Cuando oímos hablar de Inteligencia Emocional, podemos pensar en una serie de conceptos: «una teoría», «habilidades blandas», «el cómo nos relacionamos con otros», «conocer las propias emociones». Es todo esto, aunque quizás se nos dificulte aprenderla, dado que no contamos con el tiempo para leer un libro del tema o llevar un curso. No importa. Podemos desarrollarla de una forma mucho más sencilla: recordando que todos hemos sido niños alguna vez.

Cuando eres niño, si ves a alguien llorando, le preguntas: ¿por qué lloras? O, si te encuentras con alguien con temor, a lo mejor le das un abrazo que le dé valor. Era bueno ser niño. Sin embargo, llega un momento en que empezamos a abandonar aquella inocencia y, poco a poco, nos dejamos llevar por el pensamiento de «no debes llorar», «no debes tener miedo», o empezamos a ser desconfiados de los otros. Y así, inconscientemente —o, tal vez, a conciencia— empezamos a vivir con miedos, guardar resentimientos, odios… Dejamos de detenernos a reflexionar sobre nuestras emociones y «operamos en modo automático». Un hombre se dio cuenta de que estas pequeñas cosas que reprimíamos podían convertirse en algo más grande y destructivo y decidió enviar un mensaje que hoy continúa siendo vigente, así como aplicable a nuestros entornos tanto personales como laborales. Él era Fred Rogers, y su mensaje es la inteligencia emocional: conocernos a nosotros mismos y nuestras emociones, conocer a los demás y sus emociones, «amar al prójimo como a uno mismo».

Inteligencia Emocional y el manejo de las emociones

Para Goleman, «la inteligencia emocional está relacionada con un conjunto de habilidades que se basan en la capacidad de reconocer los sentimientos propios y ajenos para que sirvan de guía al pensamiento y a la acción» (como se citó en Pérsico, 2003, p. 14). Es importante saber qué cosas nos hacen felices y cuáles no; pero, sobre todo, cómo reaccionamos a ello. En la película A Beautiful Day in the Neighborhood, el Señor Rogers, interpretado por Tom Hanks, explica que, cuando nos sentimos mal, hay formas no-destructivas de desahogarnos del malestar, como puede ser ir a nadar, empezar a moldear plastilina o, quizás, tocar las notas graves del piano. De esta forma, hacemos salir las emociones negativas que sentimos, pero sin dañarnos a nosotros ni a los demás. Siguiendo esta idea, pongamos una situación. Digamos que nuestro jefe ha tenido un mal día, llega a nuestro sitio y nos grita sin razón. ¿Qué podríamos hacer si decidimos actuar con inteligencia emocional? Quizás tomar una hoja de papel y empezar a hacer garabatos. Mientras lo hacemos, ponernos a reflexionar: «¿qué estoy sintiendo? ¿Me siento enojado? ¿Qué es lo que me hizo enojar?». Así, podremos conocer un poco más sobre nuestras emociones y qué las ocasiona, a la vez que vamos calmándonos con el garabato, en lugar de pelearnos con nuestro jefe o nuestros colegas. Cuando ya estemos calmados, podemos buscar un momento para conversar con nuestro jefe y, de forma asertiva, compartirle que nos dolió lo que nos dijo. Esto lo ayudará también a él a estar más consciente de sus emociones y su trato con los demás.

Tom Hanks, vestido con chompa roja, interpretando a Fred Rogers
Tom Hanks como Fred Rogers en la película A Beautiful Day in the Neighborhood (2019). Fuente: The Philadelphia Citizen.

Interesarnos por los demás y comprenderlos

Fred —como le gustaba que lo llamara la gente— demostraba su interés por las demás personas, incluso a aquellos a los que acababa de conocer —como Tom Junod, el periodista que escribió un artículo sobre él, en el que se inspira la película—. Les hablaba y trataba como si los conociera por un largo tiempo. Los miraba a los ojos y les hacía sentir su interés por ellos. En medio del ajetreo laboral, ¿cuándo fue la última vez que miramos a alguien a los ojos y, genuinamente, nos interesamos por cómo estaba yendo su día?

Portada de revista Esquire de noviembre de 1998
Portada de la revista Esquire de Noviembre de 1998. Fuente: Esquire

Aunque fue víctima de bullying en la escuela, Fred, quien tenía una familia amorosa de la que aprendió a intentar entender a los demás, empezó a preocuparse por los otros, comprendiendo que hasta los bullies tenían emociones complejas con las que lidiar. Y, cuando uno comprende, entonces puede perdonar. «El perdón es la acción de liberar a una persona de los sentimientos de ira que tenemos hacia ella», explica el Rogers de Tom Hanks en la película.

En nuestra vida personal y profesional, debemos ser capaces de comprender a los demás, entender todas las emociones que pasan por ellos. Cuando lo hagamos, podremos ponernos en su lugar. Este es el primer paso para construir relaciones buenas y duraderas con quienes tenemos a nuestro alrededor.

¿Puedes decir… héroe?

Mientras conversaba con una amiga sobre mi idea para este artículo, me hizo darme cuenta del parecido entre el Señor Rogers y la versión mayor del Capitán América al final de Avengers Endgame. Casualmente, ambos se apellidan Rogers. ¿Coincidencia? Quiero pensar que no. De alguna manera, esa secuencia final parece ser una evocación al Señor Rogers. El artículo publicado por Tom Junod en 1998 se titulaba Can you say… Hero? (¿Puedes decir… Héroe?). Avengers Endgame, más de 20 años después, parece darnos una respuesta. Fred Rogers era un héroe, y sigue siéndolo en los corazones de los niños y adultos a quienes sus palabras y legado continúan inspirando. Y, como él, nosotros también podemos ser héroes en el día a día, en nuestro hogar, colegio, universidad o trabajo, si elegimos actuar con inteligencia emocional y empatía, comprendiendo a los demás y ayudándolos con asertividad, así como conociendo nuestras emociones y aprendiendo a gestionarlas.

Hombre anciano con casaca beige
Fred Rogers como el Capitán América. Fuente: Elaboración propia

Editado por Isabella Solimano

Referencias