¿Podemos ser peruanos, sin habernos conocido?

En el Perú, escuchamos música de afuera, nos vestimos con estilos de afuera, y solo parece enorgullecernos lo que es nuestro y es valorado afuera. ¿Cómo identificarse, entonces? Uno es los productos que consume, la comida que come, la gente con quien se rodea. Así se construyen realidades, y lamentablemente, muchas veces nos es difícil ver más allá de uno, más allá de nuestro entorno y posición socio-económica, más allá de Lima. No por maldad, sino por puro desconocimiento. Entonces cuando vemos, nos quejamos. ¿Cómo es que las cosas andan tan mal? ¿Cómo es que nos sigue pasando?

Y es que, sin si quiera notarlo, nos hemos sumergido en el vacío de una indignación que presiento, no tiene intención de agotarse. Nos quejamos de él, nos quejamos de aquel, incluso de nosotros mismos; y al final del día, no hacemos nada para cambiarlo. No hay acción. Los peruanos nos hemos acostumbrado a vivir con una piedra en el zapato, que nos continúa dañando, pero que aun así, nos cuesta si quiera reconocer que está ahí, desgastándonos. Pero, una vez más, qué difícil notarlo cuando ni si quiera vemos esos pies como nuestros.

Ciertamente, es muy probable que jamás puedas luchar por algo que no te identifique.

Es por eso que consumir cultura es importante. Te demuestra que no todo en nuestro país es desechable o no tiene reparo. Te enseña a ser peruano, desglosa contigo qué es ser-humano. Te reencuentra con tus raíces y de alguna manera, empiezas a sentirlas: aquellas ojotas ya no te son tan ajenas, las conoces y aunque no las poseas, por un segundo, las sientes puestas.

Así, precisamente, es cómo describiría Wiñaypacha, la primera película peruana en aymara. Una historia que narra la vida de una pareja de ancianos que en su soledad, se preguntan ¿cuándo es que regresará su hijo? ¿por qué es que ahora le avergüenza hablar en aymara?

Una bofetada a lo comercial, no por los premios internacionales, sino por su alto nivel de contenido. En su obra prima, el director puneño Óscar Catacora y su familia, consiguieron conmovernos con una historia simple, con una ficción muy real. Un contexto, a primera vista, completamente desconocido, pero que nos pertenece; que mientras lees este texto, sucede. Rompe con la fórmula narrativa del cine peruano actual, al que muchas veces –con cierta resignación y tino-  subestimamos.

Y con una pena enorme, sé que no todos podrán compartir, disfrutar y aprender de esta experiencia. En nuestro país (como en muchos otros), el cine es un negocio y a menos de siete días del estreno de grandes firmas internacionales, son pocas salas las que le abren la puerta a un producto nacional diferente y prometedor. Wiñaypacha, posiblemente, no llegue a una segunda semana en cartelera. Un producto audiovisual nacional de tal calibre debería ser visto por todos. Debería romper taquillas.

Vayamos todos al cine. La película continúa en Cineplanet Alcázar a las 3:20 y 7:50; Cineplanet San Miguel 3:30 y 8 p.m; Cinépolis Norte a las 8:30 y 10:35;  Cinépolis Santa Anita a las 11:40 a.m, 2:05 y 4:20; y Cinestar Breña a las 8:35 y 10:25 de la noche.

Si buscas que tu país cambie, el primer paso, es aprender de él. Identifícate. Hay mucho más que el desagradable tráfico, las comedias lisurientas y la corrupción, que tan enervados pero a la vez entretenidos nos tienen. Apostemos porque sí se pueda hacer un cambio y forcemos a los medios a apostar, también, por la cultura.

La ignorancia nunca, nunca, nunca, debería ser una decisión.