La gran pregunta…

En primer lugar, reconozcamos la otra cara de la moneda. Todas las relaciones eróticas, mientras sean de la boca para afuera, son superficiales: no existe ningún tipo de compromiso en ellas. Lo que existe es un entretenimiento cuando y mientras se sepa cómo jugar. Quienes manejan ese tipo de vínculos, suelen vivir en la periferia del amor, pensando en su beneficio propio más que en el de la otra persona, pero, sí, manteniendo un relativo interés en el/la acompañante, mientras esta sea capaz de satisfacer los deseos y caprichos.

Alguno/a(s) dirán: pero yo quiero estar soltero y tener compañía… ¿cuál es el problema?

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Está bien. Estar soltero/a tiene sus ventajas: eres el o la diosa de tu mundo, día a día planificas tus actividades para la persona más importante de todas: tú misma. Puedes dejarte llevar por lo que quieras o engancharte con los proyectos que te plazcan. El mundo te abre sus puertas y todas sus rutas disponibles están para ti. Tu vida es interesante e impredecible. Crees que no hay límites. Eres totalmente leve, no tienes arraigos, ni impedimentos para volar… Pero ¿tiene algún costo querer solo compañía? 

Pues sí. El costo es que uno está a la defensiva con el fluir de los sentimientos…, y ello, le arrebata libertad al idilio. En una relación informal, un exceso de cualquier ingrediente lo echa todo a perder. Por eso uno está, constantemente, pensando en las mezclas de acción y verso permitidas en la interacción.

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¿No es acaso el tener una relación firme una excelente manera de derribar nuestros egos y además gozar de un sentimiento fidedigno…? ¿Por qué la necesidad, a veces, de querer quitarle la formalidad a nuestros sentimientos…? ¿No deberíamos exigir respeto mutuo por lo que ofrecemos?, o es que necesitamos mendigar calor y compañía de terceros…

En un mundo fugaz donde tantas cosas nos estremecen, el amor verdadero nos puede resultar, más que un placebo, una salvación o un recordatorio de lo mejor que podemos ser y hacer día a día.

Las relaciones superficiales son tan pasajeras que dejan pasar demasiadas cosas, por lo raudas y simples que se vuelven; mientras que en las relaciones formales hay tiempo suficiente para asuntos de mayor atención y jerarquía. Embarcarse en las aguas del amor, produce cambios en toda persona: cambia la personalidad, los hábitos, la manera en que se visualiza el futuro, la forma en que uno busca divertirse. Amar implica estar tanto tiempo al lado de una persona que copiar sus hábitos, como fumar o dejar de hacerlo, también es usual.

Una relación conlleva naturalmente a un relativo apego, pero también hay destacables ventajas en hacer las cosas de a dos: los objetivos y proyectos en pareja se hace menos pesados, somos más conscientes de nuestras actitudes frenéticas o del daño que hacemos a los demás al alterarnos y tenemos un espacio para el diálogo (y la discusión).

Amar no es solo reír, a veces también, es llorar, lamentar, decepcionar y aceptar. Se hacen necesarias grandes dosis de voluntad y consciencia para seguir adelante y perseverar en este pacto hecho entre dos personas.

Amar por ser poético— termina siendo una gran apuesta, porque siempre existe el temor constante a la pérdida y a las últimas veces. Lo que produce una adicción a los puntos suspensivos y una resistencia a las despedidas. El consejo para todos es que amen y disfruten de su amor, que lo gocen y que sean sinceros con ustedes mismos.

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En ocasiones, algunos entrarán en profundas cavilaciones sobre si una persona es o no la correcta para ser su pareja, dirán: ¿será aceptada en mis círculos sociales (familia, amigos, colegas de trabajo)…? ¿Será la persona que quiero tener a mi lado en los próximos años? ¿Me ayudará a empoderarme y cumplir mis objetivos personales? Estos cuestionamientos acertados o no…, dificultan la decisión tontamente. Llevándonos al dilema: ¿le hago caso a la razón o el corazón…? Finalmente nunca sabremos si una decisión es o no la correcta, sin probar sus resultados en la práctica. Por ello, más que tener la certeza o la evidencia de si funcionará o no, es poseer la osadía para arriesgar a ligarnos con el amor y la pasión como corresponde: sin rodeos.

“Mirar el mundo solamente desde tu perspectiva te lleva a ver las cosas de un lado, de un solo color, de una sola manera; pero una visión compartida es integra y saludable”.