Economía del Conocimiento

Probablemente durante la última década de tu vida has sido espectador de numerosos cambios tecnológicos del zumbido de Messenger a las preguntas de Instagram. Vivimos la era de la globalización, periodo de avances tecnológicos sistemáticos en el que el conocimiento se ha vuelto el “valor agregado a la producción” y una gran ventaja comparativa. Sin lugar a duda, este activo ha permitido que muchos países se desarrollen y logren mejorar su crecimiento económico y bienestar.

Con el tiempo, el sistema capitalista ha intentado privatizar el conocimiento mediante el sistema de patentes #nosoyrojo. Ha cuidado e incentivado la innovación dándole al inventor “derechos exclusivos” para poder tener mejores ganancias, y así, permitir que esos puedan seguir invirtiendo en más innovación.

Una realidad y hasta se ha vuelto una cultura peruana donde hay poca actividad en el uso de patentes e informalidad generalizada #desde aquí puedo ver tu disco pirata

Stiglitz (2006) indica que la economía pierde a corto plazo debido a que los “derechos exclusivos” o los derechos de propiedad intelectual crean un monopolio #micro ya déjame en paz. Así se forman rentas monopolistas (las que suponen un incentivo para iniciar/seguir con investigaciones) y generan precios altos. Asimismo, afirma que en el largo plazo una economía pierde debido a la reducción de la innovación.  Para explicar su idea recurre a Thomas Jefferson:

La conclusión en vacacioñol porque durante las vacaciones ya no quieres pensares que por eficiencia económica, el conocimiento debería estar disponible. No obstante, la propiedad intelectual no lo permite y termina afectando a muchas invenciones que se basan en una idea anterior o en un simple retoque. Por ejemplo, en 1895, George Baldwin Selden obtuvo una patente de un automóvil y junto a un grupo de fabricantes formó un cartel para venderlos a precios altos. Por suerte, Henry Ford le dio un retoque al invento pasado y pudo sacar el famoso Modelo T, primer automóvil accesible para las masas. Con ello redujo bruscamente los precios y revolucionó todo el transporte e industria de Estados Unidos.

Entonces, los derechos de propiedad intelectual generan dos fuerzas opuestas, una que ralentiza la innovación y otra que la incentiva. Algo así como las fuerzas de la señora K y las de la verdadera justicia.

Esto nos lleva a preguntas que limitan a los derechos de propiedad como: ¿Qué puede patentarse?, ¿Cuánto debería durar una patente?, ¿Cuál es el alcance que debe tener?

Si las patentes abarcan demasiado tiempo y alcance, habrá menos incentivos para las empresas con las patentes a seguir investigando porque no tienen que preocuparse de competencia por muchos años, ralentizando el proceso de investigación continua.

En los últimos años se ha permitido patentar un sinfín de cosas, lo que obstaculiza muchas actividades económicas. Un ejemplo es la industria de software, en donde usualmente una empresa tiende a infringir una patente porque redescubre algo o se copia sin querer de un diseño (algo tan simple como el uso de una tecla para una función específica). Los científicos y las destinas empresas no están al tanto de los miles de patentes existentes al sacar un producto y muchas veces las infringen, lo que conlleva a juicios multimillonarios.

Asimismo, el conocimiento público muchas veces es patentado, ya que las patentes suelen basarse en conocimiento pasado al que agregan una idea nueva. Un gran suceso que afecta a países como el Perú, es el de la biopiratería, en la cual, empresas extranjeras patentan conocimientos tradicionales/ancestrales de países en vía de desarrollo. “Roban” su conocimiento sobre plantas medicinales y sus distintos usos al patentarlas (pueden hacer esto ya que al ser conocimiento público, nunca han sido patentadas), y luego les revenden estas medicinas a precios altos #sorrynotsorry. Además, las leyes impiden que las personas que siempre han usado su conocimiento tradicional no lo puedan utilizar para hacer empresa en un mercado formal. #P!n$heGobiernoPut%

Claramente, las patentes ya han puesto a los países en vía de desarrollo en desventaja frente a los desarrollados y su gran número de patentes. Pero que el sistema también les quite sus ventajas comparativas (como el uso de plantas medicinales), hace que muchos de sus ciudadanos se pregunten: ¿Por qué debemos estar en el juego de las patentes si roban nuestro conocimiento público para luego vendérnoslo a precios altos y prohibirnos su uso?

Referencias:

 Joseph Stiglitz, Como hacer que funcione la globalización (2006)

http://elfosscientiae.cigb.edu.cu/PDFs/Biotecnol%20Apl/2000/17/1/55-61.pdf

https://comercioyjusticia.info/blog/opinion/las-patentes-en-la-economia-del-conocimiento/

http://www.wipo.int/patent-law/es/developments/economic.html