Hemos llegado al último año del gobierno del presidente Martín Vizcarra con una situación que ni los más pesimistas podrían haber previsto: una economía en caída libre (el PBI cayó 40.5% en abril y 32.7% en mayo[1]) y una pandemia que no se sabe hasta cuándo durará. Como ya es cliché mencionar, la pandemia ha desnudado las carencias de nuestro Estado, especialmente, de nuestro sistema de salud. Nuestro país, tristemente, lidera el ranking de exceso de muertes[2] con un aumento de 149% frente a condiciones normales, según el Financial Times. A nivel de infectados, nos encontramos en una “larga meseta”, donde el número de nuevos casos diarios se mantiene en alrededor de 3,000. Así que, ya sabes, el Jockey Plaza no abrió porque estemos mejor que antes. La situación peruana fue resumida esta semana en el título de un artículo de Bloomberg: “Perú, la estrella de América Latina, pierde su brillo entre escombros del COVID-19”[3].

Como si no bastase con la pandemia por sí misma, parecía que el Estado solo quisiera “meterle cabe” al Perú (como si eso fuese una novedad). En primer lugar, está el ya famosísimo Congreso con sus leyes populistas: eliminación del cobro de peajes, retiro de las AFP, el debate sobre la inmunidad parlamentaria, etc. (¡se viene el retiro de la ONP y el congelamiento de deudas bancarias!). En segundo lugar, tenemos un Poder Ejecutivo inoperante. Ambos ejemplos de su lentitud y mala gestión sobran. El Ministerio de la Producción se demoró excesivamente en aprobar y publicar los reglamentos que desesperadamente necesitaban los diversos sectores económicos para reiniciar operaciones y generar trabajo. Otro tanto ocurre en el Ministerio de Trabajo, donde las solicitudes de suspensión perfecta de labores, de las empresas, vienen acumulando polvo y moho (acercándolas a la quiebra). Mención honrosa merece el ahora exministro de Salud, Víctor Zamora, quien en un “figurettismo” innecesario, anunció que llegamos al “pico” de casos hace 2 meses (fecha que nunca acertó, perdiendo credibilidad frente a todos los peruanos).

Ante esta situación, ¿qué podría hacer el presidente Martín Vizcarra? La respuesta es simple: llorar. Era claro, que el gabinete del expremier Vicente Zeballos estaba desgastado y desacreditado frente a la opinión pública. Incluso, seis de sus ministros tenían pedidos de interpelación en el Congreso. Al presidente Vizcarra no le quedaba más remedio que hacer, cual DT en los últimos minutos de un partido de fútbol, un cambio en el gabinete que le permita sobrevivir este último año de su presidencia. El convocado para dirigir el equipo fue Pedro Cateriano. Este no es un rostro nuevo en política. Es un alguien experimentado: ha sido diputado, Ministro de Justicia y Premier (estos últimos dos cargos durante el gobierno de Ollanta Humala). Cateriano, abogado conocedor del derecho constitucional, podrá dialogar y lidiar con el complicado Congreso que tenemos (¡que a partir del 28 de julio no podrá ser disuelto y cuyas iniciativas populistas aparentan ser infinitas!). Por último, aunque no menos importante, Cateriano es un antifujimorista conocido y ha escrito un libro casi bestseller sobre las denuncias por corrupción del primer gobierno de Alan García (1985-1990). ¿En serio? ¡Ya siento que me cae súper bien!

Foto oficial del flamante presidente del consejo de ministros: Pedro Cateriano Bellido.

A pesar de que la figura de Cateriano es una mejora sustancial frente al indescifrable Zeballos (literalmente, nadie lo entendía), no todos los cambios ministeriales han quedado libres de cuestionamientos. Dos ejemplos resaltan: el nuevo ministro de trabajo, Martín Ruggiero, que es una persona con nula experiencia en el Estado. En su caso, se cuestiona el hecho de que haya sido abogado laboralista en el sector privado. Además, llama la atención que su hoja de vida haya sido alterada en las redes sociales de la PCM, cambiando su título de un diplomado a un máster. Lo único que se sabe a ciencia cierta es que hizo un intercambio, por lo que se ha ganado el apodo de “ministro work & travel”. Otro cambio cuestionable es el de Rocío Barrios, quien pasó del Ministerio de la Producción al de Comercio Exterior y Turismo. Recordemos que la gestión de Barrios frente a “Produce” retrasó el reinicio de actividades en sectores clave, siendo en parte responsable por la debacle económica actual.

Martín Ruggiero Garzón, nuevo ministro de trabajo con tan solo 32 años.

Así pues, ha llegado el último round del gobierno de Martín Vizcarra. Él y el nuevo gabinete, tienen un reto enorme por delante: luchar contra el COVID-19, buscar la reactivación económica y, lidiar contra un Congreso populista y desatado. Además, ¡deben organizar las elecciones generales del 2021! Esperemos que el nuevo gabinete esté a la altura del reto. El camino no será fácil. De este último año, depende el futuro del país. El éxito de Vizcarra y Cateriano, en esta recta final, será el éxito de todos nosotros.

Editado por Isabela García


[1] https://elcomercio.pe/economia/peru/economia-peruana-inei-pbi-peruano-cayo-327-en-mayo-pero-mostro-ligera-recuperacion-por-la-fase-1-de-la-reactivacion-economica-coronavirus-peru-nndc-noticia/

[2] https://elcomercio.pe/lima/sucesos/peru-registra-durante-la-pandemia-un-exceso-de-muertes-del-149-respecto-a-anos-recientes-segun-financial-times-coronavirus-noticia/

[3] https://elcomercio.pe/economia/peru/coronavirus-peru-bloomberg-peru-la-estrella-de-america-latina-pierde-su-brillo-entre-escombros-del-covid-19-noticia/