En el partido contra Brasil del martes pasado, pudimos ver cómo nos robaron los puntos las pasiones que levanta un partido de fútbol. Las redes sociales se inundaron de posts, memes e incluso videos en vivo de grupos de personas que iban en busca del árbitro para hacerle llegar el sentir del hincha. No es nuevo que el fútbol levante pasiones, pero ¿qué sucede cuando estas se convierten en violencia?

Los orígenes de este deporte en el país se remontan a finales del siglo XIX con los marineros ingleses que desembarcaban en el puerto del Callao y aprovechaban para disputar partidos contra jóvenes de la zona. De acuerdo con Gerardo Álvarez, no es hasta inicios del siglo XX que el Estado empezó a difundirlo a través de escuelas y municipios. Su evolución continuó hasta convertirse en lo que es hoy: algo mucho más que un deporte para la mayoría de los peruanos, llegando incluso a ser catalogado como cortina de humo en diversas ocasiones dentro de nuestra historia. Por ejemplo, el Decreto de Urgencia “salvavidas” del 2012 emitido en favor de los clubes de fútbol que distrajo la atención de los beneficios penitenciarios que el hermano del entonces presidente recibía.

Según el IPL, el deporte rey es capaz de generar emociones muy intensas como alegría, enojo, tristeza, frustración, etc. El problema de esto llega cuando no logramos manejarlas y desembocamos en conductas incluso violentas. Existen diversos tipos de hinchas, tenemos a los que juzgan a los jugadores y que incluso llegan a llamarles la atención a través de una pantalla #Guilty. Esto se da debido a la necesidad que tenemos de buscar culpables; es así como consideramos a los deportistas como simples jugadores, cuyo valor está ligado al desempeño en un punto del tiempo Cueva no te perdonaré sin tomar en cuenta las emociones o experiencias que el individuo pueda estar atravesando en ese momento.


Los Hooligans o Barras bravas

Según la RAE, un hincha es un individuo entusiasta de algo, en este caso, un equipo deportivo. Si bien existen diversas maneras de vivir un partido, se pueden distinguir dos tipos de hinchas: los comunes que utilizan el deporte a manera de distracción, ocio, etc., y los hinchas fervientes que pertenecen a una barra, siguen un colectivo y llevan sus emociones a actos vandálicos. Estos se encuentran muy presentes en nuestro país y casos como el de Walter Oyarce son ejemplo de lo lejos que se puede llegar. Estos últimos son conocidos como Hooligans.

El término hooligan proviene de Inglaterra en los años 60. Si bien mayoritariamente las barras son apolíticas, en algunos países como España e Italia, suelen compartir los colores del club con ideologías políticas (fascismo o radicalismo de izquierda). Esto no busca crear un cambio social o generar un movimiento, sino que forman parte de su identidad como grupo. Esta identidad está compuesta por normas, valores, sensaciones, creencias, razones y modelos de acción que dictan la manera en la cual los miembros deben desarrollarse. Según Sebreli (1998), el hincha es un sujeto en busca de algo estructurado que pueda definirlo; y las barras bravas le dan la posibilidad de encontrar reconocimiento y aceptación.

El hincha no elige el club, como no elige el estilo de la ropa que usa, sino que simplemente sigue la corriente, la moda vigente en el grupo al que pertenece tampoco elige sus opiniones políticas o religiosas

(Sebreli.J.J, 1998, p.p 38-39)

El uso de la violencia

A pesar de que sus actos puedan parecer espontáneos, son el fruto de una organización continua. La característica que más llama la atención es su violencia lúdica, unida con los “rituales” y cánticos que definen al hincha de un equipo. Bajo la percepción de que el fútbol reúne dos mundos (en el campo y en las gradas), se realizan procesos intra e intergrupales. En algunas ocasiones, estas acciones se orientan a la violencia, la cual de alguna manera mantiene la cohesión interna del propio grupo. Los Hooligans funcionan como sistemas sociales cerrados y tienen que desplazar la agresividad hacia otros grupos sociales, de aquí es que parte la “guerra” entre grupos.

De acuerdo con la investigación realizada por Andrés Recasens, existen siete factores principales por los cuales se tiende a desatar la violencia:

1.. Cobros de los árbitros estimados injustos o parciales; también, intervenciones casuales y desafortunadas de éstos, que perjudican a un equipo.

2.. Juego «sucio» por parte del equipo contrario o lesiones casuales o intencionales causadas a un jugador del equipo.

3.. Resultado del partido, tanto favorable como adverso.

4.. Mal desempeño del propio equipo.

5.. Cuando el nivel de represión policial es considerado desproporcionado.

6.. Provocación de la barra contraria.

7.. Mal manejo del club por parte de los dirigentes.

Si bien son causas diferentes, comparten la presencia de una emoción fuerte (alegría o enojo) que se encuentra reprimida y, una vez dentro del colectivo, se genera el apoyo necesario para externalizarlas de manera violenta. Es en medio de esto que se genera la complicidad y la barra pasa de ser un simple grupo para convertirse en familia

Es importante resaltar que podemos vivir con igual intensidad cada partido y generar una comunidad que comparta nuestros mismos intereses sin llegar a la violencia. El sentido de pertenencia de una barra brava es algo importante que rescatar, pero lamentablemente los actos vandálicos terminan por desvirtuar los valores iniciales que el fútbol busca compartir.

Edición: Paolo Pró