No suelo escribir sobre fútbol, a pesar de ser quizás mi mayor pasión. Sin embargo, es difícil para un hincha no expresar lo que hoy se siente. Seguramente no fui el único que no pegó el ojo ayer, y en estos momentos me es imposible continuar trabajando. Con el estómago revuelto, hago una pausa para poder transmitirles este sentimiento. Porque hoy se respira fútbol, hoy las calles se pintaron de rojo y blanco, hoy todos somos Perú. Pero no el efímero “todos somos Perú” que siempre escuchamos, hoy es distinto.

Sequía mundialista

¿Cómo resumir 36 años de “sequía mundialista”? En primer lugar, recordando generaciones perdidas de futbolistas: los Palacios, Solano, el querido (?) Pizarro, y muchas eliminatorias observando la tabla desde los últimos lugares. Todo esto conociendo la “calidad” del jugador peruano, y la historia ya forjada en las cuatro Copas del Mundo anteriores. “Perú es Brasil con frenos mentales”, se suele escuchar muchas veces en las cadenas internacionales. Qué impotencia. Impotencia de sabernos capaces por lo que vimos en cintas del 70, del 78 y del 82. El conocido “¡Ya vienen los goles de Cubillas!” o el baile a Francia en el Parque de los Príncipes… ¿dónde quedó todo eso? ¿Acaso nos olvidamos de tratar bien a la pelotita?

En segundo lugar, reconociendo el triste estigma de negatividad hacia el fútbol peruano (y sobre todo al seleccionado nacional) que todos hemos alimentado durante estas casi 4 décadas. Que levante la mano quien nunca haya dicho “jugamos como nunca, pero perdimos como siempre” en tono burlón o quien no haya pensado que nos aguarán la fiesta cada vez que Perú va ganando. Si no reconocemos esto, no podremos deshacernos de estos vicios, no podremos tener esa “fe” que todos profesamos ciegamente estos días. ¡El peor enemigo de un peruano no puede ser un peruano!

(Podemos) Cambiar la realidad

Sin embargo, hoy no, hoy nos olvidamos de esta sequía. Porque esta noche la historia puede cambiar. Y resalto el puede porque es justamente esa posibilidad de romper el status quo la que nos mantiene expectantes a horas del partido. Esa emoción que sentimos al ver las fotos y videos en redes sociales, al discutir sobre quiénes son los 11 que deberían saltar al campo. ¿De verdad creíamos posible estar a 90 minutos de la clasificación? ¿Quién hará el gol de victoria? Nos encanta pintarnos escenarios y saborear la incertidumbre, esa que se acabará esta noche en el Nacional, y que estallará en alegría –ojalá— o en tristeza. ¡Qué fácil sería tener un equipo lleno de estrellas y sabernos clasificados con anticipación! Pero no, como manda la historia, al peruano le gusta sufrir.

Y vaya que hemos sufrido. Es que no es fácil romper paradigmas y alterar la realidad (y menos la del fútbol peruano). Se necesitaba trabajo, esfuerzo y un poquito de suerte. Los dos primeros elementos los pusieron entre un flaco argentino que antes nos amargó un mundial y un grupo de chicos que han sabido sudar la camiseta y hacer un poco de memoria al legado de nuestro balompié. ¿Cómo? Con trabajo serio, y apostando por un grupo joven más que de figuras consagradas. El tercer elemento sabe Dios quién lo determina, pero esta vez nos favoreció. Rompimos rachas históricas: pudimos ganar de visita por Eliminatorias luego de 12 años. Y no solo en Asunción, sino también en Quito, donde había sido esquivo a cualquier equipo peruano salir airoso. Agradecimos a la famosa “Diosa Fortuna” de Toño Vargas ante Bolivia, y por los palos milagrosos ante Uruguay y Argentina. Poco a poco se fue sumando el pueblo, fuimos creyendo. Se empezó a escuchar: ¿y si la hacemos? ¿Y si llegamos a Rusia? Nos alejamos del “matemáticamente posible” y convivimos con un hasta extraño “dependemos de nosotros”.

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Esto, mucho de esto hoy.

Incluso, para poner la cereza en el pastel de estas Eliminatorias, recibimos ayuda de nuestro rival Sudamericano y obtuvimos puntos en mesa que finalmente los dejaron rotos (?) a ellos. Cosas que pueden suceder, pero que cuando acontecen seguidas, es por algo. De ahí el famoso #EstánPasandoCosas, para darle crédito a esta alineación de astros que esta vez –por fin— sumó a nuestro favor. Esta epopeya pudo ser escrita por Vargas Llosa, con una última fecha donde un escenario poco probable nos dejó con el 5to lugar de la clasificación, y nos hizo sufrir un poco más. Un gol casi imposible: un tiro libre indirecto que se ejecutó directamente al arco, y por cosas del destino se convirtió el gol. ¡Qué locura! El Perú entero se siguió sumando, y ahora somos 32 millones que gritaremos con el partido más importante en décadas. Finalmente, para aumentar el drama a niveles estratosféricos, disputaremos el último cupo al Mundial de Rusia. ¿Quién duda que esta historia tiene todo para ser una leyenda? Si no se te escarapela la piel pensando que le podrás contar esto a tus hijos o nietos, no entiendes nada de fútbol.

Hoy nos toca

Hoy solo falta la última cosa: una victoria. En un país que lucha por salir del tercer mundo y donde es más común la desunión y la violencia, el fútbol tiene esa magia de lograr que todos tiremos para un mismo lado. Pobres los que nunca se han abrazado con desconocidos al celebrar un gol en el estadio, los que nunca se quedaron sin voz por un gol del Depredador o de la Foquita. Cuando juega Perú, renace la esperanza, es fácil olvidar nuestras diferencias. ¡Ojalá la selección jugara todos los días para recordarnos que somos hermanos!

Hoy nos toca cambiar esta realidad. Hoy alentemos los 90 minutos sin importar lo que pase. Hoy recordamos a todos aquellos que ya no están aquí para ver a Perú en un Mundial. Hoy es un día de fiesta. Hoy bailamos a esos troncos que vinieron de Oceanía. Hoy el estadio estallará con tanto cántico peruano. Hoy todos estaremos inspirados. Hoy cambiamos el “hubiera sido” por “sí se pudo”. Hoy nos toca demostrarle al mundo que dormimos un sueño muy largo, pero ya volvimos. Hoy es.

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¡Arriba Perú, te quiero ver en Rusia!