El hilo fantasma espeta: no hay nada más enfermizo que una relación de amor. Este sentimiento trastorna, indica la psicología, categorizándolo además de “enfermedad socialmente aceptada”.

Reynolds Woodwock es un hombre lleno de hábitos y rutinas que giran en torno a su oficio. Nos enteramos por él, que su madre le heredó su talento. En un viaje a su tierra natal conoce a Alma. Personaje que va creciendo, con el tiempo, en audacia y sumisión. Reynolds la invita a vivir con él. Ella acepta ilusionada. ¿Qué es lo que vio Alma en este modista? Lo deducimos por lo que dice: «Nunca me agradé yo misma. Pensé que mis hombros eran anchos. Mi cuello delgado. Que no tenía senos. Que mis caderas eran… Con él me siento perfecta. Tal vez así se sienten todas las mujeres que visten sus vestidos».

Alma se enamora de Reynolds más aún en la convivencia. No es Reynolds un seductor que aplica una táctica sobre su objeto, sino alguien que cautiva con detalles que no lo comprometen. Siempre se lo ve espontáneo, dispuesto a halagar la belleza cuando le place hacerlo: «Te ves hermosa esta noche».

Mientras ella quería tocar el cielo a su lado, él apenas consigue tenerle consideración, aparentemente, al comienzo. Una escena clave es la cena. Cuando ella busca sorprenderlo, y él solo quería trabajar en sus diseños.

Lo resaltante en esta relación, que irá cultivándose, serán los contrastes. Porque Reynolds, aparte de ser, en ocasiones, muy buen compañero de mesa, se presenta con arrebatos de impaciencia y egocentrismo. Por momentos hasta frívolo y despiadado.

La lucha por el deseo comienza con ese derrotero. Alma intentado encontrar el amor de Reynolds, cautivarlo, robar su atención y tenerlo para ella. Sin embargo, Reynolds posee un sistema de creencias particular y excluyente. «La expectativa y el asumir cosas de los demás es lo que causa dolor y sufrimiento», dice. Sabe que el amor es temporal. Que el tedio es consecuencia de repetir los mismos desayunos. Sobre todo sabe que cada gesto siempre pide más, y él atesora una parte de sí que es incapaz de entregar: su total disponibilidad. «¿Por qué no me miras, no me hablas, no me tocas?» es respondido con el mayor de los silencios. «¿Por qué habría de subyugarme a tus deseos, mujer? Si te traje aquí, es porque tú lo has aceptado. Y así como has venido, ¡te puedes largar!». Se trata del tipo de relaciones del «te amo pero no te necesito». ¿Es Reynolds el ideal de un amor sin apegos o es un ser trastornado con problemas de supresión y represión?

El hilo invisible hace alusión a aquello que no se dice. Lo explica el modista cuando le cuenta a Alma que en todos sus vestidos siempre coloca una marca indetectable por aquellas que le solicitan un vestido. Siempre hay una línea entre frases que expresa algo más. Lo subliminal.

« He cometido un error. No puedo… concentrarme. No tengo privacidad. Alma no perteneces a esta casa. Pones todo de cabeza»

«Sálvame, sálvame. Serena mi cabeza. Sé ese milagro. Domíname. Esclavízame. Vive para mí. Sopórtalo todo. Sé mi masoquista. Sé mi esclava».

Reynolds anhela desaparecer. Sus frustraciones, sus alardes de ironía o de exasperación, revelan ese descontento por el mundo habitado y caminado miles de veces. En cada pliegue plasma su mal figuración. Tras esa figura perfeccionista, un mundo se desmorona, son miles de alegrías y odios contenidos en una máscara. No miente cuando le dice a Cyril, su hermana, que hay un aire de muerte silenciosa en esa casa.

¿Reynolds quiere abandonarlo todo? No parece. Pero quiere encontrar algo que lo supere y lo obnubile. (Todos queremos eso en el fondo).

Alma como mujer es extremadamente osada, excepcional, perfecta. Comprende que no puede conquistar a Reynolds con fórmulas convencionales. Es así que no veremos detalles ni insinuaciones de procrear un deseo compartido. Existe un vínculo pero es tenue. Hay tanta impostura que uno piensa que ahí no existe nada. Y solo la pregunta ¿qué necesitan tanto el uno como el otro? abre el panorama.

Similar al «quiero verte viejo y débil» de Teresa en La insoportable levedad del ser, lo es la revelación de Alma cuando le confiesa cuál es su única terrible forma de amarlo: «Te quiero indefenso, tierno y abierto, y luego deseo ver como vuelvas a hacerte fuerte otra vez».

Escribe el diario El Día:

«Alma está enamorada. El amor crece como puede entre los desprecios de Reynolds y el amor incondicional de ella. ¿Qué hacer para que ese hombre llegue a necesitarla? Y Alma tejerá desde la cocina, con sus manos, como Reynolds hace en su taller, un modelo de amor absoluto. Y urdirá una trama tenebrosa para poder lograr que Reynolds quede a merced de este vínculo perfecto, loco y egoísta.

Alma asumirá una nueva personalidad para poder llegar de alguna forma al corazón de este ser inasible y difícil. Y él la dejará hacer. Conmueve cómo la mira cuando ella prepara esa comida. Reynolds acepta ese juego. Ella quiere enfermarlo para poder curarlo. Para Reynolds es la ofrenda final de una vida vacía que parece haber encontrado su destino en los brazos de una mujer que lo quiere “indefenso, tierno y recostado” y que en cada recaída le dirá: “yo estoy aquí y te sanaré de nuevo” ».

Ciclo infernal. ¿Quién entra en el juego de quién? Lo cierto es que esta película, nominada al Oscar en seis categorías y ganadora en mejor vestuario, está dando que hablar porque reúne elementos de una dirección exquisita. Ni hablar de la música a cargo del compositor de la banda Radiohead. Y además porque contiene una historia desnuda. Donde lo enfermizo trasluce en altos y bajos. Donde la dominación y la sumisión son claros como el agua. «Ama más el que se somete, y domina más el que ama menos».