqueza) #NadaDramático y se dio cuenta de que la mejor manera de resolver la desigualdad de la riqueza desde esos años era que los más ricos retribuyan sus excesos de riqueza en la sociedad. Este artículo a veces es considerado el comienzo de la filantropía.

“El contraste de hoy entre el palacio del millonario y la cabaña del trabajador indica el cambio que ha llegado con la civilización”.

En segundo lugar, tomaremos en cuenta el pensamiento analítico para darle más fundamento a nuestra hipótesis. Hasta el día de hoy, la filantropía no es un tema muy atractivo ni rentable para los investigadores. No obstante, algunos economistas le prestaron atención en los años 70 y desarrollaron modelos de utilidad en los que tomaron en cuenta las donaciones. Utilizaron la teoría de las normas sociales de la sociología en la que se establecen las reglas para la entrega de regalos entre personas #SíTieneReglas y lo incorporaron en el concepto de utilidad económica, primero de las personas y luego de las familias.

De esta manera, Gary Becker incluyó una sección dedicada a la caridad en su teoría de las interacciones sociales en 1974. Becker considera que la utilidad de una persona caritativa depende de su propio bienestar y del bienestar de otra persona (quien recibe la caridad). A su vez, el bienestar de la otra persona depende de la cantidad de donaciones que reciba con respecto a su nivel de vida. Así, una persona caritativa con esta función de utilidad encontrará un equilibrio en el cual destine recursos para maximizar su beneficio y el de la otra persona que no tiene un ingreso suficiente para tener una vida de calidad.

Aquí, h representa el monto que se dona a la otra persona. En esta ecuación la persona caritativa tiene que tomar en cuenta el ingreso Ij de la otra persona para saber si puede cumplir con satisfacer sus necesidades representadas en el precio de consumo pj. En otras palabras, el filántropo decidirá cuanto regalar para que esa persona pueda tener altos niveles de bienestar, casi tan altos como los suyos en ocasiones, aunque suene increíble. Si juntamos esta contribución con las ideas de Carnegie, podemos ver que llegará un punto en el que el bienestar de la propia persona será tan alto que preocuparse solamente por uno mismo ya no hará ninguna diferencia; pero, si ayudar le trae felicidad, destinar esos recursos a mejorar la vida de otras personas será beneficioso para él mismo y para la sociedad.

“Street Arabs and Gutter Snipes”

No todos los millonarios sienten felicidad al mejorar la vida de otros #¿SeríaLindoNo?, pero sí podemos encontrar algunos grandes ejemplos. El mismo Carnegie donó mucha de su riqueza y construyó librerías públicas en muchas ciudades de Estados Unidos. Además, instauró un mecanismo de impuestos en estas ciudades para que las librerías sean sostenibles en el tiempo. En la misma época, Phoebe Hearst, una sufragista americana, creía que al ser millonaria tenía la tarea de ayudar a los menos afortunados a tener las mismas oportunidades que los demás. Finalmente, en nuestros tiempos, tenemos la historia de Chuck Feeney. El multimillonario empresario siempre tuvo un rol activo en la filantropía y durante mucho tiempo dijo que le gustaría llegar al final de su vida siendo pobre y, para bien o para mal, lo logró. A sus 89 años, Feeney se encuentra sin dinero luego de donar toda su riqueza a diversas organizaciones de caridad. Él predica la idea de ayudar a fundaciones existentes y no seguir creando instituciones con el nombre del millonario #QueBuenaIndirecta.

Considero que estos puntos de vista económicos no compartidos por todos nos dan una idea simple, pero indispensable para vivir bien: si ayudamos a otras personas, nos ayudamos a nosotros mismos. En una sociedad que es buena con algunos y cruel con muchos, ¿por qué insistimos en acumular riqueza? Una vez que tenemos una buena calidad de vida, ¿vale la pena seguir preocupándonos solo por nosotros? Creo que es momento de plantearnos estas interrogantes y reflexionar sobre cómo queremos vivir nuestras vidas.