¿Qué entendemos por creatividad? ¿Existe una fórmula para despertarla? ¿Se puede ser una persona creativa en el día a día? ¿A quiénes consideramos creativas y a quiénes no? ¿Por qué? Empiezo con una serie de preguntas como una invitación y saludo a la doña curiosidad del lector/a.

En tiempos de guardarse en casa, como consecuencia de la pandemia del COVID-19, nos afrontamos con la incomodidad de detenernos y romper con la rutina, situación que puede ser una oportunidad en múltiples sentidos si es que nos disponemos a intentar cosas nuevas y/o darle la vuelta a la tortilla a nuestros propios hábitos (o la carencia de los mismos). Si bien no todos contamos con las mismas oportunidades para pasar una cuarentena tranquilos, compartimos un potencial que solo existe por y gracias a cada uno de nosotros: la creatividad.

En palabras del psicólogo Mihály Csíkszentmihályi “la creatividad no se produce dentro de la cabeza de las personas, sino en la interacción entre los pensamientos de una persona y un contexto sociocultural”. Esta visión dialoga de manera íntegra con la definición del cineasta canadiense Kirby Ferguson, quien define la creatividad como la utilización de herramientas comunes de pensamiento sobre materias existentes. Sin embargo, este último señala que el terreno desde el cual cultivamos nuestras creaciones es algo que no apreciamos ni entendemos, y a ello le llama copia. Copiar es la manera en la que aprendemos, por lo tanto, no podemos entregar nada nuevo hasta ser fluidos en el lenguaje que dominamos y eso es a través de la emulación. Si hasta aquí mantenemos la ilación del asunto, podríamos afirmar gratamente que somos creativos por excelencia, surgiendo una nueva y vital pregunta doble ¿qué tanto y por qué?

Por lo general asociamos la creatividad con el arte, pero -haciendo una analogía al slogan de Art Attack- “no hace falta ser un gran artista para ser una persona creativa”. Tal vez la creatividad personal no conduzca al reconocimiento social, pero puede ir más allá logrando hacer más agradables y gratas las experiencias cotidianas y por qué no, más agradables también la de los demás.

Fotografía: Nicolò Campo

Si bien no hay una fórmula mágica para la creatividad, Csíkszentmihályi nos deja en base a su estudio, una serie de recomendaciones e ideas para enriquecer nuestras vidas de manera creativa.

El autor da por sentado que cada persona cuenta, en potencia, con toda la energía psíquica necesaria para llevar a cabo una vida creativa sin eximir las posibles dificultades, para lo que recomienda desintoxicarse de cuatro grandes obstáculos: el agotamiento, la dispersión, la pereza o falta de disciplina y, finalmente, el no saber qué hacer con la energía. “Desde el punto de vista creativo de la energía mental, quizás la diferencia fundamental entre las personas radica en la cantidad de atención liberada que a estas les queda para ocuparse de la novedad”, afirma. Dicho esto, se vuelve esencial despertar la energía creativa cultivando la curiosidad, el interés en la vida cotidiana. ¿Cómo hacerlo?

Una estrategia efectiva sería buscar la sorpresa e intentar sorprender a alguien. Prepara un nuevo plato de comida, haz una llamada a larga distancia, expresa una opinión que no te atrevías a revelar; escríbelo. Despierta con una meta concreta en el día, no importa si es algo trivial, lo importante es dar los primeros pasos fáciles hasta dominar el hábito y después, paulatinamente, pasar a metas más complejas. Cuando algo te encienda una chispa de interés, préstale atención: una idea, una flor, una melodía, una puesta de sol… ahora que no estamos demasiado ocupados, no tenemos excusa para dejar de examinar detenidamente y dejar renacer la curiosidad que quizás quedó atrofiada desde la niñez.

Además, Csíkszentmihály también habla de crear hábitos de firmeza. Para ello, hace falta hacerse responsable del horario. Darle tiempo a la relajación y reflexión (haciendo algo muy distinto a lo cotidiano no ver Netflix 24/7, aprendiendo a controlar los ritmos de sueño); descubrir lo que nos gusta y lo que no con un muestreo de experiencias. Hacer más de lo que te gusta y menos de lo que no, modelar el espacio. Asimismo, es elemental atender nuestros rasgos internos, para desafiarlos y expandirlos. ¿De qué manera? Aprendiendo nuevas modalidades de atención, cultivando lo que te falta, potenciando tus rasgos complementarios, etc. Cabe recalcar que las reflexiones y propuestas del autor son variadas y meticulosas, pero a modo de síntesis decidí centrarme en el despertar la energía creativa.

Sin dejar de ser una propuesta con tintes románticos, es también ágil y proactiva, pues no se trata tomar actitudes y actividades que respondan a un periodo exclusivo de resguardo, sino de incorporar la creatividad en la vida. Como alguna vez me dijo un gran amigo: “El potencial que no se libera duele”; y, a propósito de lo anterior, les dejo un par de recursos que les pueden ayudar a rellenar y/o destapar la caja de sorpresas que llevamos dentro:

Edición: Kelly Pérez