Muchas personas amantes de la repostería nos dirán que hacer postres es una forma de hacer arte porque implica la creación de texturas y la dominación de infinitas técnicas con distintos ingredientes que generan una mágica explosión de colores y sabores. Y bueno, efectivamente tienen toda la razón. Le repostería esconde un sinfín de secretos que son cruciales para obtener una obra de arte comestible (Tres Tiempos, 2017), pero el secreto más importante va más allá que el interior del postre.

Se sabe que el factor clave en la repostería es el arte de la precisión y por ello, la frase “manos a la masa” está prohibida en la cocina si es que no sabes a detalle el postre que estás a punto de cocinar. Debemos tener en mente qué tipo de postre queremos hacer, y no me refiero a saber si cocinaremos una torta de chocolate o un cheesecake de fresa. La pregunta del millón es ¿cómo quiero que sea esa torta? ¿quiero que esté esponjosa o húmeda por dentro o súper crujiente por fuera o todas las anteriores? Nuestras ideas del postre soñado se vuelven realidad cuando encontramos a nuestra mejor amiga en este proceso, la receta.

Aunque no lo crean, hay recetas para absolutamente todos los gustos y la clave está en respetar, con gran exactitud, las medidas de los ingredientes necesarios. Un poco más de leche o de mantequilla puede hacer una gran diferencia en la consistencia de la masa. Asimismo, cada ingrediente está en esa receta porque cumple una función específica, como suavizar la masa o unificarla, en el caso del huevo. Por ello, es importante seguir un orden determinado y mezclar ingredientes secos y luego añadir los húmedos, para que estos puedan tener sus efectos en la masa, uno por uno (Inner Chef, 2013). Sin embargo, el arte de la precisión que nos da la receta es sólo una cara de la moneda y no es suficiente para que un postre nos parezca perfecto.

El otro lado artístico de la repostería se hace más evidente cuando hablamos de la confección.  La presentación de un postre refleja la mente creativa de una persona y se convierte en el lienzo de todo repostero para poder generar no sólo un impacto visual, sino también emocional. Para un repostero, el mejor reto es recibir la responsabilidad de hacer la torta de una boda, de un cumpleaños #1 o una torta de revelación de género de un bebé, porque el visual de esa torta quedará en la mente de las personas por siempre (Dylan Lemay, 2020). No es coincidencia que la atracción del centro de mesa en una boda es siempre la magnífica torta de 4 pisos o más, exhibida como una obra de arte.

La presentación de una torta y su significado emotivo puede impactar mucho y un ejemplo de ello es el éxito del joven estadounidense Dylan Lemay. Dylan empezó subiendo videos a Tiktok de sus increíbles tortas rellenas de helado, pero lo que generó mayor impacto en su público fue el significado detrás de sus decoraciones. El joven repostero publica el proceso de confección de sus tortas narrando el evento especial para el cual está destinada cada una y explicando qué significa cada color que añade y cada forma que diseña. Sus clientes solicitan pedidos para tener un confort emocional ante ocasiones como la muerte de alguien querido, el logro de un milestone de rehabilitación o cualquier situación que requiera una pizca de esperanza traducida en una torta personalizada.

Dylan Lemay

La repostería abarca muchos aspectos del arte y es increíble lo relacionada que esta se encuentra con los momentos más significativas de nuestras vidas. Pienso que ahí yace el elemento más artístico de la repostería: el arte de endulzar nuestro paladar y también nuestra alma.

Escrito por: María José Murguía

Edición: Kelly Pérez