En la actualidad, hablar de migración en cualquier parte del mundo es un tema controversial.

Generalmente, los argumentos a considerar para tomar una postura pueden esgrimirse de la siguiente forma: los que están a favor de la migración, que creen que se debe brindar ayuda a estas personas que solo buscan mejores condiciones de vida que su país de origen no les pudo brindar; y, después, los que creen que tener las fronteras abiertas ante crisis migratorias solo acarreará problemas económicos o de inseguridad en el país que acoge, y por eso se debe tener un mejor control de estas.

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Este debate, aunque siempre existente, se ha afianzado en las conversaciones del día a día en Estados Unidos, país en el cual la elección de Donald Trump como presidente fue, en mayor parte, resultado de la simpatía de los electores a la postura firme que tiene respecto a la migración ilegal, la cual se reflejó en el apoyo a la propuesta de la construcción de un muro entre las fronteras de México y Estados Unidos. Tal idea en su momento generó risas, pero la insistencia por llevarla a cabo dejo incrédulos a todos, especialmente si consideramos que quiere hacer que el mismo estado mexicano la financie.

Ahora, las acciones van más allá de los deseos de la construcción de un muro de separación. Principalmente en el Estado de Texas, se han creado centros de detención de familias de inmigrantes que han ingresado ilegalmente al país, los que sirven de albergue para niños que esperan que sus padres sean procesados por las autoridades de migración. Está de más decir que muchos niños son separados de sus familias por largo tiempo, y las condiciones en que son custodiados son deplorables. De las fiscalizaciones que ha habido en estos centros, especialmente por congresistas de la oposición, se ha descubierto que se ha excedido la cantidad de personas que pueden estar ahí, por lo que los servicios básicos de higiene son escasos, así como muchos están pasando hambre.

Protestas frente a los centros de detención.

Protestas frente a los centros de detención.

Aparte de la situación en estos centros de detención, el fin de semana se ha llevado a cabo una serie de redadas por parte de las autoridades de migración estadounidenses (ICE) para localizar a inmigrantes ilegales. Esto generó un gran revuelo, especialmente porque diferentes alcaldes de estas ciudades, como la de Nueva York, han rechazado esta operación, ya que no solo estarían buscando inmigrantes ilegales ya identificados que puedan tener antecedentes, sino que a cualquier persona que haya entrado al país irregularmente, independientemente de si su permiso de residencia está en trámite.

Immigration and Customs Enforcemente o ICE, autoridades encargadas de las redadas.

Si bien Estados Unidos tiene la potestad de decidir cuál debe ser el trámite para que ciudadanos extranjeros puedan ingresar o cuándo se debe decidir expulsar a alguien del territorio, siempre con debidas motivaciones, no pueden hacerse de la vista gorda sobre las circunstancias en la que viven estas personas que ingresan ilegalmente para buscar mejores oportunidades. Las políticas implementadas en los dos años de gobierno de Trump parecen olvidar que Estados Unidos es un país de inmigrantes, en la que los problemas que podrían acarrear las crisis migratorias solo sacan a relucir problemas ya existentes en una sociedad: se querrá culpar de la falta de trabajo, o delincuencia a los inmigrantes, pero en realidad, estos problemas siempre han existido, solo que ya podemos apuntar con el dedo a los “responsables”.

Las crisis migratorias que existen en diferentes partes del mundo deben ser resueltas con buenas políticas de control de fronteras de los países de acogida, en donde se considere no dejar en desamparo a quien busca un mejor futuro. Las acciones del gobierno de Trump abordan este problema de forma equivocada y probablemente lo seguirá haciendo hasta las próximas elecciones.

Editado por: Pierina Paytán