Sade… Escandaloso, libertino, fuera de su tiempo…Siempre hay un extremo, y su opuesto. Este loco alguna vez escribió: “no hay acciones, por más singulares que se consideren, verdaderamente criminales. Todo está en función de las costumbres y del punto geográfico en el que nos encontremos. Lo que es un delito aquí, cien leguas más abajo es una virtud. Vicio… y virtud…, todo se confunde en la tumba”. Se lo tacho de idiota por algunos. Napoleón arrojó Justine al fuego. Arremetía, entonces, contra los estratos sociales, el conservadurismo. Hoy vivimos su legado. Vidas liberales, marcadas por el deseo, la curiosidad que no conoce otro tapujo que uno mismo. Y sus propios laberintos. Hoy, “todo está permitido”. Permitido el amor. Permitido el odio. Permitido ver, visualizar. La imaginación puede satisfacerse en un rincón inopinado. Hace poco vi Shame de Steve Mc Queen. Estrenada en 2012. No es la primera vez que veo un drama donde el protagonista solo sabe vivir a costa de sus propias fauces. Manchester by the sea, Inception, Antichrist, Old Boy… ¿Qué concluyen estos protagonistas que entre ser y no ser optan por vivir a costa de sí mismos? Sobre todo, ¿qué inspira a estos artistas a reflejar estos universos encrucijados? Más aún, ¿por qué nos abalanzamos a estos dramas?

“Todo se soporta gracias al convencimiento de que de la noche a la mañana algo ocurrirá, un milagro, que vuelva la vida tolerable”. Quizá, Miller. Pero acordemos que el convencimiento de la existencia de vidas infra-inferiores aparte de la nuestra nos da un respiro. Las obras hacen eso. Matizan con ficción la realidad ajustada. Y así, la exaltan con sus símbolos o nos aterran con sus advertencias. Nos presentan vidas ya crucificadas de antemano, como en Elephant de Gus Van Sant. Si hay tanta libertad, entonces ¿no hay consecuencias? Y si hay consecuencias, entonces ¿no hay libertad? Claro que hay consecuencias. Hablemos de lo del día a día. Dejar un trabajo, tomar una ruta u otra, salir del país o ingresar a uno, decidir por un viaje o una inversión, alzar la voz o guardar silencio. Las consecuencias, lamentablemente, solo son estadísticas o remordimientos morales. No hay ensayos. La ficción si es buena, refleja las consecuencias. Y, o bien nos motiva o nos hace reacios a lo que creemos que vamos a encontrar. Pero no caigamos en la burbuja de lo fantasioso. A veces la realidad supera la ficción o, en ocasiones, es totalmente decepcionante en comparación con ella.

¿Qué le puedo decir a una persona que vive imaginando cosas? Que conecte un mundo con el otro. ¡Pertenecemos a la tierra! Cada día tenemos grasa en el rostro, legañas y mal aliento. Hay un cuerpo que satisfacer. Las ideas no pueden existir solas en el vacío de la mente. Nos pasamos llenando la cabeza de historias, pero… ¡pero qué!… Si no hay vitalidad, entonces somos fantasmas. Definitivamente la ficción debe servir a la realidad. Pero, si la ficción se convierte en la realidad, ¿seriamos esquizofrénicos? Nada más falso. Sentir es también vivir. Y vivir no es estar en el mundo solamente… a veces es estar fuera de él.