A pesar de estar del otro lado del Ecuador, las noticias sobre las anomalías climáticas del hemisferio norte han llegado más rápido que los trámites de los allegados de Jorge Barata para huir del país. Sin embargo, sólo una faceta del asunto es la que mira hacia las pantallas. Mientras que nieva en Roma y la Reina se muda antes de tiempo al palacio de invierno, el círculo polar ártico ha padecido una ola de calor tan inusitada como ignorada: 35°C por encima del promedio. Olas de frío y calor, adyacentes pero contraintuitivamente inmiscibles. ¿Cómo y por qué? Más importante aún, ¿importa?

Ah. Además nevó en el Sahara por tercera vez en 40 años.

Ah. Además nevó en el Sahara por tercera vez en 40 años.

Bueno, como la frustrante mayoría de procesos en la naturaleza, es más complicado de lo que parece. Hoy por hoy debería ser conocido que calentamiento global NO significa mayor temperatura uniformemente en la atmósfera. Es mayor temperatura ­en promedio, lo cual no impide que el calor en la jungla A genere heladas en la cordillera B. Es más: a veces uno es evento suficiente y necesario para que suceda el otro.

Expliquémoslo un poco mejor. Todos recordamos los devastadores efectos del Niño el año pasado; embates de calor sostenido, urbanizaciones enteras arrastradas por los infames huaicos y redes sociales saturadas con memes de puentes y limones. Ahora, en cambio, experimentamos un enfriamiento de la temperatura superficial en el Pacífico tropical. Esta—en una gran exhibición de falta de creatividad—es “la Niña”. El Niño y la Niña son dos caras de una misma moneda, la cual es arrojada irregularmente (cada 2 a 7 años) por las caprichosas corrientes del océano Pacífico en un juego llamado El Niño-Oscilación del Sur. Y la biósfera está llena de estas oscilaciones: ciclo de Gleissberg, ciclo de Schwabe, incluso uno que ocurre cada 2 300 años—el ciclo de Hallstadzeit/Hallstatt. Pareciera que hubiera una oscilación para el apellido de cada chica alemana que viene de intercambio. Curiosamente, los científicos parecemos más hábiles para documentar a las primeras que para interactuar con las segundas.

Felizmente, estos esfuerzos han estado rindiendo frutos desde hace ya un tiempo, como el descubrimiento de la evasiva dinámica climática que ahora viste a Europa de blanco, conocida desde 1971 como la oscilación de Madden-Julian o MJO, por sus siglas en inglés. Si la cultura peruana que nombró a su oscilación El Niño también hubiera presenciado este otro ciclo, siendo aún más movido con periodos cortos de un mes y que además se mueve de lugar en lugar, no dudo de que lo hubiera llamado “El Pirañita”. No obstante, la MJO ocurre en el Pacífico tropical y el océano Índico. ¿Cómo puede ser que congele croissants al otro extremo del globo? Bueno, este pirañita cuando quiere es sicario, causando efectos dramáticos de gran alcance sin salir de su cuna micronesia. A través de un stratwarming (calentamiento estratosférico repentino), levantó un frente de aire temperado con dirección al ártico pasando por Canadá. Aquí es donde Groenlandia comienza a sudar y nos encontramos con el señor calor en el polo norte. Pero —siempre parece haber un pero— este frente cálido se vuelve relativamente estático mientras se ocupa de matar osos polares, lo que presenta un obstáculo físico para las corrientes en chorro que normalmente circulan el Atlántico y arrastran cálidos vientos caribeños hacia el Viejo Continente en su camino. Es en este punto, sin la sensual caricia de los trópicos, cuando Europa queda desprotegida ante una Rusia que en fiel reflejo de la geopolítica actual le susurra con un gélido aliento siberiano “ven pa’ acá, papu”. Continuando con los innuendos, no sorprende que ABC haya llamado al embate de vientos helados provenientes de Siberia “the Beast from the East”.

Los refugiados no son tan entusiastas como los fotógrafos.

Los refugiados no son tan entusiastas como los fotógrafos.

Ahora, estas oscilaciones son naturales y saludables. No es que sean producto del cambio climático, pero son agravadas por este más allá de lo que los ecosistemas pueden soportar. Según la NASA, el hielo oceánico (no sólo el que hunde barquitos para la mayor gloria de Hollywood, sino la importante capa que cubre el mar y sirve de infraestructura para los ecosistemas árticos) se está reduciendo en 13.2 % por década. Esto no impide que haya verdaderos escépticos del cambio climático, irónicamente más visibles en países desarrollados. La gasolina que mantiene andando el coche populista en EE.UU. con rumbo a un día después de mañana muy poco ecoamigable es el clima en la republicana zona del Cinturón del Maíz, en promedio más frío y con hasta 35% más precipitaciones para ese país. “¿Cómo podría haber calentamiento climático si en mi casa gasto más en calefacción que hace quince años?”, argüirá un agricultor. “¡Ese cambio también es resultado del efecto invernadero!”, responderá algún ambientalista entusiasta. Not quite. Así como las cosechas pueden caer presas del clima, también sucede en el sentido inverso: las enormes extensiones de maíz están adulterando el clima.descargaEn buen cristiano, la meteorología es fregada como ella sola. No envidio en lo más mínimo el arduo y tan necesario trabajo de los geógrafos y meteorólogos, quienes ven retribuida su cruzada estocástica por un mercado donde cada vez encuentran mayor demanda. ¿Cómo podría ser esto de otra forma cuando las compañías de seguro a nivel mundial han reportado USD 175 mil millones de pérdidas por desastres naturales sólo en 2016? Me atrevo a decir que el Perú —ejem, Reconstrucción Nacional, ejem— no escapa de esta estadística, de manera tal que documentar y monitorear con mejores instrumentos, protocolos y profesionales el clima podría ser una necesidad más que un lujo en los próximos años. Más de una vez he oído a un chofer de taxi decirme en respuesta “Pero si nosotros casi no contaminamos, ¡que lo arreglen los chinos o los gringos!”. Ahí me pongo a pensar y me doy cuenta de que eso es en buena parte verdad, y es importante que los principales responsables lo arreglen. Al conductor le importa; a mí me importa. La pregunta es: ¿al huaico le importa?