Pensamos que ya habíamos tenido suficiente con la Covid-19 cuando el pasado 28 de octubre se registró el primer caso de difteria en el Perú después de más de 20 años. Fue para muchos la primera vez que escuchábamos sobre esta enfermedad y tal vez no le dimos importancia hasta que el 5 de noviembre se declaró la alerta epidemiológica a nivel nacional tras la segunda muerte. Esto causó temor, por un momento nos olvidamos del coronavirus, para hacer interminables colas con el fin de vacunarnos. Tratábamos de evitar un mal peor, sin saber muy bien a que nos estábamos enfrentando.

La primera persona diagnosticada y fallecida a causa de la difteria fue una niña de 5 años que vivía en La Victoria y esto sembró la alerta por ser el primer caso reportado en el país. La segunda persona fallecida fue una mujer de 69 años por una complicación respiratoria. Pero esto no terminó ahí, porque 3 de los familiares de la menor fallecida fueron también diagnosticados, siendo 5 personas en total con la enfermedad. ¿Qué es la difteria? ¿por qué ha vuelto después de tantos años?

La difteria es una enfermedad infecciosa causada por la bacteria Corynebacterium diphtheriae que afecta principalmente la garganta y las vías respiratorias. Algo característico de esta bacteria es que produce una toxina que puede afectar a otros órganos y hacer que tejido muerto se acumule en la garganta y las amígdalas, dificultando respirar y comer. 

A diferencia del Covid-19, la difteria no es una enfermedad nueva y durante miles de años ha sido una enfermedad temida. A principios de siglo XX era la décima causa de muerte en el mundo, con 1 millón de casos y 50.000-60.000 muertes cada año. Felizmente, ya no es algo con lo que tengamos que lidiar desde la década de 1940-1950 cuando la introducción de la vacuna trajo consigo una drástica disminución en su incidencia. En 1970, estas vacunas se hicieron más accesibles en todo el mundo, y los casos se redujeron en más de un 90% durante 1980 y 2000. Sin embargo, todavía no ha desaparecido y en muchos países subdesarrollados sigue siendo un problema de salud pública, como India que es el país con la mayor cantidad de casos anualmente.

La vacuna contra la difteria, por la que todos corrimos el fin de semana, es un toxoide bacteriano; es decir, es la toxina de Corynebacterium diphtheria que ha sido inactivada. En niños esta se administra en combinación con otras vacunas como protección también contra el tétanos y la tos ferina (vacuna DTaP) y estos son la población más vulnerable ya que puede ser mortal en 1 de cada 10 casos.

Sin embargo, toda persona adulta no inmunizada también se encuentra en riesgo. Esta vacuna necesita un refuerzo cada 10 años con la vacuna dT (contra difteria y tétano). Muchos no sabemos de esto, por lo que si no tienes idea dónde está tu cartilla de vacunación, lo más probable es que no tengas los refuerzos. Pero no hay problema porque a cualquier edad, toda persona que no esté vacunada o sólo parcialmente, puede recibir las dosis necesarias para completar la vacunación.

El problema aparece ya que aproximadamente sólo 86% de los niños reciben las 3 dosis recomendadas en su primer año, lo que quiere decir que hay un 14% sin cobertura, o con cobertura parcial. El hecho de que no hayamos escuchado de la difteria hace tanto tiempo se debe a la inmunidad colectiva por la alta cobertura de vacunación. Por lo que brotes, como el que ha ocurrido en nuestro país, van a seguir ocurriendo a medida que menos personas estén inmunizadas. Lo cual demuestra la importancia de las vacunas como la única manera de poder erradicar las enfermedades que solían ser fatales.

Para conocer un poco más de la enfermedad, los síntomas se presentan después de entre 2 y 5 días incluyen dolor de garganta, fiebre, sensación de ahogo, malestar general y aumento del volumen del cuello por la inflamación de las amígdalas. Lo que lo diferencia con la Covid-19, es que con este último pierdes el olfato, gusto y tienes diarrea, lo cual no sucede con la difteria. 

Existen 3 formas de contagios: a través de la exposición a microgotas, al hablar o estornudar; a través del contacto de la piel infectada; y tocando objetos contaminados. Al igual que el coronavirus, la recomendación es lavarse las manos, utilizar mascarillas y mantener distancia física. Felizmente, estos meses de cuarentena nos han hecho a todos expertos en estas prácticas.

Finalmente, la gran diferencia entre ambas enfermedades es que la difteria no solo es prevenible con la vacuna sino también curable. Se utiliza una antitoxina diftérica que neutraliza a la toxina que no está unida a las células y también los antibióticos que son necesarios para eliminar a la bacteria y prevenir que se siga multiplicando.  

Si todavía no te has vacunado, no hay necesidad de alarmarse, lo ideal es intentar hacerlo en las siguientes semanas. Pero hay que tener en cuenta la importancia de las vacunas y su verdadera eficacia ya que basta que un pequeño porcentaje de personas no la tenga para asustarnos a todos. Lo bueno es que esto nos ha hecho acordar a todos de que los adultos también nos vacunamos, por lo que pónganse sus refuerzos y esta vez no pierdan su cartilla de vacunación.