“Uno de los mayores desafíos que el mundo ha enfrentado jamás es la transición hacia la energía sostenible y hacia una economía sostenible”.

– Elon Musk

La transición hacia un mundo sin combustibles fósiles es inevitable. Esto se debe a una sencilla razón: en algún momento del futuro estos terminarán por agotarse o su costo de extracción se volverá prohibitivamente caro. Seguro que todos en algún momento hemos visto imágenes impresionantes de paneles solares o turbinas eólicas (ya sabes, esos ventiladores blancos gigantes), pero ¿hasta qué punto conocemos su verdadero potencial al día de hoy? Es decir, son geniales ya que aprovechan fuentes renovables y además no contaminan; sin embargo, aún no se encuentran del todo preparadas para sustituir al petróleo. El paso hacia la energía verde traerá algunas consecuencias interesantes en la economía y hoy queremos examinarlas por un lado menos convencional: por qué vale la pena pisar el freno y, más importante aún, qué podría sucedernos si decidimos ignorar estos detalles (¿podrá Elon Musk salvarnos de esta?).

Todos te amamos, Elon jaja. GIF 100% real, no fake

Verde, pero no color de rosa

Ciertamente, todo entusiasta del medio ambiente tarde o temprano se topa con una realidad: las energías verdes (a pesar de los beneficios que presentan) todavía son caras e ineficientes. Indaguemos en algunos de sus problemas. Por un lado, los paneles solares solamente pueden funcionar de día. Entonces, si deseamos energía durante la noche, tendríamos que conseguir un sistema de almacenamiento excepcionalmente bueno (spoiler alert: tu bolsillo va a llorar durante mucho tiempo si decides hacer esta adquisición). Por otro lado, las turbinas eólicas dependen fuertemente de las condiciones climáticas que a veces presentan vientos de manera intermitente. Además, muchas veces el espacio idóneo para colocarlas es lejos de los centros urbanos y requiere desarrollar infraestructura especializada para llevarla a los hogares.

Es verdad que, a medida que pase el tiempo, estas tecnologías ganarán inercia y serán mejor acogidas; no obstante, los altos costos y obstáculos de ingeniería que tienen hoy no deberían ser ignorados. Más aún, las agendas verdes (si es que son mal implementadas) pueden llegar a tener tristes desenlaces. En el caso de Alemania, el gobierno implementó un programa que cerró diversas plantas nucleares puesto que su operación produce residuos contaminantes. Sin embargo, nadie anticipó el conflicto entre Rusia y Ucrania que luego significó el desabastecimiento de combustibles y una menor capacidad para producir electricidad. El resultado: las familias sufrieron un duro inverno donde no había suficiente energía para la calefacción; esto sin mencionar los efectos que tuvo para la salud de la población.

Puede que este meme haya sido idea de un alemán

Posmaterialismo, la palabra mágica para comprender el asunto

Para entender por qué el petróleo es una buena idea para el ecosistema debemos primero entender que el auge económico del último siglo ha permitido a las personas adquirir muchas más cosas que en el pasado simplemente habría sido imposible. Este evento ha sido acompañado por una parcial transformación en el pensamiento colectivo que hoy valora cosas más allá de lo tangible. Por ejemplo, la evidencia sugiere que, una vez que las personas logran definitivamente saciar sus necesidades inmediatas (como alimentación, salud, refugio, etc.), empiezan a valorar mucho más el largo plazo. De este modo, otras cuestiones adquieren mayor interés: por ejemplo, la igualdad, la libertad de expresión y, entre ellos, el medio ambiente. A este curioso fenómeno lo conocemos como posmaterialismo.

Tú, cada vez que uses la palabra posmaterialismo ahora que sabes su significado

Más petróleo para contaminar menos y vivir mejor

Pero ¿cómo se vinculan el posmaterialismo y el petróleo a una sociedad más ecológica? O sea, ¿no es bastante paradójico? El uso de petróleo durante algunas décadas más podría permitir a la sociedad tener energía a bajos precios. Esto podría permitir el surgimiento o conservación de muchos negocios que de otro modo con una agenda verde no serían viables como por ejemplo la industria naviera que permite que todo envío internacional tenga bajas tarifas. A su vez, las familias se beneficiarían de esta estabilidad y los asequibles costos que facilitarían la mejora de sus ingresos. El aumento en sus rentas es una de las mejores formas de modificar las preferencias de las personas. Así, ellas quedarían convencidas de qué es lo mejor y fortalecerían la demanda por bienes y servicios que son sostenibles, a pesar de ser también algo más costosos. De esta forma, el uso de petróleo puede ser ecológico: aumentando los ingresos de las personas y transformando a largo plazo la valoración que estas le dan al ambiente. Igualmente, si lo que en verdad buscamos es la conservación de nuestro planeta, esto no está reducido a eliminar nuestras emisiones, sino también en controlar otras acciones igual de contaminantes. Por ello, cada vez el rol de los consumidores adquiere más importancia y se requieren cambios definitivos que nazcan de ellos. Así, lo que debería estimularse es que los países superen umbrales de ingreso tan rápido como sea posible.

El desafío que afronta la humanidad es hallar el momento óptimo para realizar este cambio, pues hay que reconocer los costos de presionar prematuramente esta agenda: renunciar a los combustibles fósiles sería también renunciar al mejor recurso que tenemos hoy para producir energía eficientemente. Esta perspectiva dinámica (y no estática) nos da a entender que hoy podría ser mejor sacrificar solo un poquito más del ambiente, para que este pueda gozar de una conservación mucho mayor en décadas venideras producto de un cambio definitivo en las preferencias de la sociedad, gracias al impulso inicial del petróleo. En ese sentido, algo que nos ayudaría a discutir mejor este asunto es darnos la tarea de comprender mejor el estado de arte en el que se encuentran estas tecnologías (esto es, conocer bien tanto su capacidad como limitaciones). Por último, este debate abre una profunda pregunta sobre la que nuestra sociedad debería reflexionar pensando en cualquier decisión intertemporal: ¿qué tanto de nuestro bienestar (quienes vivimos hoy) debería ser sacrificado para el bienestar de las generaciones futuras (quienes aún no están vivos)?