¿Por qué justo en el 2018? ¿Por qué no mejor en el 2002, 2022 o 2038? Muy pocos han pensado en ello, pero los que sí lo hicieron se han dado cuenta de la existencia de un patrón que, mal que bien, decide si la sede de evento tan fantástico como la Copa Mundial de la FIFA. Esta clase de decisiones, que se toman con mucha previsión y detalle, son las que convierten aun más interesante a un magno-evento como el mundial de fútbol y lo vuelve algo mucho más grande que un torneo deportivo.

Seguida por las Olimpiadas y la Champions League, la Copa Mundial es el torneo que más concurrencia tiene en todo el mundo. De esta manera, no resulta extraño que el evento en sí tenga una implicancia magnífica para varias iniciativas publicitarias y comerciales. Y esto no es solo porque miles de personas de cientos de países asisten a ver cada partido. Para el publicista experimentado, lo importante es todo lo que se vea en cada partido, es por eso que puedes ver publicidad de Movistar en la Madre Rusia. Meditémoslo por un segundo, y solo en el caso de Perú. No solo tenemos 35,000 peruanos yendo hacia las canchas de Rusia para alentar a la selección, también tenemos otros 33 millones que estarán viendo muy atentamente cada movimiento de cada jugador dentro de la cancha (#PorQuéCueva). Si pensamos que esto se repite para cada uno de los 32 países, tenemos el mayor reflector posible para cualquier país que se haga con el reto de organizar un mundial.

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Ahora, dándole tremenda oportunidad a escaso conjunto de países, solo los más poderosos y dominantes sobresaldrán lo suficiente como para tomar la batuta y conseguir hacerse con la organización del evento. Entonces, ya no se vuelve una candidatura para un simple evento deportivo, sino una tira y afloja por ver qué país es el más influyente del momento.

Pensemos en cuatro de los casos más interesantes, desde el comienzo del milenio. Hacia el 2002, la recuperación de Corea y Japón tras la crisis de 1997 se convirtió en el mejor detonante para grandes innovaciones tecnológicas y la posterior consolidación del sudeste asiático como la meca comercial del mundo. Ya en el 2010, el enfoque de globalización planteado por la FIFA tomó mucha más fuerza y se optó por llevar el evento al continente africano, lo cual sirvió de perfecta vitrina para que su presencia (en especial la del anfitrión, Sudáfrica) se sienta más incluida en la comunidad internacional. Luego, en el 2018, justo cuando Rusia comienza a re-consolidarse como la hegemón que siempre fue, resulta que el mundial va justo para allá. Finalmente, el próximo mundial, Qatar 2022, nos devuelve a Asia, en donde la presencia de las influencias arábicas fue más que suficiente para ignorar el hecho de que uno de los torneos más multitudinarios ha llegado a un país sometido en un régimen absolutista.

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Como se vio, al momento de optar por un anfitrión para esta clase de eventos, poco importa si tu gobierno se perpetúa en el poder por toda una década, si la delincuencia en tu capital sigue mermando la tranquilidad de la gente o si tienes una temperatura promedio de más de 30° centígrados. Lo único que asegurará tu condición como anfitrión es lo que tú puedas ofrecer, y eso ya es decir mucho.