Todos hemos visto las imágenes o hemos experimentado cómo la policía intentaba reducir las manifestaciones pacíficas a la fuerza, comenzando con el uso de gases lacrimógenos. Una nube blanca se esparce y los que se encuentran en su camino comienzan a sentir los efectos, ocurre una irritación intensa de las mucosas y piel apenas 15 segundos luego de entrar en contacto y duran hasta 30 minutos después de cortar todo contacto.

¿Qué es el gas lacrimógeno?

Comenzando por lo básico, “gas lacrimógeno” es una denominación para diferentes compuestos que han sido diseñados como “controladores de muchedumbres”. Dentro de los protocolos de Ginebra de 1925 están considerados como un arma química cuyo uso está prohibido en la guerra, pero se permite su producción y uso en situaciones domésticas desde la convención internacional de armas químicas de 1992.

La policía nacional  lanzó una convocatoria para adquirir más de 30 mil de estas bombas en el 2017, lo que le da material suficiente para no tener que racionar su uso en las protestas y hace casi  redundante la labor de las brigadas que se ocupaban de apagarlas, lamentablemente nunca tuvieron oportunidad de controlarlas, aunque sus esfuerzos sirvieron para proteger a sus otros compañeros mientras se ponían a salvo.

En el Perú y en el resto del mundo, el gas más usado es el Clorobenzilideno Malononitrilo también llamado agente CS. No es un gas, sino un sólido a temperatura ambiente que se dispersa al aire en forma de polvo mediante granadas o en modalidad de spray cuando ha sido mezclado con solventes orgánicos.

El agente CS es una sustancia sintética desarrollada en los años 50 y que se usa actualmente por considerarse menos nociva que otros gases

¿Cómo es que un solo químico tiene efectos en tantas partes del cuerpo?

Hay que darle gracias al sistema nervioso, el encargado de mantener una comunicación con el mundo exterior y alertarnos de situaciones de peligro, mediante mecanismos de dolor.

Por todo nuestro cuerpo se encuentran neuronas llamadas nociceptores que se encargan de transmitir las sensaciones al cerebro. Son células que tienen diferentes proteínas de membranas (imagina la célula como una naranja con perlas incrustadas, cada perla es una proteína y estas se dividen en familias) diferentes familias se activan con diferentes sensaciones. 

Una de las encargadas de sentir dolor son las pertenecientes al grupo TRPA (Transient Receptor Potential – A) que se activa con cambios de temperatura, golpes mecánicos o al entrar en contacto con diferentes químicos. Los químicos que las activan van desde el mentol, la mostaza, el aji o el agente CS. Los mismos receptores que tienes en la lengua y que te permiten disfrutar el picante de la comida son las que te van a hacer sentir los efectos de los gases lacrimógenos. 

Pero esto no es todo, estas señales también liberan agentes inflamatorios que son las causantes del lagrimeo intenso y la irritación de las mucosas. Los encargados de producir la inflamación son principalmente las citoquinas o proteínas móviles, que se comunican con el resto de células, además de péptidos y otras proteínas de membrana que activan las señales de vasodilatación, inflamación y el aumento de la secreción de fluidos.

La fórmula química del clorobenzilideno malononitrilo nos deja ver el Cloro un potente agente irritante  y tóxico para los humanos  dentro de esta molécula.


Combinado con los otros compuestos tóxicos de las granadas, se producen efectos en la piel, garganta, pulmones y ojos. 

Una exposición corta se caracteriza por la secreción de fluidos tanto mocos como lágrimas, visión borrosa, sensación de quemazón, enrojecimiento de todo lo expuesto, sensación de ahogamiento e incluso vómitos.  Los efectos a un mayor tiempo son severos, puede llegar a la asfixia temporal que resulta en la pérdida de conocimiento, ceguera y otros problemas oculares e incluso la muerte por quemaduras químicas a los pulmones. Sus consecuencias a largo plazo no han sido determinadas. 

En el Perú como en otras partes del mundo no hay un protocolo de uso de estas armas, sino que se deja a discreción de los encargados de mantener el orden. Esto es algo preocupante al recordar que el usual comportamiento de la policía ante protestas no es pensar en el bienestar de los ciudadanos y el cumplimiento de las leyes, sino reprimir usando violencia. Tal vez una mejor normativa es algo en lo que este gobierno de transición podría trabajar, o al menos eliminar la ley que fue aprobada en el gobierno de Merino que permite el uso de la fuerza excesiva sin sanciones