La pandemia nos ha afectado a todos desde distintos ángulos. El aspecto psicológico parece haber sido relegado a un rincón de nuestra mente, al contrario de los profundos efectos económicos y políticos, lo que es entendible. Pero, al ser seres sociales, ¿hemos pensado cómo nos afecta la lejanía y separación de aquellos a quienes amamos? ¿podremos sobrellevar un posible distanciamiento físico por los próximos meses? ¿De qué hablamos cuando hablamos del amor a distancia? La naturaleza nos muestra que, incluso en ella, se intenta mantener la relación de dos enamorados que se separan.

Una relación a distancia se trata de perder la estabilidad que la cercanía otorga, pero también implica el compromiso de navegar aguas y cruzar tierras con el propósito de verse en algún momento, ¿no? Bueno, quizás los humanos hemos tergiversado el concepto y lo hemos llevado a interpretaciones muy diferentes, todas en nombre del amor o la falta de él. ¿Ya habremos perdido la esperanza, y la capacidad de querer a distancia? ¿La cuarentena te ha demostrado lo contrario? Te presento dos casos en la naturaleza de fuerte compromiso y un halo de esperanza para tu corazón.

El cálao: una relación ¿tóxica?

Un caso espectacular de verdadero compromiso es el del cálao de Monterio en Namibia, al suroeste de África. Esta ave lleva la relación exclusiva de dos individuos – monogamia – a un extremo que ciertamente no aceptaríamos en nuestra sociedad. En resumen, pasa esto: la hembra es encerrada en el hueco de un árbol por mes y medio, la entrada es cubierta por un material hecho de lodo, frutos y heces, y permanece ahí a poner los huevos, esperar hasta que eclosionen y los polluelos crezcan un poco.

Los cálaos buscan ardaumente el mejor agujero en árboles enormes de bosques antiguos. Pueden formarse por la caída de una rama o por acción de un pájaro carpintero.

¿Cómo es esto un ejemplo de monogamia a distancia? Bueno, previo al ‘suceso’, los dos cálaos realizan un largo ritual de ruidosas armonías para sellar su relación. Así se aseguran que son el uno para el otro y que están preparados y dispuestos al duro trabajo que se avecina. Después del ritual, la pareja busca un agujero de tamaño ideal entre los troncos de árboles del bosque más cercano. Una mala elección implica perder tiempo, e incluso, descendencia perdida. En fin, la hembra ingresa al nuevo ‘nido’ y una vez encerrada solo habrá un delgado orificio en la entrada para el intercambio de aire. Por el mismo orificio, el macho traerá constantemente alimento a su pareja y a los pichones una vez que nazcan.

Una banda delgada que permite pasar aire y alimento es la única conexión entre la pareja y la familia por semanas.

Esta estrategia parece proveer de protección contra depredadores a las crías y hacer que la hembra ya no esté disponible – algo así como eliminar su cuenta de Instagram y Tinder. Aquí está el punto, para estos beneficios incurren en el alto costo de perder proximidad, afecto, acicalamiento y libertad. El macho trabaja incansablemente para mantener a su familia y la hembra aguarda en un nido lleno de deshechos, plumas y si todo sale bien, con otras cinco avecitas. El sistema reproductivo de estas especies es tal que están tan forzosamente separadas físicamente como se vuelven dependientes entre sí. Este nivel de fidelidad resulta muy costoso: el macho no puede tener otras familias y la hembra es completamente dependiente de él. Y lo hacen todo por sus crías.

Los cálaos reducen por semanas su interacción a un simple ‘hola y adiós’. Un sistema en el cual un miembro de la pareja viaja constantemente para proveer a su familia, mientras el otro pasa difíciles situaciones y vive esperando que todo salga bien, que su pareja no falle y no fallezca. ¿No se les hace conocida la situación?

La fidelidad de los pingüinos

Ahora bien, otra ave que nos puede dejar sorprendidos, pero sobre la cual es más probable que hayamos escuchado, es el pingüino. Particularmente, el pingüino saltamontes, famoso por su representación como Guru en Happy Feet, amigo de Mumble. Son de los más pequeños y sus poblaciones se mueven a lo largo de las islas entre Chile, Antártida y Nueva Zelanda. Cada año, se forman enormes colonias de reproducción en donde estos pingüinos se encuentran. Pero las parejas que se forman no son con cualquier individuo. Cada pingüino suele regresar al mismo sitio de anidamiento, casi exactamente al mismo nido, y buscan a quien fue su pareja el año anterior.

Estudios muestran que, tras el breve periodo de anidamiento de 3 meses, gran parte de los miembros de las parejas se alejan hasta miles de kilómetros unos de otros. Sin embargo, logran encontrarse de nuevo en las islas de anidamiento, y tras un pequeño y dulce ritual de reconocimiento, inician su apareamiento.

Este nivel de fidelidad es tal que implica otros comportamientos monogámicos muy parecidos al de los humanos: se ‘divorcian’, ‘enviudan’, construyen su hogar y cuidan a sus polluelos juntos. Los padres se separan cuando su descendencia está lista para dejar el nido y vivir solos al cabo de pocas semanas. Ambos toman rumbos distintos en el océano. Buscan distintos lugares de alimentación y esperan hasta la época adecuada del año siguiente para volver a encontrarse con su pareja. Esta relación es tan fuerte que si uno de los ‘enamorados’ no aparece, la posibilidad de reproducción de la otra se ve muy reducida.

Una pareja incisiva de pingüinos saltamontes. Lo más probable es que no se hayan visto en 9 meses y ahora solo lo harán por menos de 3 meses.

¿Nos dan estos pingüinos una pista para una larga vida de pareja? Quizás la respuesta es asegurar cortas, pero excelentes experiencias para formar lazos duraderos, dándose un tiempo para actividades individuales sin perder las metas comunes para los dos. ¿Podrá ser así? El amor es de naturaleza tan plástica – en el sentido de que no tiene una forma definida, es adaptable, moldeable, interpretable.

En tiempos de cuarentena, muchos podemos haber sufrido distanciamiento de nuestros seres más queridos, no solo de nuestra pareja. Estos dos casos de aves en la naturaleza pueden presentarse como extremos, pero es posible extraer de ellos la necesidad de compromiso y de mantener lazos fuertes con todos los medios al alcance. En ambos ejemplos, cada individuo pasa por dificultades que afectan a ambos de alguna u otra manera, y lo vemos en la propia naturaleza. ¡Que esta situación no te prohíba demostrar cariño, hacer una llamada o pensar en alguien! Mientras uno pueda mantener una salud mental adecuada, queda esperar a que todo mejore para reestablecer el tipo de relación cercana que más ansiamos.

Edición: Diana Decurt