Con el pasar de los años, los medios de comunicación peruanos han demostrado su doble moral y poca consistencia con la línea de su contenido. Uno pensaría que en estas épocas de pandemia reflexionarían y mejorarían. Sin embargo, solo han evidenciado más su falta de empatía. El 31 de agosto parecía ser un día más de pandemia, pero de pronto llegó el programa de Magaly Medina con una “primicia” que acabaría en la mayoría de encabezados de los medios noticiosos nacionales. Magaly lo hizo de nuevo: un “ampay” de la presentadora de TV Sheyla Rojas con el lateral nacional Luis Advíncula.

El reportaje presentado en el programa de la “urraca” fue no solo insultante, sino también abusivo. La forma en la que presentaron los hechos es una completa ofensa a la privacidad, violando todo código tácito o no sobre el respeto a figuras públicas. Fue el relacionista público de Sheyla Rojas quien la delató ante el programa de Magaly, sin razón aparente o lógica al menos; se tiene que ser miserable y deshonesto para delatar la esfera de lo privado de una vida pública que se te confió.

Poco o nada importó que se tratara de la vida privada de una mujer, quien tiene derecho de vivir su sexualidad como ella crea conveniente; sin embargo, por alguna razón, Magaly tuvo carta blanca para hacer de ello un circo para que todos nos riamos y hagamos memes, burlas y demás, de la vida de una mujer, que probablemente tenga miedo hasta de salir a la calle. Mucho se puede decir de las pasadas acciones de Sheyla Rojas; no obstante, la intensidad y la ferocidad con la que se le atacó toda la primera semana de septiembre es digna de reproche unánime, por parte de aquellos que no saben de empatía o siquiera diferenciar entre hacer una broma y alimentar a la basura televisiva.

Magaly lo hizo de nuevo, con regocijo y una inquietante satisfacción, revelaba imágenes privadas, conversaciones que tuvo con este, el peor relacionista público de todos, antes de conocer al “rayo” Advíncula. Cómo es posible que en la época del empoderamiento femenino, se permita la destrucción y satanización de una mujer por ejercer su sexualidad de cierta manera. Magaly, cuando cae conveniente, es defensora de las mujeres violentadas y la defensa de sus derechos, a pesar de ser ella, una de los principales exponentes de la violencia psicológica contra varias mujeres.

Quizá en este momento Sheyla Rojas sienta que su vida se acabó, pues lo que antes se sabía como un rumor o tal vez un secreto a voces, se acababa de confirmar. No obstante, eso no quita que una situación privada haya sido vertida indiscriminadamente, sin mayor tino para publicar y mostrarla ante miles de televidentes. Magaly Medina demostró una vez más su hipocresía, su pobreza humana y también que es la enemiga número uno de las comunicaciones y el periodismo que ella clama ejercer.

Queda claro que, con el tiempo, esta pandemia solo nos hace desprendernos más de aquello que nos debía ser indispensable: nuestro razonamiento y nuestra empatía o sensibilidad. Son estos casos en los que se demuestra la doble moral de muchos, pues quizá por un lado todo el contenido que nace a partir de estas situaciones entretiene a algunos, pero no nos damos cuenta que apoyamos estas actitudes irresponsables que han sido normalizadas en un programa de televisión inescrupuloso. Debemos fijar un límite.