La desigualdad económica es un tema ampliamente discutido, producto de fuerzas políticas y culturales complejas alrededor del mundo a lo largo de la historia. En torno a esta existe una enorme preocupación y muchos insisten en que la igualdad es un objetivo social importante; sin embargo, ¿realmente las personas creen que la distribución ideal de la riqueza debe ser igual para todos?

La respuesta es NO. Para el psicólogo e investigador de la Universidad de Yale, Mark Sheskin, el problema no es la existencia de una brecha entre ricos y pobres, sino la existencia de injusticias.

Estos dos temas son confusos porque hay tanta desigualdad que se supone que debe ser injusto; pero esto ha llevado a un enfoque incorrecto en la desigualdad de la riqueza en sí misma como el problema que debe abordarse, en lugar del tema más central de la justicia.

A cada uno lo que merece

En un artículo publicado el 2017 en la revista Nature Human Behavior titulado ‘Por qué la gente prefiere sociedades desiguales’, un equipo de psicólogos y sociólogos de la Universidad de Yale argumenta que los humanos, incluso cuando son niños pequeños, prefieren vivir en un mundo en el que existe la desigualdad. Suena contrario a lo que podría pensarse, entonces, ¿a qué se debería eso?

El estudio concluye que, cuando las personas se encuentran en una situación en la que todos son iguales, la mayoría se molesta si las personas que trabajan duro no son recompensadas, o si los holgazanes son recompensados ​​en exceso. Un ejemplo concreto de ello es la sensación que tenemos cuando el free rider del equipo saca la misma nota que nosotros.

“Argumentamos que la percepción pública de que la desigualdad de la riqueza en sí misma es aversiva para la mayoría de la gente es incorrecta y que, en cambio, lo que realmente preocupa a la gente es la injusticia”, dice Christina Starmans, postdoctora en psicología en Yale que trabajó en dicho artículo.

La razón por la que esto es importante es que tratar de crear un mundo sin disparidad de riqueza está en desacuerdo con la percepción de justicia de la gente, y eso podría conducir a la inestabilidad. Una sociedad donde no existe la pobreza suena bastante utópica; no obstante, si esa sociedad es igual, pero injusta, corre el riesgo de colapsar, sostiene Nicholas Bloom, profesor de Economía en la Universidad de Stanford.

“Por razonable que parezca, la gente no suele trabajar, crear o esforzarse sin la motivación para hacerlo”, dice Bloom. “Cuando se manejan grandes equipos de personas, no hay nada que enfurezca más a la gente que los individuos perezosos que obtienen las mismas recompensas y promociones que quienes trabajan más duro”.

Definiendo la desigualdad

Los expertos sostienen que necesitamos una definición acordada del término “desigualdad”. En ese sentido, hay tres ideas separadas pero muy relacionadas.

Primero, la idea de que las personas deben tener las mismas oportunidades en la sociedad, independientemente de su género, origen, etnicidad, sexualidad, etc. Esto abarcaría los problemas en torno a diferencias salariales por género, derechos de minorías, discriminación.

La segunda idea es la distribución justa, que dice que los beneficios o recompensas deben distribuirse de manera justa en función del mérito. En el Perú, este concepto es muy aplicable a la explotación laboral y el subempleo.

La última idea es la noción de igualdad de resultados, o que las personas reciben los mismos resultados independientemente de las circunstancias.

Cada una de estas ideas representa un tipo diferente de desigualdad que se manifiesta en la vida cotidiana y que contribuye a la mega tendencia general que mucha gente común considera como “desigualdad económica”. Reconocer estas diferentes dimensiones es crucial para formular un plan integral.

Entonces, ¿cuál de estos tipos de desigualdad debería abordarse? ¿Cuál conduce a una sociedad potencialmente mejor?

El verdadero problema

Harry G. Frankfurt, profesor emérito de filosofía en la Universidad de Princeton, en su libro Sobre la desigualdad, señala que el discurso político contemporáneo a menudo difumina varias preocupaciones que deberían considerarse como distintas. Las preocupaciones por la desigualdad se mezclan con las preocupaciones por la pobreza, la erosión de los derechos básicos y la falta de equidad.

Si bien es verdad que la desigualdad en sí misma no es lo que realmente preocupa a la gente, entonces sería mejor que separáramos con más cuidado estas preocupaciones y centráramos la atención en los problemas que más nos importan.

Edición: Paolo Pró